Washington, D.C., Estados Unidos, 14 de septiembre de 2005.
Líderes religiosos presentes en un encuentro de dos días en la Catedral Nacional de Washington, dijeron en un comunicado, que las iglesias y los gobiernos deben trabajar en conjunto para erradicar la extrema pobreza, en vista de que la Declaración del Milenio, del año 2000 está por cumplir su plazo límite en 2015.
Líderes religiosos de un amplio sector de denominaciones elaboraron y firmaron el comunicado, delineando pasos para que los gobiernos y las iglesias entren en la construcción de un movimiento mundial para ayudar a los pobres.
El documento fue presentado a oficiales de las Naciones Unidas en Nueva York el 13 de septiembre, en la víspera del sexagésimo aniversario de ese cuerpo mundial, por una delegación que representaba a los creadores del comunicado.
“Este es un llamado urgente que responde al clamor de los más humildes de entre nosotros –los que no tienen voz”, dijo el pastor Rajmund Dabrowski, director de comunicación para la Iglesia Adventista del Séptimo día a nivel mundial, y uno de los participantes en la consulta. “Es un clamor porque se haga justicia, y por una justa redistribución, y por responsabilidad en relación con los bienes que el mundo posee. Como cristianos, conocemos este clamor, pero también sabemos que debe hacerse mucho y que las intenciones deben convertirse en acciones
“Administrando el mundo en el cual vivimos, un mundo con tantas necesidades, es como los cristianos pueden contribuir a través de su fe y sus obras”, dijo él.
“En el contexto de la abismal presencia de la pobreza, como cristiano me siento compelido a considerar la generosidad, la solidaridad y la justicia humana, y ponerla a la vanguardia de mi testificación cristiana y mi presencia, dondequiera que yo viva. La respuesta del cristiano para un mundo con tantas necesidades está determinada por la comisión evangélica. Nuestra reacción ante el llamado de Dios debe ser hacernos socios con él”, agregó Dabrowski.
El llamado para actuar en contra de la pobreza vino de una “Consulta de Líderes Religiosos Acerca de la Pobreza Global”. La reunión de dos días, 11 al 12 de septiembre, fue patrocinada por el Centro para la Justicia Global y la Reconciliación, una nueva iniciativa del Colegio de la Catedral, en la Catedral Nacional de Washington, el cual forma parte de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos. Entre los 36 participantes de la consulta estuvo el antiguo obispo de Canterbury, George Leonard Carey, así como otros líderes de iglesias cristianas mundiales.
La consulta, que surgió como una iniciativa del arzobispo de Cape Town en Sudáfrica, Njongonkulu W.H. Ndungane, se abrió con una serie de servicios de adoración y discursos en el auditorio de la catedral, incluyendo una declaración hecha por el Dr. Jeffrey Sachs, director del Instituto de la Tierra, en la Universidad de Columbia, y al mismo tiempo un consejero especial del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annnan, y también incluyó una reflexión hecha por la antigua Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Madeleine K. Albright. Los participantes también se reunieron con Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial.
“Ante el urgente llamado de líderes religiosos en el Hemisferio Sur, nos reunimos en la Catedral Nacional de Washington como líderes cristianos de diversas tradiciones y lugares, tanto ricos como pobres, del Norte y del Sur, unidos en una preocupación común por aquellos de entre nosotros que viven en la pobreza. Vemos sus rostros, escuchamos sus voces; ellos son parte de nosotros, y nosotros somos parte de ellos”, declara el comunicado.
“Creemos que nuestras comunidades religiosas, las cuales representan millones de personas y patrocinan numerosas iniciativas de desarrollo humano, pueden proveer nuevos modelos para hacer avanzar un movimiento mundial en contra de la pobreza”, agrega el comunicado. “Las iglesias tienen una vasta red de instituciones, relaciones de confianza con millones de personas, y acceso a incontables comunidades locales, todas ellas ricas en recursos para el desarrollo”.
El comunicado hace un llamado para que los gobiernos globales den varios pasos con el propósito de implementar los “Objetivos de Desarrollo del Milenio”, promulgados por las Naciones Unidas. Según el documento, los gobiernos deberían trabajar para crear sociedades justas, construir relaciones de compañerismo con iglesias y organizaciones religiosas, de modo que los pobres se conviertan en protagonistas de sus propios destinos”; “cancelar la deuda restante de todas las naciones que luchan con la extrema pobreza”; incrementar “dramáticamente” la ayuda para el desarrollo; hacer que “los sistemas de comercio mundial sean justos y cabales para las personas y los países de las naciones en desarrollo”; y “proteger las poblaciones inocentes, reducir el flujo de armas y apoyar la construcción de la paz”, como iniciativas para reducir la pobreza.
De manera significativa, el comunicado también clama por “rendición de cuentas y transparencia” en los programas de desarrollo global y en contra de la pobreza: “La corrupción, y una falta de transparencia y rendición de cuentas le quitan a los pobres una cantidad significativa de recursos, y ponen un obstáculo para el desarrollo en muchos países”, afirma el documento. “Sabemos que diversos países e instituciones internacionales han emprendido iniciativas anticorrupción; elogiamos dichas iniciativas, y urgimos para que se inviertan muchos más recursos en su implementación”.
En sus comentarios a los medios, el Arzobispo Ndungane dijo que hay planes en desarrollo para establecer, en cooperación con diversas comunidades de fe, organizaciones no gubernamentales y otros grupos, un sistema de monitoreo independiente, con sede en África, para ayudar con los asuntos relacionados con la transparencia en los países receptores.
Dabrowski dijo que “como iglesia, nosotros podemos citar muchos ejemplos de nuestro propio compromiso y acción al aliviar las calamitosas necesidades del planeta, bien a través del trabajo de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales, o a través de la obra de educación y cuidado de la salud. Y hay una infraestructura –la cual incluye las congregaciones locales, los centros de salud y de educación—para lidiar con muchos de los asuntos identificados por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y por la pobreza global en particular.
“El asunto de la unión, como está identificado en el comunicado, pone a los adventistas, junto con otras comunidades de fe, en una posición para hacer un mejor trabajo en cuanto al trabajo unido en el campo de las necesidades comunes, siendo prácticos, así como siendo más efectivos al entregar ayuda y esperanza a la gente. Se requiere que las iglesias cristianas podamos responder por la manera como debemos compartir nuestra abundancia con los necesitados. Lo que también se requiere es que las iglesias sean más efectivas al comunicar estos asuntos, y hacerlo ampliamente”, agregó Dabrowski.
Entre las declaraciones concluyentes del comunicado que recibe el nombre de “Llamado al Compañerismo”, está un llamado a las comunidades de fe para que participen activamente a través de un amplio espectro de trabajo para el desarrollo: “Como líderes cristianos, desafiamos a nuestras propias iglesias para que busquen asociaciones con gobiernos, organizaciones internacionales, con la sociedad civil, y a través de las líneas denominacionales”, dice el comunicado.
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Call to Partnership (Un llamado al Compañerismo). Usted puede leer el comunicado que lleva ese nombre mediante este enlace.
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