1 de noviembre, 2005 Washington, D.C., Estados Unidos …. [Reger C. Smith, Jr./ANN]

Algunas veces es el fin de un viaje lo que le permite a usted ver dónde ha estado. La muerte reciente de Rosa Parks ha dejado ese efecto en muchos en los Estados Unidos y alrededor del mundo. Entre aquellos que hacen reminiscencia del acto histórico de esta humilde mujer, y sus consecuencias de largo alcance, hubo tres que estuvieron allá en 1955. O, al menos, estaban cerca.

Laura Smith y Dorothy Webb se habían conocido a penas un año atrás, en 1955. Ambas fueron bautizadas como nuevos miembros de la iglesia adventista del séptimo día siendo adolescentes, en el otoño de 1954. Un joven predicador, carismático llamado E.E. Cleveland, instaló una enorme carpa en Montgomery, Alabama, ese verano, y hacia el final de ese año, la pequeña congregación adventista de raza negra allá había crecido por 500 nuevos miembros. Esta tasa asombrosa de crecimiento –la iglesia tenía originalmente solamente 35 miembros – ¡significaba que se necesitaba un nuevo edificio para adorar! Cleveland extendió las reuniones en su carpa hasta entrados los meses más fríos, usando calentadores grandes dentro de la carpa. Los trabajos se aceleraron en la construcción de una nueva iglesia de tamaño considerable. Las reuniones en la carpa terminaron en Diciembre 24 de 1954, víspera de Navidad, y la iglesia fue abierta.

El impacto de tal reunión en aquella gran tienda de campaña, en una relativamente pequeña ciudad, como Montgomery, significaba que todo el mundo en la ciudad sabía de las reuniones, que atrajo personas desde todo rincón de la ciudad y de muchas de las congregaciones locales. Una noche en la carpa, recuerda Cleveland, se topó con un pequeño grupo enfrascado en una intensa conversación. Dos ministros visitantes hablaban con dos de sus asistentes.

Uno era Ralph Abernathy, pastor de la Primera Iglesia Bautista en Montgomery, la cual tenía 1,000 miembros, y el otro, un hombre de alrededor de 10 años menor que Cleveland. Después de Rosa Parks, este hombre vendría a simbolizar la misma esencia del movimiento de los derechos civiles. Este hombre era el Reverendo, Doctor Martin Luther King, el nuevo pastor de la Iglesia Bautista de la Avenida Déxter. Los dos pastores habían oído que muchos de sus miembros asistían a esas reuniones y habían venido a ver de qué se trataba. King y Cleveland hablaron brevemente, pero no fue esa la última vez … Pocos años más tarde, King le daría la bienvenida a Cleveland como un compañero de labor por los derechos civiles.

Otra persona, que se supo, haber asistido a esas reuniones de la carpa por muchas noches durante ese verano, fue una muy bien respectada señora en la comunidad y activa con el Consejo de Mujeres Políticas y la Asociación Nacional por el Adelanto de las Personas de Color (NAACP) – la señora Rosa Parks.

Fue un año más tarde cuando la famosa negativa de la señora Parks de cambiarse de asiento en un bus de transporte urbano disparó el cambio en Montgomery y, en verdad, en el mundo.

Fue un incidente que alteró el destino de estas tres personas que pasaron por la carpa adventista ese verano –King, Abernathy y Parks – pero ello también tuvo un impacto profundo sobre otros tres y la iglesia más grande que ellos representaban.

Cleveland recuerda que, dentro de la iglesia adventista, la posición oficial era de no involucrarse, de permanecer fuera de causas políticas o revolucionarias. La iglesia pudo haber estado fuera de la mezcla durante ese tiempo, dice Cleveland, pero sus miembros no. Mientras algunos de los viejos santos que habían estado en la iglesia por años no quisieron participar (eran los ‘espera y verás’, dijo Cleveland) los nuevos creyentes eran un sector activo.

Dorothy Webb tenía 15 años al comienzo del boicot y, al igual que la mayoría de los adolescentes, estaba lista para ir doquiera hubiese acción. Y como todos los padres, los de Dorothy querían que sus hijos estuviesen a salvo. A ellos se les prohibía que fueran a “esas reuniones”, dijo ella.

“Tales reuniones” se realizaban en la iglesia grande de la comunidad, tales como las Iglesias bautistas de la calle Holt y la ubicada en la Calle Day donde miles se reunían para el boicot”. La comunidad negra estaba intentando algo que nunca antes se había hecho a tal grado. Un par de años antes en Baton Rouge, Lousiana, unos pocos días de boicot habían resultado en la aceptación de un compromiso que condujo a pequeños cambios, y la gente volvió a la normalidad en todo lo que fue posible, como siempre. En Montgomery, como King escribió más tarde, “la comunidad negra, una vez durmiente e inactiva, estaba ahora completamente despierta” y este espíritu debía mantenerse vivo por el tiempo necesario para que efectuara una diferencia significativa.

Las reuniones semanales fueron la vitalidad de la concentración para el boicot. Dorothy faltó a las próximas dos reuniones, pero en la siguiente, encontrándose ella misma y su hermana menor en el vecindario, decidieron acercarse para ver lo que sucedía, a pesar de las advertencias de sus padres. No pudieron entrar –miles atiborraban la iglesia desde el primer piso hasta los balcones y fuera en el césped –pero desde fuera ellas podían escuchar las voces de King y los otros.

“Jamás habíamos pensado acerca de segregación hasta ese tiempo”, dice Dorothy. “Así eran las cosas y a nosotros se nos había criado pensando que éramos inferiores; que los blancos tenían su lugar y el nuestro iba debajo del de ellos. Estas reuniones tomaron conciencia en nosotras, como muchachas, que las cosas podrían, en verdad, deberían ser diferentes.

Fuimos atrapadas en el espíritu de la comunidad y, por supuesto, caminamos y no tomamos el bus de allí en adelante. Le dijimos a nuestros padres más tarde, después de la reunión, y aunque ellos nos advertían del peligro, nos permitieron seguir asistiendo”.

Laura Smith, al final de su adolescencia, en ese tiempo tenía un trabajo como recepcionista en un estudio fotográfico que la mantenía ocupada durante el tiempo de las reuniones. No podía asistir, pero lo hacía después de su rutina y no volvió a tomar el bus para ir al trabajo. Conseguía quien la llevara como parte del boicot.

Laura recuerda que, aunque el arresto de Rosa Parks fue el comienzo del boicot y de un grupo de mujeres, Consejo Político de Mujeres, que había hecho el primer llamado al boicot, los hombres tomaron la dirección del Movimiento de los Derechos Civiles. Ella, no obstante, recuerda a la señora Parks por ser conocida por su espíritu gentil, modales delicados y un carácter irreprochable.

Dorothy recuerda el impacto de la señora Parks, pero como una joven adolescente en ese día, también recuerda otro forma de tratar de marcar una diferencia. Un incidente que recuerda es cuando tenía un grupo de miembros jóvenes adventistas, que eran relativamente nuevos para la iglesia, y decidieron visitar la iglesia adventista en otra parte de la ciudad, donde se reunían los adventistas de raza blanca. El grupo fue recibido con cierre de puerta en sus narices y la amenaza de que se llamaría la policía si no se iban. Ellas se fueron.

Pero las cosas son diferentes ahora, musita Dorothy, y piensa que muchas de esas diferencias no habrían ocurrido si no hubiese sido porque Rosa Parks se mantuvo en su asiento en el bus y proveyó el ímpetu para el cambio.

El cambio ocurrió, y miembros de la iglesia adventista fueron parte de éste. Muchos miembros adventistas y ministros se implicaron, desde los primeros días que siguieron el boicot de los buses hasta la bien conocida Marcha Sobre Washington (1963), y la Marcha Selma a Montgomery en 1965. Los adventistas jugaron un papel integral en la Marcha de los Pobres sobre Washington después de la muerte del Dr. King en 1968. Por medio de la membresía de E.E. Cleveland y participación en la organización de King, la Asociación de Líderes Cristianos del Sur (SCLC), junto con dirigentes de la iglesia de otras áreas, a la iglesia se le dio material altamente necesitado y organización para ayudar a que la marcha tuviera éxito.

Dorothy Webb partió a la escuela, al Tuskegee Institute (hoy Universidad) en Alabama y regresó a Montgomery en 1963 cuando una orden federal declaró que las oficinas federales debían integrarse. Ella fue reclutada para un trabajo en la Sociedad Social en Montgomery y, como su primer empleada negra, junto con su amiga Ruby, se escribió en el periódico local. Ella no quiere hablar del tratamiento que recibió estando en aquel trabajo pionero. Webb continúa viviendo en Montgomery.

Laura Smith, quien notó el papel de la mujer al comienzo del movimiento, es ahora la directora del Ministerio de las Mujeres para la Unión Adventista del Séptimo Día del Sur. Ella y Dorothy siguen como miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Bethany, las cuales aún adoran en el mismo edificio (remodelado), construido tan de prisa en 1954.

E.E. Cleveland se jubiló después de bautizar miles en seis de los siete continentes, pero todavía predica la mayor parte de los fines de semana, viajando de su hogar en Huntsville, Alabama.

El asiento del bus que Rosa Parks mantuvo aquella tarde, hace medio siglo, ayudó a marcar una diferencia en una nación, un impacto en el mundo, y también influyó a una iglesia, un panorama claramente visto al mirar retrospectivamente del fin del extraordinario viaje de la señora Parks.

Derechos Reservados (R) 2005 por Adventist News Network.

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