September 22, 2006 Silver Spring, Maryland, Estados Unidos …. [Elizabeth Lechleitner/ANN]¿Dónde se han ido los Desmond Doss? Como una ejemplificación de la posición tradicional defendida por los adventistas durante tiempo de guerra, Doss fue un médico del Ejército de los Estados Unidos que se rehúso a portar armas, y sin embargo ganó la Medalla de Honor del Congreso por rescatar por sí solo 75 soldados heridos en medio de una lluvia de balas enemigas en la isla de Okinawa, Japón. Desde los mismos comienzos de la Iglesia Adventista, las declaraciones oficiales y la conducta de sus miembros han reflejado por lo general un compromiso con la no violencia. Pero hoy en día, se estima que unos 7.500 adventistas son militares en los Estados Unidos. Y virtualmente todos están inscriptos como combatientes, sin contar los más de 50 capellanes clasificados como no combatientes por la Convención de Ginebra, dice el Capellán Gary R. Concell, director asociado de Ministerios de Capellanía en la sede central de la iglesia. Councell ha observado que los adventistas de algunos otros países también sirven en sus ejércitos respectivos voluntariamente. Pero Reinder Bruinsma, presidente de la Iglesia Adventista en los Países Bajos, se muestra en desacuerdo. «Sólo puedo hablar de Holanda», dice, «pero creo que la actitud europea hacia el servicio militar en puestos de combate refleja más la tradición adventista que en los Estados Unidos. Este tipo de cambio de actitud entre los adventista, donde uno puede servir a su país en combate, es en gran medida un fenómeno norteamericano». Ekkehardt Mueller, director asociado del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la sede central de la iglesia, piensa de manera similar. Mueller sostiene que «ha habido un esfuerzo consciente de la iglesia en Alemania para desanimar la participación en el ejército. De mi experiencia como líder de Unión y de División y como pastor en Alemania, sólo conozco a un adventista que se unión al ejército de Alemania como combatiente». Mueller también hace notar que mucha de la reticencia de los alemanas hacia la actividad militar proviene de su experiencia traumática durante la Segunda Guerra Mundial que, clarifica Bruinsma, «aún bien puede permanecer en la conciencia europea adventista colectiva». Bruinsma dice que Europa, en su mayor parte, ya no efectúa reclutamientos, lo que tiende a eliminar el tema del servicio militar por completo. Tanto Councell como Doug Morgan, director de Adventist Peace Fellowship, dice que la ausencia del reclutamiento puede haber influenciado la participación militar adventista en los Estados Unidos de manera diferente. De hecho, los investigadores citan los años 70 –mejor dicho, el fin de la conscripción en 1974– como el momento de cambio en las actitudes adventistas hacia el servicio militar. Morgan acepta que «la posición histórica de la iglesia siempre asumió la presión de un reclutamiento militar. El ideal no era algún tipo de ‘ley’ absoluta de la iglesia o prueba de membresía. En diversas situaciones, las personas, bajo diversos tipos de gobierno tenían que hacer lo mejor posible de acuerdo con sus consciencias». Pero, señala, «antes de los años 70, pensar que un miembro activo se ofreciera como voluntario en un rol de combate en el ejército podría haber sido inconcebible para la vasta mayoría de los adventistas». Esto ya no es así. En muchos países, como en Corea, el servicio militar obligatorio sigue siendo un tema preocupante. Los adventistas de esos países aún enfrentan estrictas leyes de conscripción, y la oposición a éstas muy a menudo los envía a prisión donde guardar el sábado y seguir las leyes se salud se hace sumamente difícil. Y además hay países como Israel, donde los ciudadanos tienen que servir de reservistas que pueden ser llamados hasta los 50 años. Está claro que «existen muchas consideraciones legales, morales y prácticas cuando pensamos en el servicio militar en una escala global», dice Councell. Y con o sin reclutamiento en un mundo cada vez más volátil y violento, dice que mantener la neutralidad total es difícil. El determinar qué actitudes han cambiado intriga a Councell, y sostiene que las condiciones socioeconómicas actuales (por ejemplo, el costo exorbitante de la educación superior en los Estados Unidos y la promesa del gobierno de ayudar a cubrir los costos a cambio del servicio militar) son las grandes responsables de que los adventistas se alisten en el ejército en cifras nunca vistas. Los adventistas que ingresan voluntariamente al ejército «tienden a ignorar el asunto y ya no luchan con la ética del servicio militar», dice. Si bien esquivar el tema bien puede haber funcionado después de Vietnam cuando la mayoría de los ciudadanos se encontraban particularmente desencantados con la realidad brutal de la guerra, Councell ha notado que los jóvenes de hoy, incluyendo a los adventistas, tienden a ver el ejército como una opción viable. ¿Por qué? Porque ofrece estabilidad y un sentido de pertenencia, dice Councell. Bruinsma destaca que «sería considerado muy inusual» que un joven adventista de los Países Bajos eligiera la carrera militar. «En Europa, todavía se siente por lo general que servir en el ámbito militar no está de acuerdo con los principios adventistas. Muchos sienten que de hecho existen problemas potenciales con esa postura. ¿Qué decir de la policía y otros servidores públicos? ¿Dejamos que otros lo hagan y aprovechamos lo que hacen? Es un problema. Pero, siento sin embargo que los adventistas europeos son mucho más reticentes a esto que sus contrapartes norteamericanos», reitera Bruinsma. Esto no quiere decir que los adventistas europeos nunca sirvan en puestos militares. Roman Chalupka, secretario de la Iglesia Adventista de Polonia, informa que algunos jóvenes adventistas polacos han elegido ingresar al ejército, pero que «es su decisión y su propia responsabilidad». Dice que la Iglesia de Polonia no apoya el servicio militar, pero no «presiona a nadie para que evite el ejército». De los jóvenes adventistas norteamericanos en las filas militares, a Councell le preocupa que muchos ingresan sin considerar cuáles son las consecuencias. Larry Roth, un ex capellán de la Marina y miembro de Adventist Peace Fellowship se muestra de acuerdo. «Con casi ningún entrenamiento sobre el tema y muy pocos ‘expertos’ en la iglesia que puedan aconsejar a los jóvenes interesados en el tema, es perfectamente comprensible por qué muy pocos de nuestros jóvenes ven algún problema en el tema de ser combatiente. Nadie los aconseja sobre el tema, ni en la escuela, ni en la iglesia, y probablemente tampoco en sus hogares. Una vez que firman con el reclutador ya es demasiado tarde». Tanto el capellán Roth como Councell reiteran que el tema es un asunto de conciencia. La «iglesia los apoya no importa la decisión que tomen», dice Roth, al referirse a los jóvenes que aconsejó durante sus años como capellán. Por sobre todo, dice Councell, es injusto ocuparse sólo del tema de los no combatientes. Councell ve, por el contrario, que esta nueva actitud hacia el combate activo es parte de un tema más abarcador: un cambio general en el clima de valores del adventismo, que refleja las tendencias socioculturales. Sobre las posibles relaciones causa-efecto entre el contexto cultural de una persona y su posición de no combatiente, Bruinsma dice que «las cosas por lo general son un poco más complicadas». «La actitud en general y la relación hacia el gobierno puede ser mucho más diferente en los Estados Unidos que en Europa», señala Bruinsma. «Los EE.UU. sienten que tienen que desempeñar un papel en el mundo. Muchos europeos desearían que EE.UU. no se sintiera obligado a jugar ese papel». Reconoce, sin embargo, que «así como los adventistas norteamericanos son parte de un medio ambiente que refleja los valores culturales locales, los europeos tomamos una posición secundaria, considerando que tenemos una actitud pacifista. Hay menos deseos de ver un gran ejército». Debido a que este tema es esencialmente un asunto de conciencia y las opiniones están muy divididas, es muy probable que el debate continúe entre los líderes y eruditos de la iglesia. Sin embargo, existe un amplio consenso entre los adventistas que el tema no debería convertirse en causa de separación entre los feligreses. Tampoco debería llegar a ser un «punto ciego» entre los líderes, dice Mueller. «Como iglesia mundial debemos escucharnos unos a otros. Hay problemas en los Estados Unidos y en Europa, y los líderes de ambas regions harían bien en escuchar a otras partes de la iglesia y considerar lo que tienen para decir». En una conferencia de prensa reciente en Camerún, el Pastor Jan Paulsen, presidente de la Iglesia Adventista mundial, destacó que «utilizar armas es una solución inhumana a situaciones que pueden ser resueltas. Hay una mejor manera de vivir juntos y esto implica coexistir antes que ir a la guerra». «Debemos buscar principalmente y con oración consejos morales y espirituales respecto de este tema», aconseja Councell. «Hay lugar para diferencias de opinión y puntos de vista. Todos somos individuos finitos y las situaciones a menudo nos son impuestas». Pero eso no altera nuestro compromiso básico con el bienestar de la humanidad, añade. Y Councell cree que el compromiso a veces requiere de acción. «Tenemos una obligación moral de defender al inocente y al desamparado, y uno descuida eso elude el deber cristiano. Sin embargo, los capellanes no defienden matar a otros o la utilización de armas y la fuerza. A veces puede ser necesario matar a otros durante la guerra, pero eso no significa que no queden cicatrices». El ideal, por supuesto, es hallar una manera de proteger y ayudar a los inocentes sin violencia, como lo hizo Desmond Doss. O John Weidner, un holandés que organizó la vía de escape Holanda-París y rescató a más de 1.000 judíos y a otros refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Al referirse a Weidner, Councell dice: «He aquí un hombre que en medio de la tragedia hallo la forma de salvar vidas antes que quitarlas». Es el tipo de amor sacrificado y compasión por la humanidad en imitación de Cristo que Morgan espera que los adventistas puedan inspirar por el ejemplo. «Creo que sería terriblemente desafortunado», concluye Morgan, «si el reconocimiento de los dilemas morales complejos e inclusive atroces de este mundo en relación con el servicio militar nos impidiera mantener en primer y principal lugar la pregunta de qué significa seguir a Jesús, de comprometer nuestras vidas cada día con su objetivo pacificador, de ser leales al programa de su Reino. Hacer eso, creo yo, podría marcar una gran diferencia en nuestra testificación en el mundo, y en la forma en que trabajamos las complejidades éticas».Todos los derechos reservados (c) 2006 Adventist News Network.

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