3 de marzo, 2010 – Cancún, Quintana Roo, México…[Raúl Lozano/DIA]

Alberto Aguilar, un miembro de la Región 95 Distrito II de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Cancún, Quintana Roo, México, es un joven altruista quien ha sido un Guía Mayor en su Club de Conquistadores por 15 años. También pertenece a Topos de Tlatelolco, un equipo de rescate enviado a Haití justamente dos días después del devastador terremoto en la ciudad capital de Port-au-Prince en enero.

El equipo de rescate Topos de Tlatelcolco fue organizado en 1985 después del desastroso terremoto que golpeó a Ciudad México.

A continuación una descripción breve de la experiencia obtenida por Aguilar en este país.

¿Qué sucedió a tu llegada y tras tu participación con los Topos en Haití?

«En esta agrupación he sido formado como paramédico. Fui asignado a la atención de heridos y, junto con unos doctores de Cuba, dos monjas y un sacerdote, instalamos un precario hospital sobre los escombros de un parque en los alrededores de la catedral de Puerto Príncipe. El primer día de trabajo atendimos unas mil quinientas personas, la mayoría con principios de gangrena, tétanos y otras infecciones que vienen cuando las heridas están expuestas. Ese mismo día, uno de los médicos originarios de Cuba, realizó alrededor de sesenta amputaciones, de las cuales yo mismo practiqué unas veinte entre brazos, piernas y dedos».

¿Qué sentimientos experimentaste en tas distinguida pero esforzada jornada?

«Tengo muchas vivencias, y todas se agolpan en mi mente porque sólo basta recordarlas para que fluyan. Pero sí debo reconocer que, ante tan devastadora tragedia y dolor humanos, no tuve tiempo de llorar. Es más, el apetito huía de nosotros, y ni pensar en espacios para sentirse cansados. Este sentir se ahondaba especialmente cuando pensábamos en la gran cantidad de material de curación que necesitábamos para dar un servicio completo, sabiendo que la ayuda internacional estaba varada en el aeropuerto. Así que teníamos que hacerle frente con lo que teníamos: un litro de alcohol, unos litros de agua oxigenada, y dos kilos de gaza. Creo que sacar fuerzas de la debilidad para salvar vidas llena el corazón».

¿Cómo relacionas tu experiencia vivida en Haití con la fe que profesas?

«Muchas cosas están sucediendo en este mundo y, al estar en Haití, me di cuenta una vez más cuán frágil y débil es el ser humano. Pero lo que más percibí fue cómo podemos sucumbir cuando nos olvidamos que hay un Dios que da esperanzas y ánimo en medio de la tragedia. Sé que Dios me dio la oportunidad de rescatar vidas, y por medio de nuestras manos hacer milagros que daban esperanza, no para gloria nuestra sino de su bendito nombre».

Image by ANN. Cortesía de Alberto Aguilar
Image by ANN Cortesía de Alberto Aguilar

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