Un adventista del séptimo día, en el Este de Puerto Rico, ora con una pareja sin techo, en las calles de Río Piedras, después de que se les ha entregado una “Cobija de Amor” especial, preparada anteriormente en este año por el Cuerpo de Cadetes Médicos de la región. Fotografías por cortesía de la Asociación Este de Puerto.
19 de abril de 2013 – Río Piedras, Puerto Rico…Personal DIA
Una idea movió a Cinthia Núñez a hacer una diferencia: Hacer una colecta de cobijas para más de 500 personas sin techo.
Cinthia Núñez, una adventista del séptimo de día, de Río Piedras, en el Este de Puerto Rico y capellana del Cuerpo de Cadetes Médicos Adventistas, se consternó al observar cierta mañana muy temprano, a dos personas indigentes temblando de frío junto a una parada de autobuses, así que compartió su preocupación con sus compañeros cadetes médicos. Muy pronto obtuvieron la participación de otros miembros de las iglesias adventistas del Este de Puerto Rico, en la recolección de cobijas en las comunidades a su alrededor, para ser donadas a personas indigentes. Mientras tanto, Cinthia Núñez descubrió que otras organizaciones proveían cobijas para personas sin techo, y decidió convertir estas cobijas en algo único.
Unas 515 cobijas con el texto bíblico de Salmos 4: 8 impreso, juntamente con la dirección de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Río Piedras.
Días más tarde, con 515 cobijas recolectadas, C. Núñez y sus compañeros cadetes médicos, llamaron al proyecto “Cobijas de Amor” y comenzaron a coserles las divisas con versículo bíblicos.
Vestida como ángel guardián, la cadete médica Claribel Barreto, del Este de Puerto Rico, entrega una cobija y ora por una persona sin techo durante un esfuerzo misionero de la iglesia en favor de la comunidad, hace unas semanas.
Vestidos como ángeles, los cadetes médicos se lanzaron a las calles los sábados y domingos, en Río Piedras, San Juan, Carolina, Caguas, Humacao, Cayey y Comerio, a principios de este año, para distribuir las cobijas y orar con las personas sin techo que encontraran. Unos 125 miembros de iglesia se les unieron en la distribución y proveyeron también comida caliente.
C. Núñez recuerda esa fría mañana y se siente agradecida por haber sido parte de ese regalo de amor y calor durante la estación fría en esta isla.
“Este proyecto ha servido para aumentar nuestra sensibilidad hacia este sector de la población que necesita una manifestación palpable del amor de Dios”, dijo Cinthia Núñez; pero ella no ha sido la única en percibir las necesidades de la creciente población de personas sin techo.
En el 2012, la Iglesia Adventista de Río Piedras distribuyó un total de 3,363 comidas calientes; un promedio de 280 comidas cada mes, de acuerdo con Manuel Martínez, director del Ministerio en favor de Personas sin Techo en esa iglesia.
“Todos los departamentos y ministerios de la iglesia se unieron para alimentar a los indigentes cada sábado, en las calles de la “Plaza de la Convalecencia”, en Río Piedras. Hubo veintenas de jóvenes distribuyendo cobijas y brindándoles ayuda.
Este ministerio constituye un amplio proyecto permanente de los miembros voluntarios de la iglesia, cada sábado, explicó M. Martínez.
Los informes nacionales indican que la población “sin techo” es un problema de rápido crecimiento. Según un informe en línea, unos cuantos años atrás, había unas 6,000 personas sin techo solamente en la ciudad capital de San Juan.
Los miembros de la Iglesia Adventista de Río Piedras distribuyen cada mes cobijas y alimentos durante su ministerio en favor de personas indigentes.
Los dirigentes y miembros de iglesia del Este de Puerto Rico continuarán ayudando a las personas sin techo cada sábado durante el año.
“Nos sentimos emocionados porque nuestros jóvenes no se muestran apáticos antes las necesidades de las personas sin techo”, dijo el Pastor David Sebastián, director de comunicación de la iglesia en el Este de Puerto Rico. “Continuaremos trayendo a nuestros jóvenes y trabajando con los cadetes médicos para ayudar en esta importante obra en favor de los necesitados”, añadió.
Traducción por Gloria A. Castrejón