18 de julio de 2013 Silver Spring, Maryland, Estados Unidos…Red de Noticias Adventistas
El pastor António Monteiro ha estado en prisión por más de un año, acusado de un crimen que los directivos de su iglesia dicen que no cometió.
Monteiro, el director de Ministerios de Familia de la Unión Misión del Sahel de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con sede en Lomé (Togo), se encontraba un día en su oficina cuando un hombre llegó pidiendo trabajo y algo de dinero. Ese hombre, Kpatcha Simliya, más tarde acusó a Monteiro de ser el autor intelectual de una red de tráfico de sangre para ser usada en ceremonias religiosas. Más de una decena de mujeres jóvenes habían sido halladas poco tiempo antes en los suburbios, y la gente clamaba por justicia.
A pesar de no existir evidencias de su participación, Monteiro fue detenido el 15 de marzo de 2012, y hasta la fecha su caso no ha ido a juicio. Cinco intentos de apelación por parte de su abogado, la Iglesia Adventista mundial y varios diplomáticos extranjeros hasta el momento no han producido su liberación. Los funcionarios del gobierno han hecho promesas a los líderes de la iglesia y a los abogados, pero el pastor aún sigue preso.
El año pasado, Faure Gnassingbé, presidente de Togo, se rehusó a recibir al presidente de la Iglesia Adventista mundial Ted N. C. Wilson cuando él llevó a cabo una visita pastoral al país.
Para los líderes de la iglesia y otras personas que están siguiendo el caso de Monteiro, muchos creen que en esta historia intervienen otros elementos. ¿Será que alguien necesitaba un chivo expiatorio? ¿Será que los jueces de Lomé tienen realmente la última palabra, o será que el gobierno les ordena qué decisiones tomar?
En efecto, en una declaración escrita que obtuvo ANN, Monteiro dice que el día que fue procesado, el juez le dijo en repetidas ocasiones delante de su abogado: «Pastor, yo sé que usted es inocente. Su expediente está vacío. Pero no puedo liberarlo, ya que esto no depende de mí».
Monteiro no pudo sino preguntarse: «Y entonces, ¿de quién depende?»
Ahora, más de 16 meses después, están surgiendo nuevos detalles sobre el caso, que ha dejado confundidos tanto a los abogados, a los diplomáticos y los directivos de la iglesia sobre qué pasos seguir para garantizar la liberación de Monteiro de parte de un gobierno que está violando su propia constitución al detenerlo sin base legal alguna.
Según los informes de la policía, su acusador, Simliya, ya había confesado haber asesinado a mujeres jóvenes para usar su sangre y en haber engañado a las jóvenes llevándolas a lugares solitarios con promesas inverosímiles. Simliya también cumplió una sentencia en prisión después de haber sido condenado por violación, además de tener una historia de inestabilidad mental.
Mientras tanto, un allanamiento policial en el domicilio de Monteiro y en su oficina no arrojó ningún resultado.
Cuando Monteiro fue puesto en prisión, los periódicos proclamaron que se había atrapado al verdadero criminal. Algunos publicaron su fotografía junto a otras imágenes de viales de sangre.
«El pastor Monteiro es inocente, y punto», dijo John Graz, director del Departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista mundial. «La escandalosa acusación contra Monteiro es que él, un pastor adventista, conspiró para que estas mujeres fueran asesinadas de manera que diversas partes de sus cuerpos pudieran ser usadas como parte de una ceremonia religiosa. Es una acusación absolutamente increíble y estrafalaria».
«Es una completa caricatura de la justicia, una que debería ser tolerada en cualquier sociedad que se rija por la ley», dijo Graz.
Los directivos de la iglesia han continuado trabajando tanto públicamente como detrás de escena para lograr que Monteiro sea liberado. La Iglesia Adventista mundial ha llevado a cabo vigilias internacionales de oración por Monteiro, patrocinado campañas de redacción de cartas dirigidas a los funcionarios del gobierno y diplomáticos, y estado al frente de una movilización que buscó firmas para una petición que solicita su liberación.
A pesar de todo, Monteiro sigue en prisión.
El 27 de julio de cumplirán quinientos días desde su arresto.
Esta serie de cuatro artículos se basa en entrevistas con fuentes que tuvieron alguna participación en la situación, una declaración de Monteiro, correos electrónicos, cartas, informes de periódicos, expedientes policiales y documentos de la corte.
Un vocero del Ministerio de Justicia de Togo se rehusó a efectuar comentarios para estos informes. Simliya se encuentra en prisión por diversos crímenes. Ha tratado de suicidarse, y no está disponible para comentar sobre el presente informe.
La misión de Monteiro
Un día a comienzos de 2011, Monteiro recibió el llamado de una recepcionista que haría que su vida cambiara para siempre. Se encontraba en la sede de la Unión Misión de Sahel, un edificio de dos pisos en la ciudad de Lomé, la capital de Togo.
Monteiro había trabajado allí desde 2009, después de recibir un mensaje electrónico de Guy Roger, el presidente de la unión, que lo invitaba a trabajar como director del departamento de Escuela Sabática y Ministerios Personales del territorio.
En ese entonces, Monteiro era pastor de 25 iglesias y grupos en la Isla de Fogo, en Cabo Verde. Ese país de habla portuguesa es una nación constituida por diez islas a unos 550 kilómetros de la costa de África Occidental. Monteiro había nacido allí en 1955.
Después de terminar la escuela secundaria, Monteiro dejó su hogar para asistir a un seminario adventista en Camerún. Regresó a su país natal en 1983 para comenzar a trabajar allí como pastor. En 1984 contrajó matrimonio con Madalena dos Anjos, y el matrimonio se mudó cada pocos años a medida que los administradores de la iglesia le daban responsabilidades más grandes y distritos de mayor tamaño donde cumplir su ministerio. A lo largo de los años, el matrimonio tuvo cuatro hijos.
Durante su ministerio, Monteiro participó en tres campañas de evangelización en Boston (Massachusetts, Estados Unidos), y otras en los países de Guinea Bissau y Benín, en África Occidental.
El mensaje electrónico que Roger le envió en 2009 le presentaba una disyuntiva: o se quedaba en la comodidad y la familiaridad de su país natal o se dirigía a un lugar desconocido para servir allí como misionero. Monteiro decidió aceptar el pedido, y se sintió honrado de tener la oportunidad de apoyar el desarrollo espiritual de los ciudadanos de Togo y en otros diez países de la Unión Misión del Sahel de la Iglesia Adventista. Él sabía bien que sería un desafío, dado que la región albergaba a diversas prácticas religiosas, lo que incluye una de las bases más grandes del vudú.
Más allá de esas preocupaciones, Monteiro estaba ansioso de compartir más ampliamente el cristianismo, una religión que él sentía que enseña sobre un Dios amante. Su propia fe y comunidad adventistas, que ahora está conformada por 17 millones de miembros en todo el mundo, le había infundido la importancia de la vida sana y la educación, no solo para los miembros sino también para la gente de la comunidad que estuviera interesada en mejorar su vida.
Monteiro llegó a Togo y trabajó allí por pedido de la Unión Misión de Sahel. En 2011, también se le asignó la director del ministerio de Misión Adventista y del departamento de Ministerios de Familia.
Ese día a comienzos de 2011, una recepcionista le preguntó si podía recibir a alguien que quería hablar con un pastor. Monteiro le dijo que hiciera pasar al hombre a su oficina. Entonces le ofreció asiento a Simliya, el hombre que era conocido por diversos nombres y que meses después lo acusaría de crímenes que harían que terminara en prisión.
Simliya le dijo a Monteiro que no tenía trabajo, dinero para el transporte, y que a veces le faltaban suficientes alimentos.
«¿Es usted adventista?», le preguntó Monteiro.
Simliya le dijo que así era, y que había sido bautizado por el pastor Eric Mensanvi. Roger, el presidente de la unión, confirmó más tarde que Simliya había sido bautizado en la cárcel mientras cumplía una condena de 2006 por violación.
Monteiro no conocía la historia del hombre. El pastor invitó a Simliya a una reunión de la iglesia y allí lo presentó a los ancianos de la congregación y entonces regresó a su hogar. Varias semanas después, Simliya pasó una vez más por la sede de la unión para saludar. Monteiro le preguntó: «¿Cómo anda?»
Simliya le contó la misma historia de que no tenía trabajo, ni dinero ni alimentos.
«Es verdad, la vida puede ser difícil», le dijo Monteiro. «Pero Dios proveerá».
En las siguientes semanas, Simliya apareció de la misma manera varias veces más, y un día le informó a Monteiro que había estado en prisión.
«Yo no traté de averiguar qué había sucedido», recordó más tarde Monteiro.
«Le di el siguiente consejo: ‘Ahora que usted está libre, dedíquese y esfuércese para tener una nueva vida. ¿Qué trabajo suele hacer?'»
«Soy conductor de taxi», le contestó Simliya.
«¿Tiene una licencia de conducir?»
«Sí».
«¿Puedo verla?»
«No, no la tengo conmigo. La próxima vez la traeré», dijo Simliya.
La siguiente vez que vino, unos pocos días después, Simliya dijo que le habían robado la licencia de taxista.
«Busque la copia», le dijo Monteiro.
Simliya cambió entonces de tema. Le dijo que Bruno Amah, un miembro de la Iglesia Adventista, le había ofrecido ayudarle a comprar un automóvil por unos 800 mil francos (unos 1 600 dólares), recordó Monteiro.
«Simliya me pidió que hablara con este hermano para que lo ayudara. Yo no lo conocía personalmente, pero le había hablado por teléfono pidiéndole ayuda» para un estudiante de teología.
Allí en la oficina, Simliya llamó a Amah en su teléfono celuar y se lo pasó a Monteiro. Por teléfono, Amah confirmó que conocía a Simliya. Monteiro le comunicó el pedido. Amah respondió: «Si puedo, voy a ayudarlo», recordó Monteiro.
Semanas después, Simliya llamó a Monteiro preguntándole si sabía algo de Amah. Pero no había noticias.
Pasaron varios meses, de agosto de 2011 a marzo de 2012, antes de que Monteiro escuchara hablar otra vez de Simliya. El martes 13 de marzo de 2012, Simliya llegó hasta la sede central de la unión, pero Monteiro le dijo a la recepcionista: «Ahora no, estoy muy ocupado». Aun así, habló brevemente por teléfono con Simliya, que estuvo allí en el vestíbulo usando el teléfono de la recepcionista. Monteiro le agradeció por pasar por allí, pero le informó que ese día estaba sumamente ocupado.
Comienza la detención
Dos días después, el 15 de marzo, la policía irrumpió en el hogar de Monteiro a eso de las 20:30 y lo arrestó en frente de su familia. La policía le dijo que había participado en un crimen.
«Es un error», dijo Monteiro.
Un oficial de policía replicó: «¿No es usted el señor Monteiro?»
«Sí», replicó, «pero no he participado en ningún delito.
La policía lo llevó a la comisaría donde se encontró con Simliya. Se le preguntó a Monteiro si conocía al hombre. Les contó que así era, y les contó brevemente la historia.
Tres días después, un oficial de policía le dijo a Monteiro: «Usted le encomendó una misión a Simliya».
Monteiro preguntó: «¿Qué misión? Yo tengo una sola misión que he estado cumpliendo durante cuarenta años. Soy pastor, y mi misión es predicar el evangelio».
Un jefe de policía le dijo: «Usted le solicitó sangre humana».
La policía mantuvo a Monteiro en detención en una dependencia antipandillas en una comisaría durante catorce días, encerrado en una celda de 6 por 4 metros y sin ventanas. La mayoría del tiempo estuvo sin ropa.
El 28 de marzo, fue llevado a la corte. Los allanamientos de su hogar, oficina e iglesia no habían producido evidencia alguna. Su abogado pidió que el caso fuera desestimado. El juez negó la solicitud. Y también se negó a aceptar un pago de fianza.
Desde entonces, ha permanecido en prisión.
«Es difícil saber qué es realmente lo que está detrás de todo esto», dijo Graz, director del departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa de la denominación.
Traducción de Marcos Paseggi