10 de septiembre de 2015 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Andrew McChesney, editor de noticias, Adventist Review, con información adicional de la Universidad de Walla Walla
El trabajo de tiempo completo de Gary Rittenbach implica correr de una computadora a la otra como director de informática académica en la Universidad de Walla Walla, una institución adventista de College Place, Washington, Estados Unidos. Su otra gran pasión es correr en maratones.
Es muy bueno para eso, de hecho tan bueno, que hace poco pasó a ser parte de un pequeño club de corredores que han completado las principales seis maratones del mundo: Nueva York, Chicago, Berlín, Boston, Tokio y Londres. Lo asombroso es que Rittenbach tiene 64 años, y que solo comenzó a correr hace diez años, después de que su sobrina lo animara a moverse más durante las vacaciones de invierno.
«Cuando era joven, nuestra iglesia hablaba mucho sobre la vida sana», dijo Rittenbach a la Adventist Review. «La mayor parte de eso era en forma negativa: No fume, no beba y no coma carne. Aunque esto es importante, no se decía demasiado sobre qué hacer para ser sano».
Y añadió: «Hoy día somos más conscientes de que para honrar mejor a Dios tanto mental como espiritualmente también necesitamos tener buen estado físico».
Para Rittenbach, esa conciencia se produjo años después de terminar su educación formal, y cuando ya estaba profundamente inmerso en el establecimiento y mantenimiento de laboratorios informáticos, adquiriendo computadoras y ayudando al personal con problemas de computación en la Universidad de Walla Walla.
Su sobrina, Jolene Bauer Ketting, anunció durante una visita el día posterior a la Navidad 2004 que necesitaba correr 19 kilómetros porque se estaba entrenando para la Maratón de Los Ángeles del 6 de marzo de 2005. Le pidió a Rittenbach y a su hijo adulto, Jon, que corriera con ella.
«Ambos le dijimos que no había forma de que corriera 19 kilómetros», dijo Rittenbach. «Lo máximo que había corrido eran unos 5 kilómetros».
Ketting no se dio por vencida. Les sugirió que la acompañaran cinco kilómetros, que pararan para estirarse, y que entonces corrieran otros cinco kilómetros antes de dar la vuelta y repetir el mismo procedimiento de regreso a casa.
Rittenbach y su hijo finalmente aceptaron el desafío.
«Esa misma tarde, corrimos 19 kilómetros y traspasamos así una barrera mental», dijo Rittenbach. «Ella me convenció de que me apuntara para correr la Maratón de Los Ángeles. Y así fue que la Maratón de Los Ángeles fue mi primera carrera».
A pocas cuadras de las bombas de Boston. Su intento de entrar a las seis maratones principales del mundo comenzó en 2010, cuando corrió la Maratón de Boston en abril y la Maratón de Nueva York en noviembre. Terminó cinco años después, en abril de 2015, en Londres. Después de cruzar la línea de llegada en la Maratón de Londres, Rittenbach se convirtió en uno de tan solo 428 Seis Estrellas de las Maratones del Mundo Abbott.
Rittenbach terminó su maratón más veloz con un tiempo de 3:43:19 en la Maratón de Berlín en 2012. Una maratón cubre 42 kilómetros.
En 2013 corrió la Maratón de Boston por segunda vez.
«Providencialmente, corrió bien y terminé 19 minutos antes de que explotaran las bombas», dijo Rittenbach, que se encontraba a solo unas cuadras cuando escuchó las explosiones que sacudieron la línea de llegada. El ataque terrorista, dos ollas de presión que explotaron con doce segundos de diferencia, produjo la muerte de tres personas y lesionó a otras 264 ese 15 de abril de 2013.
«Jamás olvidaré lo que dije después de la primera explosión: ‘Ningún sonido así puede venir de la línea de llegada. Espero que sea solo un accidente y no algo malicioso'», dijo Rittenbach. «Pero cuando explotó la segunda, el corazón me dio un vuelco».
Ingresar a las principales maratones no es tan simple. Para participar de la Maratón de Bostón hay que tener un determinado tiempo, pero las demás se basan en una lotería. Rittenbach trató de participar en la Maratón de Londres durante cuatro años, pero jamás fue aceptado. En 2014, después de correr Boston por tercera vez, se apuntó con un operador de maratones para obtener un lugar en Tokio. No mucho después recibió las noticias tan esperadas de que tenía lugar en la Maratón de Londres.
En febrero de 2015, Rittenbach completó la Maratón de Tokio, y en abril cruzó la línea de llegada en Londres.
«Correr dos maratones al año es bastante, en especial cuando solo hay nueve semanas entre ellas», dijo.
‘Salgan y hagan algo’. Londres fue la última maratón planificada, pero Rittenbach, que ha corrido más de 16 mil kilómetros en la última década, dice que siempre será un corredor.
«El tiempo que dedico a correr me ha hecho estar lejos de los teléfonos y otras distracciones», dijo. «Durante esos momentos, tengo mucho tiempo para pensar».
Hace poco preparó una lista de ocho lecciones de vida que ha aprendido al andar corriendo. La número 2, «Ayudarse y animarse mutuamente», dice en parte lo siguiente: «En una maratón, miles de espectadores dan gritos de aliento a los corredores: ‘Bien hecho’, ‘Es atractivo tener uñas negras’, ‘Ya casi llegaste’ […]. La iglesia debería ser así, un lugar donde los cristianos se animan mutuamente en el camino de la vida […]. ‘Por lo cual, animaos unos a otros y edificaos unos a otros, así como lo estáis haciendo’ (1 Tesalonicenses 5:11)».
Rittenbach también ha preparado una lista de siete consejos sobre cómo comenzar a correr, lo que incluye variar de circuito, seguir un plan de entrenamiento que implique correr cinco días a la semana, y dormir ocho horas en horarios regulares.
¿Y qué consejo da a los demás? No es necesario que corran, pero tienen que mantenerse activos.
«Si tan solo pudiera decirles una cosa a las personas, los animaría a salir y hacer algo», dijo. «No importa lo que sea: andar en bicicleta, nadar, correr. Redescubran el gozo del movimiento. Eso cambiará sus vidas».
Traducción de Marcos Paseggi