5 de octubre de 2015 | Maryland, Estados Unidos | Carolyn Azo –División Sudamericana
Justin Torossian tal vez sea mejor conocido como el «tatara tataranieto», o cuarto nieto en orden generacional descendiente de Jaime y Elena G. White, cofundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Pero este pastor de 29 años, que estudia en la Universidad Andrews, habló humildemente acerca de su prominente árbol genealógico, declarando en una entrevista en línea, que Elena G. White escribió apropiadamente en Palabras de vida del gran Maestro, p. 212: “Cristo no reconoció ninguna virtud en el linaje. Él enseñó que la relación espiritual sobrepuja toda relación natural”.
“En otras palabras, si crees en el don profético dado a través de Elena G. White, entonces eres su descendiente espiritual”, dijo Justin Torossian. “Y de acuerdo con el mismo Jesús (Juan 8:39-40) y con Elena G. White, eso es lo que cuenta más”.
Justin Torossian, nacido en California, quien ayuda en una iglesia local de habla hispana en Míchigan, mientras estudia una Maestría en Divinidades en la cercana Universidad Andrews, dijo que no consideraba un privilegio ser un descendiente biológico de los esposos White.
“Pero estoy muy agradecido por estar relacionado con ellos espiritualmente”, dijo. “Y ese es un privilegio que todos podemos tener independientemente de en qué familia hayamos nacido físicamente. ¡Ella puede ser la ‘Abuela Elena’ de todos nosotros!”
Justin Torossian — cuya graduación está programada para mayo del 2016 y que regresará al ministerio en el centro de California como pastor de un distrito de dos iglesias — dijo que su sueño personal es ver a Jesús venir durante su vida y ver cómo aquellos que ha ayudado a guiar a Jesús, son arrebatados en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor.
“Cuando lleguemos al cielo, después de ver a Jesús y encontrarme con mi ángel guardián, no podré esperar para encontrarme con mi abuelo Jaime y mi abuela Elena”, dijo.
Y esto es lo que dijo en una extensa entrevista, acerca de Elena G. White y su influencia en su vida.
P: ¿Cuál es exactamente tu parentesco con Elena G. White?
Jaime y Elena son mis tatara tatarabuelos. De sus dos hijos sobrevivientes, Willie fue el único que tuvo hijos — ¡pero tuvo suficientes como por los dos! El primero de sus siete hijos fue su hija Ella (Robinson). Ella tuvo tres hijos, y mi abuela Gladys Kubrock fue la menor. Después de su matrimonio con mi abuelo Daniel, tuvo seis hijos, una de ellas, mi madre Edee. Entonces mis padres me tuvieron a mí.
P: ¿Qué influencia de la vida de Elena G. White, te heredó a ti tu madre?
Durante mis años de crecimiento, viví a solo 10 minutos de Elmshaven, la última casa donde vivió Elena G. White. Siendo que mis abuelos vivían ahí y daban tours o recorridos, mi imagen de Elena. G. White fue mayormente la de aquella vecina compasiva y abuela amante que era.
Mientras crecí, el saber que estaba emparentado con alguien que Dios usó en formas milagrosas, realmente no se hizo consciente hasta aproximadamente los 17 años. Fue entonces, después de mi reconversión durante una campaña de evangelización, que regresé a Elmshaven y sentí por primera vez que estaba “pisando tierra santa”. Fue entonces cuando realmente comencé a sumergirme en la lectura de sus libros y a ser bendecido por los mensajes de Dios para nosotros a través de ella.
P: ¿Cuál de los libros de Elena. G. White ha sido de mayor influencia en tu vida y en tu ministerio?
El camino a Cristo. Lo vuelvo a leer cada año como parte de mis devociones. Si se lee solamente una página al día, se lleva de cuatro a cinco meses terminarlo. Además, la compilación titulada Obreros evangélicos ha sido una bendición para mí. Es lectura obligada para cualquiera que se interese en dar a conocer el evangelio.
P: ¿Cuál es tu cita favorita de Elena G. White?
Es difícil reducirlo a solamente una. Tengo varias favoritas. Actualmente, las páginas 16 y 17 del Deseado de todas las gentes ocupan el primer lugar en mi lista. Dice: “Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. ‘Por su llaga fuimos nosotros curados’. Por su vida y su muerte, Cristo logró aún más que restaurar lo que el pecado había arruinado. Era el propósito de Satanás conseguir una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos pecado”.
P: ¿Qué historia de la vida de Elena G. White ha sido de mayor influencia en tu vida?
Hay muchas historias que demuestran su sólida fe, su llamado profético y su fidelidad al deber. Pero quiero compartir una historia que mi abuela Ella escribió en su libro, que nos da una vislumbre de la personalidad y creatividad de Elena G. White.
Cuando su hijo Willie era apenas un bebé, Anna, la hermana de su esposo, vivía con ellos y le ayudaba en el trabajo de oficina. A la tía Anna le encantaba cargar y acariciar al bebé Willie, pero tenía tuberculosis. ¿Cómo iba Elena a apartar al bebé Willie de sus brazos sin herir sus sentimientos?
Entonces se le ocurrió una idea. Al acercarse más y más a la tía Anna y el bebé Willie, le dio a Willie un pequeño pellizco — suficiente solo para que comenzara a llorar.
“¡Oh, seguramente quiere estar con su mamá!”, dijo Elena.
“Sí, creo que sí”, dijo Anna, devolviéndole el bebé a Elena.
Este truco se repitió con frecuencia, pero Anna nunca captó la intención.
Esta historia no solamente muestra la creatividad de Elena G. White, sino también lo compasivo de su corazón. La mayoría de las madres en esa situación, no vacilarían en decirle simplemente a su cuñada: “Deja de cargar a mi bebé. Le vas a contagiar tu enfermedad”.
Pero el sensible corazón de Elena tomó en consideración los sentimientos de Anna y encontró una forma de resolver el problema sin herir los sentimientos de su hermana.
Con frecuencia las personas se forman una idea errónea acerca de Elena G. White por causa de adventistas no muy bondadosos que usan sus escritos en una forma que ella nunca hubiera usado— en forma dura o condenatoria. Pero esta es una de muchas historias que demuestran que aunque Dios le pidió que diera mensajes que eran a veces difíciles de dar y difíciles de escuchar, Elena G. White era como Jesús: Lo hizo siempre con amor y compasión.
Era muy agradable estar cerca de Elena G. White, quien tenia un buen sentido del humor y amaba a las personas. Una de las muchas personas jóvenes que vivieron con los esposos White, cuando era una jovencita en su tapa de crecimiento, fue la Sra. H.E. Rogers, quienrecuerda con mucho cariño:: “Ella se interesaba mucho en nuestros juegos infantiles. Por la noche nos contaba historias de la Biblia y oraba con nosotros, y de ahí nos íbamos a la cama. Una vez a la semana nos dejaba tener una lucha a almohadazos. Era una persona cálida y muy humana”.
El saber cómo era como persona uno de los profetas de Dios, nos ayuda a comprender mejor el carácter de Dios y nos permite apreciar más profundamente los mensajes dirigidos a nosotros a través de ellos. Aunque la mayor evidencia respecto al don profético de la abuela Elena es que pasa todas las pruebas bíblicas como profetisa, el hecho es que su vida estuvo también llena del fruto del Espíritu y eso es importante como persona (Mat. 7:20).
P: ¿Qué puedes aconsejarles a los lectores de los escritos de Elena G. White?
Creo que tengo para ellos un desafío y también un consejo. Mi desafío es el siguiente: Únanse a mí en el compromiso de leer al menos dos nuevos libros de Elena G. White cada año, hasta que el Señor regrese. Les garantizo que será toda una bendición para su alma. Y al hacerlo, mi consejo es el siguiente: Pidan a Dios que les hable a través de sus escritos. Recuerden siempre, los mensajes de Dios a través de un profeta son justamente eso — mensajes de Dios. Aunque las palabras hayan sido escritas por Elena G. White, los mensajes son divinos, enviados por Dios mismo. De la misma manera como el centro y propósito de todas las Escrituras es Jesús (Juan 5:39), el propósito y centro de los escritos de Elena G. White es también Jesús. Es por ello que al espíritu de profecía se le llama “el testimono de Jesús” (Ap. 19:10).
Al leer los mensajes de Dios a través de la Biblia y a través de Elena G. White, pide a Dios que haga algo más que alimentar con ideas tu mente. Pídele que transforme tu corazón.
Al aplicar lo que hemos aprendido con el poder del Espíritu Santo, obraremos un cambio permanente en nosotros. Será una transformación que nos llevará rumbo a la eternidad.