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Wally Amundson y su intérprete, Jean-Baptiste Manirakiza, en la iglesia Mudende de Ruanda. Imágenes por cortesía de Wally Amundson

1 de junio de 2016 | Ruanda | Wally Amundson/Adventist Review

Los miembros y candidates al bautismo aguardan que comience la ceremonia en la iglesia de Mudende el pasado 28 de mayo.

Apresurándose por el camino pedregoso que se dirige a la iglesia adventista de Mudende, mi intérprete y yo expresamos nuestros saludos e invitaciones usuales a los boquiabiertos residentes, para que nos acompañaran a las reuniones de evangelización en curso.

Muchos sonrieron y replicaron: “¡Nos vemos allí!” Pocos de ellos habían visto de cerca alguna vez a un blanco en este extremo montañoso de Ruanda, que mira hacia la frontera con la República Democrática del Congo.

Entonces, una mujer nos sorprendió.

Después del saludo usual, me dijo: “Lléveme con usted a su casa”.

Nos detuvimos.

Al mirar al rostro de la mujer, vi a una madre sincera, quizá inclusive a una abuela, que había pasado años trabajando en el campo para suplir las necesidades básicas de su familia.

No estaba seguro cómo responder.

Así fue que, después de saludos adicionales y de reafirmar nuestra invitación para las reuniones, mi intérprete y yo reiniciamos nuestra caminata hacia la iglesia.

Mi joven y enérgico intérprete, Jean-Baptist Manirakiza y yo estábamos llevando a cabo una serie de 18 reuniones bajo el lema “Participación Total de los Miembros Ruanda”, una campaña de evangelización llevada a cabo en más de 2200 lugares del país del 13 al 28 de mayo.

Mi esposa, Christine, y su intérprete Bonaventure Iyamuduhaye, estaban llevando a cabo reuniones similares en las cercanías, en la iglesia adventista de Shaki, ubicada en la base del Monte Karisimbi, un volcán inactivo en las Montañas de Virunga. Aunque Christine y yo hablábamos unas pocas palabras de kiñaruanda, el idioma oficial de Ruanda, gracias a un proyecto misionero en el pasado, ambos necesitábamos ayuda para comunicarnos.

Jean Semucyo, pastor de la iglesia de Mudende, bautiza a personas con la ayuda de Wally Amundson.

Las reuniones están yendo bien. Cientos de hombres, mujeres y niños estaban aprendiendo nuevas verdades diarias de la Biblia y reafirmando la fe que ya habían experimentado en ambas iglesias. Ellos abrazaron con ansias cada noche las invitaciones a tomar una decisión por Cristo. El entusiasmo y la aceptación que mostraban contagiaban energía. Aun así, seguía pensando en la mujer con el inusual pedido de que la llevara a mi casa. Es muy probable que ni supiera de que vivo en Miami, Florida, Estados Unidos; solo sabía que había venido desde lejos.

Le pregunté a mi intérprete si la mujer estaba asistiendo a las reuniones de evangelización, y me enteré de que vivía en las cercanías y que era muy probable que estuviera presente.

El último sábado, decidí compartir el breve diálogo durante mi sermón final, que estuvo dedicado al cielo.

Evitando detalles específicos para impedir que alguien se avergonzara, conté el espontáneo pedido de la mujer de la comunidad, que quería ir a mi casa. La respuesta fue una exclamación instantánea de entusiasmo y aprobación, señalando que otras personas había pensando lo mismo y que me habrían hecho el mismo pedido si se les presentara la oportunidad.

Acordamos en que la mujer habría estado asombrada por las nuevas vistas y experiencias si la hubiera invitado a venir conmigo a los Estados Unidos. Sin embargo, después de unos días o semanas, dijo, la mujer probablemente habría dicho: “¿Dónde está mi familia? ¿Dónde están mis amigos? Tengo ganas de comer las verduras de mi huerta”.

La congregación dejar escapar una carcajada, corroborando lo que había dicho.

Wally Amundson y su esposa Christine, con líderes de evangelización de las iglesias de Mudende y Shaki.

Sugerí que en lugar de aceptar una excursión temporaria a otro país, sería mucho mejor aceptar la invitación de Cristo de unirse a él en el hogar celestial. Ese es el lugar en el que los amigos y las familias ya no serán separados, y donde podremos comer con Jesús bajo el Árbol de la Vida.

Reflexionamos entonces en Isaías 65:21, 22, donde dice: “Edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite
ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán de la obra de sus manos” (NRV95).

Al llegar a esa instancia, la congregación estuvo lista para repetir de memoria las palabras de Jesús en Juan 14:1-3, y en unísono, en un tono que parecía una exclamación, dijeron: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (NRV95).

Las vigas de madera de la iglesia de ladrillos rojos vibraron con la convicción tanto de los recién bautizados como de los miembros habituales.

El 28 de mayo fueron bautizadas 116 preciosas almas de la iglesia de Mudende, y otras 100 de la iglesia de Shaki fueron bautizadas en una ceremonia conjunta. En total, casi cien mil nuevos creyentes adventistas se unieron a la iglesia en Ruanda.

Ese sábado, Jean Semucyo, el pastor de la iglesia de Mudende, declaró a la congregación: “Todos los ángeles del cielo están visitando Ruanda en este sábado especial”.

La congregación inmediatamente respondió con un caluroso: “¡Amén!”

Ese día, dejamos la iglesia con una simple oración en los labios dirigida a nuestro Señor Jesucristo: “Llévanos a casa contigo”.

Traducción of Marcos Paseggi

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