11 de julio de 2016 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N. C. Wilson, presidente, Asociación General de la Iglesia Adventista

Necesitamos ser faros de luz spiritual y anclas de influencia moral en momento de incertidumbre generalizada.

Ted Wilson se dirije a los delegados despues de ser elegido como presidente. Imagen por Robert East/ANN

Al observar la situación social del mundo, vemos que se está volviendo cada vez más y más violento.

En los últimos tiempos —desde Sudán del Sur hasta los Estados Unidos, desde Bangladés hasta Irak, y desde Turquía hasta más y más países— aparece ser que los vientos de los conflictos se han incrementado e intensificado hasta el punto de ebullición. Personas inocentes y desprevenidas se han visto terriblemente afectadas. He orado por esos lugares, por las familias involucradas y las diversas situaciones reinantes.

Aunque no deseamos ser alarmistas y necesitamos mantener el equilibrio, la confianza y la esperanza que da el cielo, parece ser que el mundo está desintegrándose día a día cada vez más. Aunque sabemos que estos tipos de dificultades y tragedias se harán cada vez más comunes al fin del tiempo, necesitamos seguir siendo faros de luz espiritual y anclas de influencia moral en momentos de incertidumbre generalizada.

Nuestra influencia espiritual solo puede llegar si nos apoyamos completamente en el Señor, nuestra Roca y Salvación. Cristo nos amonesta en Mateo 24:12-14 diciéndonos: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”.

Al colocarnos nosotros, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra iglesia en las manos omnipotentes de Dios, entendamos que solo él puede proteger y cuidar de nosotros a medida que nos aproximamos a los últimos días de la historia de la tierra. La anarquía que parece omnipresente en tantos lugares puede extinguir el amor por los demás, pero si estamos cimentados en el amor de Cristo, nuestro amor por los demás podrá florecer, porque compartiremos ese amor celestial con otros y nuestras acciones bendecidas por el cielo serán un gran testimonio a todos los que nos rodean.

En verdad, el evangelio del reino está siendo predicado en todo el mundo, y los miembros de iglesia están involucrados de manera activa en la Participación Total de los Miembros, mostrando al mundo el amor de Cristo en palabras y acciones. Es aún más esencial, sin embargo, que incrementemos nuestros esfuerzos para compartir de manera personal y corporativa como Iglesia Adventista del Séptimo Día, las maravillosas nuevas de los mensajes de los tres ángeles, que muestran a otras personas a Cristo y su poder de transformar vidas y llegar a ser más y más como él.

Cristo es nuestra ancla
Es solo en Cristo y su justicia que podemos hallar la verdadera dirección de nuestra vida, la vida de nuestras familias, de nuestras comunidades, y por la sociedad como un todo. Los poderosos y convincentes mensajes proféticos de la proclamación de los últimos días de Dios tienen que ser vistos en nuestra vida diaria práctica y en la proclamación que damos. Esta es la hora y el momento para que los adventistas del séptimo día muestren al mundo, por medio del poder del Espíritu Santo, lo que significa tener esperanza en el poder del Señor de producir cambios en nuestra vida y la sociedad.

Sabemos a partir de la comprensión profética de Daniel y Apocalipsis que este mundo se degenerará hasta el caos y la oposición a la Santa Palabra de Dios, pero eso no significa que no podemos ser sólidos centinelas de la gracia y el poder divinos para enfocar la atención de las personas en el pronto regreso de Cristo.

Hago un llamado a los adventistas del séptimo día de todo el mundo para que enfoquen su atención en Cristo, su Palabra, su justicia, el servicio del santuario, su poder de salvación en el gran conflicto, los mensajes de los tres ángeles, su mensaje de salud, su misión de los últimos días al mundo, y su pronta segunda venida.

Roguemos al Espíritu Santo que nos dé el poder de la lluvia tardía, para que el mensaje de Dios para los últimos días salga como reguero de polvo por medio de nuestra testificación, la proclamación de la Palabra, y nuestras acciones semejantes a las de Cristo de amor celestial por los demás. Es imperativo que nos demos cuenta en qué tiempo estamos viviendo y nos enfoquemos en el mensaje y la misión encomendada a la Iglesia Adventista para este tiempo.

Seamos fieles para proclamar la justicia de Cristo, que es el centro de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14, en contraste con el egoísmo y egocentrismo de los poderes de la bestia de Apocalipsis 13. No nos distraigamos de nuestra misión sino que, por el contrario, enfoquémonos en Cristo y su poder para salvar, en especial durante estos momentos tan difíciles en todo el mundo.

El libro El conflicto de los siglos, en la página 542, nos dice: “Satanás inventa innumerables medios de distraer nuestras mentes de la obra en que precisamente deberíamos estar más ocupados. El archiseductor aborrece las grandes verdades que hacen resaltar la importancia de un sacrificio expiatorio y de un Mediador todopoderoso. Sabe que su éxito estriba en distraer las mentes de Jesús y de su obra. Los que desean participar de los beneficios de la mediación del Salvador no deben permitir que cosa alguna les impida cumplir su deber de perfeccionarse en la santificación en el temor de Dios. En vez de dedicar horas preciosas a los placeres, a la ostentación o a la búsqueda de ganancias, las consagrarán a un estudio serio y con oración de la Palabra de verdad. El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador. Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos, o desempeñar el puesto al que Dios los llama”.

Una posición única para los adventistas
Es el propósito de Dios que los adventistas ocupen una posición única en esta Tierra en el tiempo del fin, y ahora es momento de hacerlo. La Iglesia Adventista del Séptimo Día es un movimiento profético con un mensaje profético en una misión profética. Está liderada por Dios mismo, no por seres humanos. Dios tiene una obra y un mensaje especiales que tienen que ser proclamados por cada miembro, no solo por los pastores y los obreros de la iglesia. A eso se refiere la Participación Total de los Miembros. Todos haciendo algo por Cristo, proclamando el último mensaje de salvación de Dios por medio de la palabra y las acciones solícitas, todo esto dirigidos por el poder del Espíritu Santo. Se nos dice en Testimonios para la iglesia, tomo 9, página 95: “La obra de Dios en este mundo no podrá terminarse hasta que los hombres y las mujeres que componen la feligresía de nuestra iglesia se interesen en la obra y unan sus esfuerzos con los de los ministros y dirigentes de la iglesia”.

Tenemos que enfocar la atención de las personas en Cristo y en lo que él ha hecho y está haciendo por nosotros. Siguiendo con la inspiración de El conflicto de los siglos, leemos en secciones seleccionadas de las páginas 542 a 544: “El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. Es de la mayor importancia que todos investiguen a fondo estos asuntos, y que estén siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que les pidiere razón de la esperanza que hay en ellos. La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fué su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar velo adentro, ‘donde entró por nosotros como precursor Jesús’(Hebreos 6:20). Allí se refleja la luz de la cruz del Calvario […]. Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación […]. Todos los que desean que sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón. Hay que deponer el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cristianos de profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos […]. Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la expiación. Incalculables son los intereses que ésta envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial”.

Apoyémonos completamente en Cristo
Apoyémonos completamente en la gracia y los méritos de Cristo, el único que puede salvarnos y ayudarnos a compartir su amor incomparable con el mundo que nos rodea. Se nos dice en Testimonios para la iglesia, tomo 9, página 11: “Estamos viviendo en el tiempo del fin. El presto cumplimiento de las señales de los tiempos proclama la inminencia de la venida de nuestro Señor. La época en que vivimos es importante y solemne. El Espíritu de Dios se está retirando gradual pero ciertamente de la tierra. Ya están cayendo juicios y plagas sobre los que menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y combinan fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos”.

Hermanos y hermanas adventistas de todo el mundo, ¡qué tiempo este para estar vivo y apoyarnos en los méritos de Cristo, para que él nos use en esta última proclamación al mundo, hablando de su plan de salvación y su amor eterno!

Respondamos al llamado dado por nuestro Señor, y seamos parte de la Participación Total de los Miembros, compartiendo la justicia de Cristo, su amor, su llamado al arrepentimiento y la sumisión plena a él, los profundos mensajes de los tres ángeles y su pronto regreso. Compartamos con amor la Palabra de Dios y ejemplifiquémoslo en vidas semejantes a la de Cristo por medio de su gracia y poder. ¡Sí, ven Señor Jesús!

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