Santo Domingo, Dominican Republic - 26 ene 2017
25 de enero de 2017 | Santo Domingo, República Dominicana | Julie Lee, Maranatha Volunteers International,
Los adventistas del séptimo día de una comunidad cuarenta minutos al norte de Santo Domingo, la capital de República Dominicana, ahora tienen un templo con capacidad para cien peronas que atrae a las visitas y no provoca el desprecio de los vecinos.
La iglesia adventista Portadores de Luz, en Villa Mella, tenía una capilla armada con retazos de metal, hasta que un escuadrón de participantes de Maranatha Volunteers International llegaron hasta el lugar y, en diez días, construyeron una nueva iglesia con una estructura de acero galvanizado y paredes de bloques.
El proyecto de construcción fue parte del Proyecto Familiar Navidad de Maranatha, un viaje misionero anual diseñado para ofrecer a las familias unas vacaciones dedicadas al servicio. Este año, el programa atrajo a 72 voluntarios a la República Dominicana. Los participantes llegaron desde los Estados Unidos, Canadá, Brasil y Bermuda, y tenían de entre 5 a 75 años.
El proyecto ha sido elevador para la congregación Portadores de Luz; la antigua estructura producía el ridículo y el desprecio de la comunidad, lo que hacía difícil atraer a las visitas a los cultos. Todo esto ahora ha cambiado.
“Ahora podemos invitar aun a los acaudalados porque tienen un lugar cómodo donde sentarse, un edificio decente para adorar a Dios”, dice Zacarías Franco, primer anciano de Portadores de Luz. Aunque el edificio aún necesita ser pintado, la congregación ha estado reuniéndose en el espacioso santuario desde que terminó el proyecto un mes atrás. “Ahora estamos aún más motivados, porque podemos mostrar a la comunidad que nuestro Dios es real, y que está dispuesto no solo a salvar sino a satisfacer nuestras necesidades”.
Los voluntarios también dieron una nueva mano de pintura a la iglesia adventista La Colina, un edificio que construyó Maranatha en 2002; organizó un programa de ministerios del niño con los miembros de Portadores de Luz; y organizó una clínica médica, que vio a cientos de pacientes.
El equipo de voluntarios incluyó muchos participantes jóvenes. Los menores de 13 años fueron invitados a un campamento diurno, organizado por los voluntarios de Maranatha. El programa invitó a los niños para que trabajaran unas pocas horas por las mañanas en diversos sitios, y que entonces pasaran a actividades misioneras o culturales por las tardes. Los niños tuvieron la oportunidad de colocar bloques, pintar una iglesia y casas de los vecinos, armar y distribuir paquetes de comida, y aprender cómo cocinar platos dominicanos.
La mañana de Navidad, los voluntarios dieron la bienvenida a un grupo de huérfanos de un hogar para niños de Santo Domingo, para una celebración especial. Los adultos organizaron juegos, y los niños representaron la historia completa del nacimiento de Jesús en español, incluyendo las ropas y los cánticos. El día terminó con una cena especial junto con regalos y artículos escolares para cada uno de los huérfanos.
Para la familia Ratteray, de Bermuda, la interacción con los huérfanos les resultó sumamente significativa. Loida y su esposa decidieron ir a un viaje misionero para ofrecer una experiencia alternativa de Navidad para sus dos hijas, de 8 y 12 años.
“Noté que las fiestas se estaban volviendo muy materialistas y costosas. Me di cuenta de que estábamos perdiendo el significado real de la Navidad. Cuando descubrí que había un proyecto misionero familiar durante la Navidad, me sentí impresionado por el Espíritu Santo de que esto era lo que Dios quería que hiciéramos este año”, dice Ratteray.
Pero renunciar a la Navidad no fue fácil. Los Ratteray estaban acostumbrados a grandes encuentros con sus parientes y a muchos regalos, juegos, fiestas y alimentos.
“Cuando anunciamos a la familia que no participaríamos de las festividades, quedaron atónitos”, dice Ratteray.
También les dijo a sus hijas que este año no habría regalos. En lugar de eso, las niñas llevarían regalos para los huérfanos. Fue un cambio dramático en la tradición, y a las niñas les costó mucho. Pero todo eso cambió en el viaje misionero.
“Después de interactuar con los niños locales y de ver cómo viven algunos de ellos, las niñas se volvieron más altruistas y apreciaron más lo que tienen”, dice Ratteray. “En especial Daniela, la menor. Regresó con el deseo de romper su chanchito alcancía para comprar cosas para los niños que visitamos en la República Dominicana. Hasta animó a su hermana para que le diera su dinero de cumpleaños. ¡Por cierto que la perspectiva de ellas ha cambiado!”
Para Bobby Peña, de California, experimentar unas vacaciones dedicadas al servicio fue tan solo un beneficio de participar del Proyecto Familiar de Navidad. Él, su esposa y dos hijos adolescentes decidieron ir al viaje misionero para pasar juntos un tiempo de calidad antes de que su hijo mayor fuera a la universidad.
“Somos una familia muy ocupada, con horarios complicados, mucho trabajo, colaboración de voluntarios, vida en la escuela y la iglesia… Todas cosas buenas, pero queríamos tener una oportunidad de desconectarnos un poco y enfocarnos en el servicio”, dice Peña.
En la República Dominicana, los Peña trabajaron como equipo, implementando el programa de Campamento Diurno para Niños, y conduciendo los cultos. Durante diez días, la familia durmió, comió, trabajó y participó de los cultos, sin estar casi nunca separados. ¿El resultado?
“Me he dado cuenta de que cuando se le pregunta a nuestra familia del viaje, la respuesta suele incluir la palabra ‘impresionante’”, dice Peña. “El viaje nos ayudó a reconectarnos como familia, entre nosotros y también con Dios. También nos dio el beneficio adicional de hacernos de nuevos amigos. Salir de nuestra comodidad usual, escuchar las historias de los voluntarios y los locales tuvo un tremendo impacto sobre nosotros. Y me gustaría decir que vemos a las personas de manera diferente, de ver el valor que trae cada persona al servicio, cómo podemos ayudarnos unos a otros, y la obra que el Señor tiene para cada uno de nosotros”.
“Fue una experiencia realmente impresionante para nuestra familia, y lo mejor que hemos hecho en un buen tiempo”.
Desde 1969, Maranatha Volunteers International ha brindado oportunidades de servicio para los voluntarios por medio de la construcción de iglesias, escuelas y pozos de agua. Maranatha comenzó el Proyecto Familiar de Navidad en 2003 como una actividad alternativa para las fiestas, y como una manera de que las familias experimenten juntas el servicio. Maranatha también ofrece proyectos familiares durante el verano. En 2017, habrá Proyectos Familiares en Guyana y Kenia. Visite www.maranatha.org para ver la lista completa de oportunidades de voluntariado.
Traducción de Marcos Paseggi