La Iglesia de la Universidad, en el campus de la Universidad Adventista del Plata. Algunos de los exlíderes de la institución acaban de ser procesados por un juez federal en Argentina. Imagen de la Universidad Adventista del Plata

23 de febrero de 2017 | Marcos Paseggi, corresponsal principal, Adventist Review

Los líderes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Argentina se han comprometido a hacer cambios y comenzar de nuevo después de que un juez federal decidió procesar a algunos de ellos, junto con el director de ADRA en Argentina y dos exdirectivos de la universidad adventista en el país, con cargos de supuesto contrabando de artículos electrónicos no declarados en ese país sudamericano.

Antes de su renuncia, en un mensaje de video del pasado 17 de febrero que fue distribuido ampliamente en los medios sociales y las iglesias locales del país, Carlos Gill Krug, entonces presidente de la Unión Asociación Argentina, reaccionó oficialmente a la noticia del procesamiento y compartió los pasos que ha estado dando la iglesia en la región para cumplir con los requerimientos del proceso legal y evitar problemas futuros para la iglesia.

“Tan pronto como la noticia se hizo pública hace meses, el rector y el vicerrector de promoción de la universidad renunciaron para facilitar la investigación”, dijo Gill Krug. “La iglesia también ha formado dos comisiones separadas —una interna y otra externa— para efectuar una revisión de los problemáticos sucesos, analizar los procesos actuales y determinar quién tiene que ser considerado responsable”.

Desde entonces, Gill Krug, el tesorero de la unión, y el director de ADRA Argentina también renunciaron para dejar la puerta abierta a que la iglesia se reorganice y salga adelante, mientras ellos se dedican tiempo completo a las demandas legales del caso, según informó la Agencia Sudamericana de Noticias de la Iglesia Adventista el 22 de febrero.

El mensaje del expresidente de la unión había sido grabado y dado a conocer un día después de que importantes medios del país revelaron las pruebas que llevaron al juez federal de Campana Adrián González Charvay, después de una investigación de siete meses, a procesar a los líderes adventistas supuestamente involucrados. Para la noche del jueves 16 de febrero, la noticia marcaba tendencia, generando miles de comentarios en las ediciones en línea de al menos dos periódicos nacionales y otros medios de comunicación.

El calvario para la Iglesia Adventista de Argentina se inició en julio en 2016 cuando, en una inspección no programada en el puerto de Zárate, Buenos Aires, funcionarios de aduanas hallaron que el contenido de dos contenedores procedentes de los Estados Unidos y con destino a la Universidad Adventista del Plata no concordaban con los formularios de declaración aduanera. Los contenedores venían bajo el nombre de la Asociación Argentina de los Adventistas del Séptimo Día, la entidad legal sin fines de lucro de la iglesia en el país.

En su mensaje de video, el exlíder de la unión había pedido a los miembros que sacaran el mejor provecho de ese lamentable suceso en pro de un arrepentimiento y renovación corporativas.

“Es un momento de reflexión”, había dicho Gill Krug. “Cuando cometemos errores, es fundamental reconocer humildemente nuestros errores, aceptar plenamente nuestras responsabilidades, y apartarnos del mal camino”.

El mensaje de video también se esforzó por garantizar a los miembros que la organización de la iglesia está comprometida con la búsqueda de la verdad.

“Nuestra iglesia debe —y quiere— aclarar esta situación”, dijo Gill Krug. “¿Por qué? Por que es la única manera en la que podemos pedir las bendiciones de Dios y recuperar la confianza de la comunidad”, había explicado.

En efecto, si bien el alcance del así llamado “Container gate” aún está siendo evaluado, y el proceso legal sigue adelante, muchos miembros y partidarios de la iglesia creen que la marca adventista en Argentina se ha visto afectada.

“Si perdemos nuestro buen nombre, ¿qué nos queda?”, escribió alguien que se identificó como un miembro de iglesia preocupado.

Sus comentarios están en sintonía con la historia de la Iglesia Adventista en Argentina. Después de décadas de ser considerada una secta en un país mayormente católico, la iglesia había encontrado lentamente su nicho como proveedora de servicios educaciones y de cuidado y atención de la salud de alta calidad. En un barrio acomodado de Buenos Aires, la Clínica Adventista Belgrano ofrece tratamientos de primera línea a famosos actores, estrellas del deporte y políticos. Unas horas al norte de allí, asisten al Centro Adventista de Vida Sana de la iglesia influyentes empresarios y personalidades de la televisión y el gobierno, que llegan hasta allí para beneficiarse de los programas antiestrés y para dejar de fumar.

En un comunicado oficial, la Iglesia Adventista de Sudamérica reiteró su compromiso para fomentar la rendición de cuentas y hacer todos los cambios que sean necesarios para prevenir similares situaciones tan desafortunadas en el futuro. La Iglesia de Sudamérica también ha enfatizado que, de acuerdo con sus valores, no tolerará irregularidades de ningún tipo de ilegalidad.

“La Iglesia [Adventista de Sudamérica] lamenta profundamente toda esta situación que afecta a nuestra comunidad de fe y a la sociedad argentina”, expresó el comunicado. “[Sostenemos] los valores éticos y morales basados en la Biblia, los cuales promueven el cumplimiento de las leyes. Como desde el inicio del caso, [reiteramos nuestra] cooperación con las autoridades correspondientes”.

Con posterioridad a la renuncia de los líderes de la unión, la Junta Directiva de la Unión Asociación Argentina eligió a Darío Caviglione, hasta ahora presidente de la Asociación Argentina Central, como nuevo presidente de la unión, y a Raúl Kahl, quien se desempeñaba en la Asociación Argentina del Sur, como su nuevo tesorero.

Traducción de Marcos Paseggi

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