2 de marzo de 2018 | Kumasi, Ghana, África Occidental | Wally Amundson, pastor retirado de la División Interamericana
La noche oscuro hizo que fuera difícil ver los 450 oyentes cuando todos ellos se levantaron de sus sillas de plástico acomodadas en medio de un cambo abierto. Algunos se adelantaban a la plataforma de madera en respuesta al mensaje de esa noche. Mientras miraba cómo jóvenes y viejos comenzaban a reunirse en el claro seco y polvoriento, mi mirada se vio atraída hacia un señor mayor llevado de la mano por una joven. Era ciego. Oramos por ese nuevo grupo comprometido, para que Dios los guardara y los edificara en la fe mientras noche tras noche seguíamos estudiando la Palabra de Dios. Esa reunión al aire libre, al igual que en muchos de los demás sitios, era llevada a cabo bajo el cielo oscuro y sin estrellas, dado que en la región, el solo suele ponerse a las 18.00.
Christine y yo nos encontrábamos en Kumasi, Ghana, enviados por la División Interamericana para unirnos a otros líderes y miembros voluntarios de los Estados Unidos para llevar a cabo reuniones de evangelización durante 15 días. Los miembros a lo largo y a lo ancho de toda la División de África Centro Occidental, y también de diversas partes del mundo, continúan orando por las 2500 reuniones de evangelización que se están llevando a cabo en África Occidental en los próximos meses. Aun el pastor y los miembros de nuestra iglesia allá en Miami Springs, Florida, Estados Unidos, estaban orando todos los días por nosotros.
Al preguntar por el ciego, comenzó a emerger una imagen interesante. Abraham Kofi Kwarteng nació hace 45 años en Nsuta, la región Ashanti. Junto con su familia y tres hermanos y hermanas, Abraham asistió a la Iglesia Adventista, pero jamás se bautizó. Después de la escuela media, Abraham escogió la agricultura como medio de vida. Después de algunos años, Abraham se alejó de la fe y de su familia. Su hermano Iván dice que la familia estaba preocupada porque por años no sabían dónde vivía. En 2006, Iván comenzó a experimentar visión borrosa, que más tarde sería diagnosticada como glaucoma. Un ministerio local al que se había unido no brindó respuestas a sus preguntas, y pronto tuvo que abandonar el grupo de estudio de la Biblia debido a su escasa visión.
Con el tiempo, Abraham se puso en contacto con su hermano Iván, que ahora era enfermero y trabajaba en un hospital adventista, pero era ya muy tarde para revertir la pérdida de la vista. Iván tenía acceso a los medicamentos que podrían haber salvado gran parte de la visión de Abraham. Iván pensó que, si su hermano hubiera venido antes, podría haberle aplicado algún remedio, pero ahora Abraham había quedado ciego.
Con la familia reunida, Ivan decidió brindarle a Abraham tanta asistencia como fuera posible, tanto física como espiritualmente. A menudo oraban juntos en voz alta, mientras Iván le leía la Biblia. Ivan estaba feliz de estar nuevamente con su hermano, aun a pesar de su condición.
Abraham aceptó su ceguera como un hecho de la vida, y no creía que Dios lo estaba castigando o enviándole un mensaje. Sin embargo, como ahora dependía de los demás, su atención se volvió más hacia Dios. Abraham dijo: “Es más fácil comprender a Dios ahora que estoy ciego”.
Cuando Abraham escuchó que habría una serie de reuniones al aire libre donde podría aprender más de la Palabra de Dios, decidió que era tiempo de regresar al Señor. Durante las reuniones, mientras pensaba en la muerte de Cristo por sus pecados, y después de enterarse que Jesús mismo se había sometido al bautismo, vio también su necesidad de ser bautizado. Cuando le preguntó en qué estaba pensando cuando se adelantó esa oscura noche, dijo que había sentido un fuerte deseo de ser parte del pueblo de Dios cuando Cristo regrese.
Durante el bautismo de Abraham el sábado siguiente en un fresco arroyo cercano, un emocionado Iván estuvo allí para presenciar este milagro de sanación espiritual. Abraham dice que durante su bautismo, se sintió muy pero muy feliz por su decisión. Le dio gran gozo saber que había entregado su vida a Cristo y se había unido a la familia de Dios. Abraham dice que no siente deseos de regresar a su antigua vida ahora que ha experimentado una vida nueva con Dios. Ahora proclama que gracias a lo que Dios ha hecho por él, no permitirá que nada lo lleve nuevamente a sus caminos antiguos. Abraham siente gozo y la bienvenida de las personas que lo rodean ahora que es parte nuevamente de la familia.
Le pregunté a Abraham si tenía algún mensaje para los que pueden ver, pero que no han visto o experimentado el amor de Dios. Miré que los ojos escamosos de Abraham iban de un lado a otro, como en busca de respuestas. Después de una breve pausa, Abraham replicó. “Los que pueden ver tienen que usar la ventaja de “ver” a Dios y su creación. Tienen muchas más evidencias para rendirse al Señor. Deberían entregarse a él”.
Al reflexionar sobre esta transformadora experiencia, vi a Abraham sentado, noche tras noche, en la primera fila, frente a una pantalla de más de seis metros que proyectaba hermosos gráficos que ilustraban el evangelio y la segunda venida, que él no podía ver. Suavemente, el Espíritu Santo despertó el corazón de Abraham mientras estaba allí sentado en las tinieblas, profundizando su sentido de necesidad y dándoles visión espiritual. Ese momento de pie allí en el corazón de Ghana fue un anticipo del momento en que Abraham podrá ver, en esta ocasión con sus propios ojos, la gloriosa segunda venida de nuestro Señor y Salvador.
Christine y yo aguardamos con ansias ese día en que las palabras de Jesús a los dos seguidores de Juan el Bautista registradas en Mateo 11:5 adquirirán un nuevo significado: “Los ciegos ven…”. Ese maravilloso cumplimiento futuro implica que cada uno tiene que compartir ahora mismo el mensaje de salvación. Unámosnos hoy mismo con la familia de Dios en todo el mundo para participar, en momentos en que la iglesia lo alienta a hacerlo así mediante la iniciativa Todo Miembro Involucrado. Hay muchos más que al igual que Abraham se acercarán a usted en la Tierra Nueva con corazones agradecidos de que usted participó y compartió su fe en este momento fundamental de la historia de la tierra.
El pastor Wally y su esposa Christine Amundson fueron misioneros en la década de 1980 en Ruanda, Burundi y Costa de Marfil, donde establecieron las primeras oficinas de OFASA (ahora ADRA) en el continente africano. Se jubilaron en la División Interamericana en 2016, y representaron a la DIA en las reuniones de evangelización de TMI en Ghana.
Traducción de Marcos Paseggi