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A todos nos ha pasado.

Puede que escuchemos, veamos o leamos un convincente informe sobre las propiedades beneficiosas de una determinada opción nutricional en un respetado medio. Allí se enfatiza que las afirmaciones del informe tienen el respaldo de las últimas investigaciones científicas. Descubrimos que estamos de acuerdo con lo vemos u oímos: de alguna manera, terminamos por convencernos. Como “nuevos conversos”, salimos inmediatamente a comprar la fruta, la verdura, los granos o el aceite que se promociona como panacea. No obstante, pasan solo unos días, y nos encontramos con otro informe de salud sobre ese mismo artículo nutricional. La única diferencia es que, en esta ocasión, las afirmaciones con respaldo científico parecen señalar en la dirección totalmente opuesta.

¿Cómo encontrar sentido ante toda esta información contradictoria? ¿Cómo filtrar los hechos de la ficción? ¿Cómo diferenciar sólidos consejos sobre la dieta del palabrerío basado en la última moda alimentaria?

Estas preguntas y otras similares no fueron abordadas directamente en el Congreso Internacional de Nutrición Vegetariana en Loma Linda, California, Estados Unidos, a fines de febrero de 2018. De manera indirecta, sin embargo, varias presentaciones y al menos una de las sesiones plenarias han ofrecido perspectivas esclarecedoras sobre la manera en que funcionan la ciencia y la opinión pública, lo que incluye tener en cuentas las fuentes que usan y “compran” los medios y que nosotros, a su vez, consumimos.

A continuación, se presentan un par de ejemplos, según los ilustran dos de las presentaciones durante el evento.

Los problemas de la ciencia: El consumo de soya y el cáncer de seno

La manera que tiene la ciencia de referirse al consumo de soya en las supervivientes del cáncer de seno constituye un ejemplo significativo de sus errores y sesgos, dijo Mark Messina, profesor adjunto de la Escuela de Salud Pública de Loma Linda. Se han producido debates vigorosos que se han pronunciado sobre el impacto de la ingesta de soya después del diagnóstico sobre la prognosis de las supervivientes del cáncer de seno, contó Messina. Las primeras objeciones surgieron después de que estudios con roedores publicados en la década de 1990 mostraron que las isoflavonas de la soya estimulan el crecimiento de los tumores mamarios ya existentes en ratones a los que se les implantó células de cáncer de seno humano.

Los resultados de los estudios con ratones fueron extrapolados y aplicados automáticamente a los humanos, informó Messina. Sin embargo, para obtener un cuadro más abarcador del tema más allá de lo que se comparte con el público en general, tenemos que entender cómo funciona la ciencia. Es importante diferenciar entre las pruebas clínicas, especialmente en los ratones, y la investigación con datos humanos, dijo.

“Ninguna prueba clínica evaluó el impacto del consumo de soya sobre el cáncer de seno”, explicó Messina. “Sin embargo, una considerable cantidad de datos humanos señalan que el consumo de soya por parte de las supervivientes de cáncer de seno no solo es seguro sino en potencia beneficioso”.

Aunque conclusiones instantáneas sobre pruebas preliminares con ratones culparon al consumo de soya, desde entonces, estudios clínicos han mostrado que “el consumo de soya…no afecta adversamente los marcadores de riesgos de cáncer de seno”, informó Messina. A diferencia de las riesgosas terapias combinadas de hormonas, el consumo de soya no solo no resulta perjudicial, sino que puede ser ventajoso tanto para las supervivientes del cáncer de seno como para las mujeres sanas.

“Datos epidemiológicos que abarcan [a más de] once mil supervivientes estadounidenses y chinas de cáncer de seno muestran que consumir soya después del diagnóstico de cáncer de seno reduce la recurrencia y la mortalidad”, dijo Messina. “[Y] en conjunto, las evidencias indican que las recomendaciones de consumo de soya para las mujeres sanas también son aplicables a las supervivientes de cáncer de seno”.

El vaivén de la opinión pública: La manteca, el aceite de coco y otras grasas

En lo que respecta a la información conflictiva que se puede hallar en los medios, es fundamental tener en cuenta cómo funcionan estos, y encontrar todos los datos posibles para tomar decisiones con buena base, aconsejó Alice Lichtenstein, profesora de Ciencias y Políticas Nutricionales y científica principal de la Universidad Tufts, en Massachusetts, Estados Unidos. Un buen ejemplo de esta dinámica, dijo, es el tema de las grasas en la dieta, un tema que “en el pasado reciente se ha tornado poco claro y bastante turbio”, expresó.

Lichtenstein explicó que las primeras orientaciones para la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares de la década de 1960 sugerían remplazar las fuentes alimentarias de grasas saturadas —las carnes rojas, la manteca, el queso, etc.— con grasas insaturadas —aceite de oliva, aguacates, la mayoría de las nueces y semillas, etc.

Tiempo después, dijo ella, el énfasis se trasladó a una reducción de las grasas totales. Al mirar hacia atrás, sin embargo, ese cambio produjo un incremento del consumo de carbohidratos (y en su mayor parte refinados). Esto produjo dislipidemia (o una cantidad anormal de lípidos en la sangre), lo que movió otra vez el péndulo hacia un renovado énfasis en la sustitución de las grasas, lo que, según ella, tampoco terminó de zanjar la cuestión.

No todas las grasas son iguales

“Fundamental, pero a veces ausente…es la tarea de distinguir entre los macronutrientes de remplazo”, dijo Lichtenstein. En otras palabras, no solo es importante remplazar la grasa animal, sino escoger sus remplazos con sabiduría, explicó.

“En los últimos años, por ejemplo, los titulares de los principales medios han estado proclamando los beneficios de la manteca como una mejor opción que otros preparados untables que contienen grasas trans”, informó. “Aunque esto es verdad, lo que la gente suele pasar por alto es que la manteca sigue siendo grasa saturada, lo que incrementa los niveles de colesterol en la sangre y el riesgo de sufrir afecciones cardiacas”. Pasarse a fuentes naturales de grasas insaturadas, señaló ella, es mucho mejor.

Lichtenstein también hizo una mención especial del aceite de coco, que en tiempos recientes ha sido promocionado habitualmente como una panacea del régimen alimenticio. Si bien reconoció que el consumo de aceite de coco se disparó después de que los medios repetían hasta el cansancio sus supuestos beneficios en comparación con la manteca y otros remplazos de grasa animal, ella enfatizó la importancia de “leer la letra pequeña”. “El aceite de coco es una grasa vegetal, que es mejor que una grasa animal”, explicó. “Pero aun así, contiene elevados niveles de grasas saturadas, lo que ha mostrado ser perjudicial para la salud humana”.

De a poco, la opinión pública se está poniendo al día, anunció. Según Lichtenstein, el año pasado, las ventas de aceite de coco se desplomaron. Parece que cada vez más personas están obteniendo una mejor comprensión de las diferencias entre los diversos tipos de grasas y sus efectos sobre la salud humana, dijo.

“En el presente, la mayoría de los datos apoyan la recomendación de remplazar los alimentos de elevados niveles de grasas saturadas con los que tienen elevado nivel de grasas insaturadas”, concluyó.

El papel que juega la ética en los medios

La presentación plenaria de Lichtenstein también incluyó una evaluación franca de lo que ella cree es un componente clave de la información o mala información que se da en los consejos nutricionales, a saber, la ética de los medios. Contó cómo, en una conversación privada, un amigo que trabaja en los medios le confesó que la presión de incrementar el número de visitas o entradas a una noticia está afectando a muchos que trabajan en ese campo.

Es algo, dijo Lichtenstein, que está llevando a que muchos reporteros pasen por alto sus cuestionamientos éticos para buscar titulares y comentarios de salud para “conmocionar”, lo que no siempre contiene información rigurosa.

“En último término, todo está centrado en la ética de reporteros individuales”, dijo, “y no hay mucho que podamos hacer al respecto”.

Es otra razón, concluyó ella, por la que es fundamental un análisis crítico de las noticias que se comparten en los medios. “Al examinar con detenimiento evidencias conflictivas o contradictorias, cuanto más elementos se tengan en cuenta, más probable será que tomemos mejores decisiones”, concluyó.

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