La cuestión del servicio militar estuvo presente desde el comienzo de la Iglesia Adventista. La denominación, que fue organizada oficialmente en 1863 durante el apogeo de la Guerra Civil en los Estados Unidos, tuvo que enfrentar casi inmediatamente la problemática de qué respuesta darían sus miembros al llamado a las armas.
Al igual que con otras preguntas difíciles, los pioneros estudiaron el tema usando la Biblia como guía, y concluyeron que la postura que más concordaba con los principios bíblicos era ser no combatientes (la objeción de conciencia a portar armas).
Para 1864, la joven iglesia había apelado con éxito al gobierno de los Estados Unidos pidiendo la designación de no combatiente, una postura que ha conservado desde entonces.
Se reafirma la posición después de la Segunda Guerra Mundial
En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia Adventista elaboró aún más su posición al aprobar el documento “Las relaciones de los adventistas con los gobiernos civiles y la guerra” en el Congreso de la Asociación General de 1954. La declaración se vio reafirmada y refinada aún más en los Concilios Anuales de la Junta Directiva de la Asociación General 1954 y 1972. La declaración expresa, en parte:
“El cristianismo auténtico se manifiesta en la buena ciudadanía y la lealtad al gobierno civil. La irrupción de la guerra entre los seres humanos de ninguna manera altera la lealtad y la responsabilidad suprema del cristiano hacia Dios, o modifica su obligación de practicar sus creencias y poner a Dios en primer lugar.
“Esa sociedad con Dios por medio de Cristo, que vino al mundo no para destruir la vida de los seres humanos sino para salvarla, lleva a los adventistas a abogar por una postura de no combatientes, siguiendo a su Maestro divino al no quitar la vida humana sino hacer todos los esfuerzos posibles para salvarla”.
Definición de no combatiente
“Servicio de no combatiente” es definido como “(a) servicio en cualquier unidad de las Fuerzas Armadas donde jamás se porten armas; (b) servicio en la unidad médica de cualquiera de las Fuerzas Armadas […]; o (c) cualquier otra designación de función primaria en la cual no se requiera la utilización de armas en combate, siempre y cuando esa designación sea aceptable para el individuo al que concierne y no requiera que porte armas o sea entrenado para usarlas”.
Además de adoptar una posición de no combatientes, la Iglesia Adventista alienta a sus miembros para que no se unan a las Fuerzas Armadas. A pesar de ello, eso no es requisito para seguir siendo miembro. Según “Adventistas de uniforme”, el sitio web de Ministerios Adventistas de Capellanía, la iglesia “no busca ser la conciencia de los miembros o comandantes sino más bien presentar elementos que ayuden la conciencia y conducta de ambos, para que tomen las decisiones con la mayor comprensión y reflexión posibles”.
La Iglesia Adventista entiende que, en algunos países, no existe la opción de no combatiente, y los adventistas están obligados a prestar servicios en las Fuerzas Armadas. Aun en esos casos, se anima a esos jóvenes creyentes para que encuentren maneras de ser fieles a Dios mientras sirven a su país. Si los miembros terminan en las Fuerzas Armadas, ya sea por elección personal o conscripción, la iglesia, por medio de sus Ministerios Adventistas de Capellanía, y otros recursos, procura brindarles apoyo espiritual.
Testimonio histórico
Los adventistas han mantenido su testimonio histórico a favor de la paz y como no combatientes a lo largo de los 155 años de su existencia. No es una postura oculta: de la manera más pública posible, los líderes de la Iglesia Adventista han hecho llamados periódicos a los líderes del mundo para que eviten conflictos y busquen al Príncipe de Paz (Véase “Salvar la vida en lugar de quitarla” en el número de agosto de 2018 de Adventist World).
Acaso el soldado adventista no combatiente más famoso fue Desmond Doss, médico en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Doss es conocido por salvar la vida de 75 compañeros durante una cruenta batalla en la isla de Okinawa.
Ese acto de valor le significó la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos. Fue el primero, y uno de tan solo tres objetores de conciencia, en recibir esa condecoración.
Otra historia, acaso menos conocida pero igualmente inspiradora es la de catorce estudiantes adventistas reclutados por el Ejército Británico durante la Primera Guerra Mundial. La inspiradora experiencia de estos fieles pero perseguidos jóvenes que se mantuvieron firmes al observar el descanso sabático y se rehusaron a portar armas es contada en un filme de 28 minutos “Cuestión de conciencia: Héroes adventistas de la Primera Guerra Mundial,” producido por Victor Hulbert, director de comunicación de la División Transeuropea de la Iglesia Adventista. Entre a aquí para leer el artículo “Catorce soldados en el Ejército de Dios” de Hulbert; entre aquí para ver el filme.
Un pueblo de oración
Como adventistas, necesitamos ser un pueblo de oración. Aunque el mundo se dedica a batallas visibles, cada día se llevan a cabo muchas batallas invisibles pero muy reales del gran conflicto. Satanás y sus ángeles batallan contra cada uno de nosotros, esforzándose para reclamar finalmente que el mundo les pertenece.
Necesitamos orar por nuestros países, dondequiera estén, y por los líderes de nuestros países. Necesitamos orar por nuestros colegas, por la iglesia mundial, y por los desafíos que presenta el servicio militar en diversas partes del mundo. Y más que nada, necesitamos orar por la paz: por esa paz que solo Jesús puede dar, y por su reino venidero, donde ya no habrá guerras.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron” (Apoc. 21:4). (Apoc. 21:4).
Ted N. C. Wilson es el presidente de la Iglesia Adventist del Séptimo Día a nivel mundial.
Traducción de Marcos Paseggi