13 de octubre de 2018 | Battle Creek, Míchigan, Estados Unidos | Alberto R. Timm, Patrimonio White
Como se ha vuelto ya una práctica durante los últimos años, el Concilio Anual 2018 de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se inició también con una Conferencia sobre Educación y Desarrollo de Liderazgo (LEAD, por sus siglas en inglés). Eruditos y dirigentes de la iglesia presentaron tópicos que en este año enfocaron su atención en la historia temprana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Esto parece más que apropiado, siendo que los miembros de la Junta Ejecutiva de la Asociación General que asisten al Concilio Anual se han reunido en Battle Creek, Míchigan, Estados Unidos, un lugar estrechamente relacionado con la historia de los inicios de la denominación. La siguiente es una presentación llevada a cabo el 12 de octubre por el director asociado del Patrimonio White, Alberto Timm, quien habló sobre algunas lecciones que los adventistas del séptimo día pueden aprender de las altas y bajas en la experiencia adventista en Battle Creek. La presentación del director asociado Alberto Timm, sirvió además como introducción a la presentación del libro Lessons from Battle Creek (Lecciones de Battle Creek), (Review and Herald, 2018), del cual fue coeditor, con el director del Patrimonio White, James R. Nix. Se han conservado elementos de la presentación oral. —Editores de Adventist Review
¿Qué viene a tu mente al escuchar el nombre “Battle Creek”? Desde una perspectiva sociopolítica, la palabra “batalla” (battle), podría sugerir que una guerra o batalla importante tuvo lugar cerca de allí. Pero, según lo hizo señalar James Nix, fue simplemente una lucha entre cuatro hombres, —dos tasadores contratistas del gobierno de Estados Unidos y dos indios potawatomi. Desde una perspectiva de negocios, el nombre “Battle Creek” está asociado con la Compañía Kellogg, la poderosa compañía multinacional estadounidense de alimentos, cuya planta matriz se encuentra en esta ciudad.
Sin embargo, desde una perspectiva adventista, ninguna otra ciudad en el mundo ha sido el escenario de tantos eventos significativos en el desarrollo y consolidación de la Iglesia Adventista del Séptimo día, como Battle Creek. Aquí puedes dar vuelo a tu imaginación y ver a Joseph Bates tocando a la puerta de David Hewitt —“el hombre más honesto en el pueblo”— para darle a conocer a él y a su familia el mensaje adventista. Puedes imaginar que ves a Elena G. White escribiendo su visión del Gran Conflicto en 1858. Aquí puedes contemplar a los pioneros de nuestra denominación eligiendo el nombre “Adventista del Séptimo Día”; organizando la Asociación General; inaugurando primeramente el Instituto Occidental de Reforma pro Salud (Western Health Reform Institute), llamado más tarde sanatorio de Battle Creek) y entonces el Colegio de Battle Creek; y reorganizando la estructura de nuestra iglesia en la Sesión de la Asociación General en 1901. Podrías observar también el espíritu político y belicoso que culminó con los extraños “incendios” que Elena G. White identificó como juicios punitivos de Dios.
El nombre “Battle Creek” despierta sentimientos encontrados para nosotros como iglesia. Por una parte, fue en esta población que la iglesia logró muchas victorias y recibió bendiciones incontables. Pero por otra parte, algunas tensiones teológicas y conflictos personales terminaron finalmente en trágicas apostasías, como en el caso de D. M. Canright, Franklin Belden, John Harvey Kellogg, A. T. Jones y algunos otros. ¿Como pueden las personas que aman al mismo Señor y leen la misma Biblia pelearse unas con otras en forma tan amarga? ¿Qué es lo que hace que alguien que defendió a la iglesia pelee más tarde contra ella y contra sus doctrinas? ¿Qué lecciones podemos aprender a partir de toda esta saga referente a Battle Creek?
En 1 Corintios 10, el apóstol Pablo medita en los 40 años de peregrinaje del pueblo de Israel por el desierto (versículos 1-10) y añade entonces en los versículos 11-13 (NVI), “Todo eso les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos. Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir”.
El apóstol Pablo animó a sus lectores a familiarizarse ellos mismos con la historia del pueblo de Dios y a aprender de ella. George Santayana (1863-1952) advirtió: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Si este es el caso, podríamos entonces hacernos a nosotros mismos unas cuantas preguntas: ¿Qué nos trajo aquí a Battle Creek? ¿Estamos realmente interesados en recibir inspiración y, de hecho, aprender de nuestro pasado?
Permítanme hacer resaltar algunas cuantas lecciones que creo que son muy importantes para todos nosotros.
¿No es este un buen consejo para nosotros también? Los seis puntos que acabo de enfatizar son de una naturaleza más general. ¿No podría acaso haber sido un tanto más preciso en mi enfoque, proveyendo incluso algunos ejemplos para ilustrar mis puntos? Sí, podría haberlo sido. Pero me propuse intencionalmente tratar este tópico desde una perspectiva más general. ¿Por qué? Porque este no es el fin de mi presentación. Hoy estamos dedicando el libro Lecciones de Battle Creek (Review and Herald, 2018), lanzado al público justamente ahora para esta conferencia. Esta edición contiene las versiones actualizadas y revisadas de todos los artículos, documentos y discursos presentados durante las Sesiones de Medio Año de la Asociación General en el 2013, llevadas a cabo aquí en Battle Creek.
Antes de proceder con la dedicación de este libro tan esclarecedor, deseo leer la siguiente declaración de Elena G. White: “Los registros de la historia sagrada han sido escritos no simplemente para que los leamos y nos maravillemos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de antaño pueda obrar en nosotros. El Señor obrará ahora en forma no menos señalada, en dondequiera que haya corazones de fe dispuestos a ser canales de su poder”.
Traducción – Gloria A. Castrejón