Semanas después de que decenas de réplicas han azotado a Puerto Rico desde el terremoto en diciembre, la Iglesia Adventista del Séptimo Día está allí brindando esperanza a cientos de personas que están viviendo en tiendas y sintiéndose inquietos ante la nueva normalidad: ser desplazados y sentir incertidumbre respecto de lo que es traerá cada día.
“Estamos enfrentando los mismos temblores diarios, a veces dos o tres veces por día, y viendo incertidumbre en los rostros de muchas personas”, dijo el pastor José Alberto Rodríguez, presidente de la Iglesia Adventista en Puerto Rico, durante una reciente conversación telefónica.
Hay 55 familias de la iglesia que se han visto afectadas por los terremotos en la isla, informó Rodríguez. Quince perdieron sus casas en Guayanilla, Ponce, Peñuelas, y algunos en la zona oriental de la isla. “Más de ocho mil personas están alojadas en refugios, lo que incluye a decenas de miembros adventistas”, dijo. “Nuestros miembros en el norte, este y oeste de la isla están asistiendo a las familias de la iglesia más afectadas, mientras que la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales de Puerto Rico está ayudando a los que viven en las muchas comunidades”.
ADRA Internacional y otras organizaciones no gubernamentales de Puerto Rico lograron brindar y distribuir doscientas tiendas y 1500 mantas en las comunidades afectadas.Cada día, los líderes de la iglesia viajan a Guayanilla en el sur, el epicentro del terremoto, y visitan a los miembros de la comunidad para evaluar sus necesidades y ofrecer aliento.
“Cada día se están brindando platos de comida, y la mayoría de las tiendas reciben los alimentos y comodidades básicas que son posibles en este momentos”, dijo Rodríguez. Los cultos de la iglesia se siguen llevando a cabo en las tiendas todas las semanas, y los pastores y docentes de la Iglesia Adventista están ofreciendo consejería y oraciones, mientras los puertorriqueños tratan de enfrentar las cicatrices que les dejó el huracán María, la inestabilidad económica y política, y el desplazamiento que han causado los temblores del terremoto.
Los miembros de iglesia están participando de la tarea de escribir cuatrocientas cartas de aliento y ánimo espiritual a cuatrocientas familias que están en los refugios y que sienten necesidad de esperanza en medio de este proceso, según Rodríguez.“Estamos haciendo grandes esfuerzos de cuidar de los afectados de manera personal, brindándoles refugio, duchas, aparatos de cocina y apoyo psicológico”, dijo Rodríguez.
Las clases han recomenzado en diez de las trece escuelas primarias y secundarias adventistas de la isla. Tres iglesias no han podido ofrecer servicios en el sur, pero los cultos no han sido interrumpidos. La Universidad Adventista en Mayagüez reinició sus clases la semana pasada.
Muchos de los miembros de iglesia han tenido que mudarse a otras ciudades y pueblos, muchos han dejado la isla, y muchos aún están buscando maneras de irse, explicó Rodríguez. “Es duro, ¿saben? Uno ve sus rostros: Están cansados, están tristes y viven con temor e incertidumbre. A veces, un abrazo o una oración no los lleva a sentirse mejor”.
“Parece que fuéramos expertos en huracanes aquí; somos como meteorólogos para los huracanes, pero con este terremoto, estamos aprendiendo tanto porque jamás hemos pasado por algo tan difícil como esto”, dijo Rodríguez. “No hay necesidad de alimentos o agua, como así tampoco de los principales artículos, pero lo que más necesitamos son oraciones y la ayuda de profesionales, para asistir a los que han sido desplazados”.Rodríguez dijo que ha estado en diálogo con el departamento de salud de la División Interamericana para coordinar con el equipo de expertos en trauma psicológico de la Universidad de Loma Linda, para que brinde intervenciones individuales a los miembros de la iglesia y la comunidad en las próximas semanas. Las fechas están siendo coordinadas para antes de fin del mes, dijo Rodríguez.
“No sé cómo pero Dios está conservando el crecimiento de la iglesia aquí”, dijo el pastor Rodríguez. Con un éxodo tan grande de miembros durante los últimos cuatro años y más de cuatrocientos alumnos menos en las escuelas de la iglesia desde el huracán María en 2017, “de alguna manera aún estamos a flote”, dijo. “No lo entiendo, pero Dios no nos ha abandonado; estamos superando la situación, y veo que para siempre son sus misericordias”.
Traducción de Marcos Paseggi