Un grupo de estudiantes de la Universidad La Sierra comenzó a planificar con varios meses de anticipación su viaje de casi 4400 kilómetros a Guatemala, recolectando decenas de pares de zapatos, cientos de muñecos de peluche, y otros artículos para distribuir entre los huérfanos, los ancianos, los pacientes de pediatría y de cuidados paliativos, y familias necesitadas.
El recorrido de ocho días en el país para ayudar a otros por medio de donaciones, asistencia de salud y otras actividades comunitarias requirió que durmieran cada noche en bolsas de dormir, y grandes pasos lejos de lo que les resulta cómodo.
En la noche del 12 de diciembre de 2019, un grupo de 18 estudiantes de La Sierra, dos docentes de biología, y el cónyuge de un docente partieron del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles para Ciudad de Guatemala, como participantes del proyecto humanitario anual de la Sociedad de Premedicina a ese país centroamericano. La sociedad, un club de estudiantes para los que cursan diversas carreras de ciencias de la salud, ha estado viajando a Guatemala todas las vacaciones de Navidad desde 2004, bajo la dirección de Eugene Joseph, profesor asociado de ciencias anatómicas del Departamento de Biología de La Sierra.
El objetivo de los viajes misioneros es multifacético, dijo Joseph. Incluye ofrecer ayuda humanitaria a los niños y las familias de Guatemala, lo que incluye ayudar a los médicos, los dentistas y los profesionales de salud locales en la distribución de atención médica y odontológica. También abarca “[brindar] a nuestros estudiantes de premedicina, preodontología y de preciencias de salud la oportunidad de servir y apreciar el valor de ayudar a otros en un contexto altruista humanitario, [y de inspirar] a nuestros estudiantes para que regresen a Guatemala u otros campos misioneros”, dijo. El trabajo que llevaron a cabo en Guatemala también les brinda una oportunidad de “identificar y alentar a jóvenes adventistas prometedores de Guatemala para que reciban títulos universitarios y profesionales, para que puedan ayudar a que el país se eleve por sobre algunas de las situaciones existentes de pobreza”, expresó.
El grupo de estudiantes de este año fue el segundo más grande en los 15 años en que la sociedad ha estado llevando a cabo esos viajes de ayuda más allá de la frontera sur de los Estados Unidos. Los estudiantes llevaron doce maletas llenas con sesenta pares de zapatos donados, cien tarjetas caseras de Navidad, 540 muñecos de peluche, y algunos caramelos, que Iris Landa, partidaria de larga data y ex directora de asesoría académica de La Sierra ayudó a recolectar. Landa ha estado consiguiendo donaciones de muñecos de peluche para el proyecto anual del club por más de una década. Unos sesenta o más muñecos de peluche fueron donados por Ariel Lynch, una exalumna de La Sierra, y su familia.La travesía del grupo de La Sierra incluyó visitas a varios pueblos e iglesias, un orfanato, dos hospitales y una clínica médica comunitaria. Sus actividades incluyeron pintar casas y construir gallineros hasta distribuir los zapatos y muñecos de peluche donados, coordinar manualidades y juegos para los niños, asistir al personal médico y dental, y colaborar como voluntarios de la Casa Ronald McDonald.
“Quiero dar más”
Para la estudiante de preenfermería y residente de Auburn, California, Gillian Fralick, el viaje a Guatemala representó su primera experiencia misionera fuera de los Estados Unidos. Fue una experiencia transformadora. “Realmente me sentí llamada a presentar la solicitud para participar del viaje misionero”, expresó. “Sentí que era lo correcto; no sé bien cómo explicarlo. Sentí paz respecto de mi decisión de tratar de ir, y que si lograba hacerlo, mis talentos con los niños y el amor por las personas sería usado para Jesús”.
Ingresar al mundo de extrema pobreza que experimentan tantas familias en Guatemala afectó profundamente a Fralick. “Fue definitivamente un choque cultural darme cuenta de que no todos viven en una casa limpia con pisos y paredes reales”, dijo. Describió un momento que en particular le resultó desgarrador, cuando oró por una joven de 22 años que sufre de cáncer, que estaba acostada en la única cama de una casa con piso de tierra. La joven falleció esa misma noche. “Aún me duele el corazón de pensar en la familia que perdió a su hija”, dijo Fralick, y añadió: “Aunque presenciamos mucho dolor, también vimos muchas sonrisas. Es lo que realmente me ayudó a seguir adelante en los momentos difíciles. Ver cómo se iluminaban los rostros de los niños cuando les dábamos su primer animalito de peluche que podían abrazar y disfrutar. Ver cómo se llenaban de lágrimas los ojos de los padres cuyas casas pintamos o después de que le entregábamos bolsas de alimentos.
“La experiencia en general fue increíble, y es algo que haría una vez más sin pensarlo”, dijo Fralick. “Mi perspectiva de la vida, y el reconocimiento de cuántas bendiciones tengo, realmente ha cambiado. Es adictivo, y quiero más. Quiero dar más, dado que Dios me ha dado tantas cosas”.Dos familias de Ciudad de Guatemala que han servido como anfitrionas del grupo por muchos años proveyeron, respectivamente, de un lugar para dormir y una gran cocina donde el grupo cocinó sus propias comidas. Los estudiantes y los docentes durmieron en bolsas de dormir sobre colchones de aire en una de las casas de familia, y entonces cocinaron y comieron en la otra casa.
La actividad comunitaria que más le interesó a Fralick fue un día en el la clínica médica comunitaria. A pesar de ello, se enfermó el día del evento y tuvo que quedarse en la casa de la familia anfitriona. A pesar de su desilusión, el día terminó siendo beneficioso de una manera inesperada. Ella fue testigo del “ministerio en acción” de su anfitriona, que limpió las habitaciones del grupo y le hizo una sopa a Fralick. “Me sentí como en casa. Aunque pensé que me iba a perder la bendición de ayudar a otros ese día en la clínica, recibí la bendición de que otra persona me ayude”, expresó.
Profundo impacto
Arturo Diaz, profesor asociado de biología de La Sierra, participó del viaje para colaborar como traductor, participar en la obra comunitaria y brindar apoyo adicional según fuera necesario. Fue su primera experiencia como parte del proyecto de ayuda anual de la Sociedad de Premedicina, y el efecto personal que tuvo fue más grande del que había anticipado, dijo Diaz.
“No creo que había llegado a captar completamente el impacto que ellos tienen en las comunidades hasta que estuve allí”, expresó. “Fue una de las mejores experiencias que he tenido alguna vez”.Diaz notó el profundo aprecio de las familias de Guatemala que recibieron juguetes, alimentos y otra ayuda, o que simplemente participaron de juegos e interactuaron con los estudiantes. Recordó la reacción de una niñita de 7 años que recibió un animal de peluche durante un evento. “Esa fue la primera vez que había tenido un animal de peluche. Y por ello, reforzó algo que había considerado antes en términos de cuán afortunado somos y cómo solemos tomar las cosas por sentadas”, expresó.
“Todos fueron bendecidos por el impacto que tuvimos sobre las personas”, dijo Jaymie Gacula, estudiante del último año de ciencias biomédicas/premedicina con planes de llegar a ser médico. Gacula es la vicepresidenta y coordinadora de actividades de la sociedad. Entre sus muchas responsabilidades están garantizar que los estudiantes hayan tenido suficientes artículos a mano para manualidades, juegos y otras funciones, y coordinar con los líderes de la sociedad para supervisar la atención del grupo y sus fondos. “Me preocupaba por tener las cosas preparadas para cada día, y tenía que salir y comprar lo necesario”, explicó Gacula. “Una vez que le pedí a Dios que me ayudara a darme cuenta de que estaba allí para servir y mostrar su amor a otras personas, me sentí llena de gozo. El cansancio que sentí al final de cada día no se puede comparar con la felicidad de servir a otros”.
El viaje misionero de diciembre fue el tercero para Taryn Batin, presidenta de la Sociedad Premédica y estudiante del último año de neurociencias con planes de seguir la carrera médica. Las amplias responsabilidades de Batin incluyeron comunicarse con los supervisores del viaje y con los anfitriones de Guatemala para ejecutar los planes de las actividades, organizar las listas de compras, las tareas de cocina y limpieza, y los itinerarios.
El grupo de estudiantes de este año presentó algunas incertidumbres, dijo Batin, dado que difirieron de grupos previos que estaban compuestos mayormente por amigos. “No estaba segura de qué esperar del grupo de este año”, dijo. “Sin embargo, fueron maravilloso a la hora de tomar la iniciativa, ponerse al frente de las actividades, y llevar a cabo las tareas, en especial cuando no podía estar allí para coordinar. Apoyaron de manera increíble a Jaymie y a mí cuando nos sentimos abrumadas por el estrés. Siento que aprecio mucho las amistades duraderas que he ganado”.Batin dijo que se vio impactada de manera personal por su interacción con las personas de Guatemala y al ser testigo del profundo aprecio de ellas por los esfuerzos del grupo por darles un poco de comodidad y bienestar en la vida. “Ver la gratitud de esas personas, a pesar de sus condiciones de vida tan pobres, permitió que mi fe creciera en un nivel humanitario”, dijo Batin. “Ser más manos y los pies de Jesús puede requerir que dejemos lo que nos resulta cómodo, pero parece ser que pequeños actos de servicio pueden significar muchísimo para las personas de allí”.
La versión original de esta noticia fue publicada en elsitio de noticiasde la Universidad La Sierra.
Traducción de Marcos Paseggi