30 de marzo de 2020 | Sidney, Nueva Gales del Sur, Australia | Por: Edyta Jankiewicz, Adventist Record
Esta semana, al leer nuevos artículos y sostener conversaciones acerca de los desafíos que están enfrentando las familias durante la crisis del COVID-19, una de las preocupaciones que muchos manifiestan es cómo sobrevivir la situación de distanciamiento social y de aislamiento, con niños pequeños. Esos artículos y conversaciones me han hecho recordar el tiempo cuando con nuestra familia servimos como misioneros en Fiyi.
Cuando al principio nos trasladamos a Fiyi, nuestras hijas tenían solamente tres y cinco años de edad respectivamente y yo asumí la tarea de enseñarles en casa. Aparte del aislamiento social propio de recibir instrucción escolar en casa en un país extranjero, tuvimos que enfrentar también el aislamiento producido por la temporada de lluvias, las cuales algunas veces nos mantenían encerrados en casa durante semanas y en ocasiones durante meses. Las siguientes son algunas cosas que aprendí entonces y que tal vez tu familia pueda ahora encontrar de utilidad.
Comienza y termina tu día con Dios
Dale gracias a Dios cada mañana por todo lo bueno que hay en tu vida. Lee pasajes de las Escrituras que ayuden a calmar tu ansiedad y entonces pídele a Dios que te de todo lo que necesitas — amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gálatas 5:22, 23)— de manera que puedas ser para tus hijos el padre o la madre que ellos necesitan.
Pídele a Dios que te ayude a recordar que debes aprovechar esos momentos cuando fallas, como una oportunidad para que tu familia aprenda acerca de la asombrosa gracia divina. Los niños no necesitan realmente madres o padres perfectos; necesitan más bien padres que sean modelo de humildad al ser capaces de disculparse y que puedan ejemplificar la gracia al ofrecer y recibir perdón.
Medita cada noche en lo ocurrido ese día e identifica los momentos cuando experimentaste la presencia de Dios. Dale gracias a Dios por esos momentos y por las cosas que marcharon bien; y pídele perdón por lo que no estuvo muy bien. Pídele a Dios que les conceda a tus hijos todo lo que necesitan para crecer en su experiencia de sentirse amados incondicionalmente por su Padre celestial; y luego pídele que te ayude a aprender de tus fracasos, te conceda su gracia y te ayude a seguir adelante.
He encontrado con frecuencia consuelo en estas palabras: “A menudo tenemos que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y equivocaciones; pero no debemos desanimarnos” (Elena G. White, El Camino a Cristo, p. 64)
Enseña a tus hijos la forma de conectarse con Dios
En tiempos de temor y ansiedad, los niños necesitan padres que sean para ellos no solamente ejemplos de fe en Dios, sino que les ayuden a conectarse con su providencia en formas significativas apropiadas para su edad. He aquí algunas ideas sobre cómo hacer esto:
En la temprana infancia (2 a 6 años)
Lleva a tus niños a una caminata tranquila en medio de la naturaleza y pídeles que mantengan abiertos sus ojos y sus oídos y cerrada su boca. Hablen más tarde acerca de lo que vieron y escucharon, que les recuerda acerca de Dios como Creador. Pueden también, mientras caminan, buscar un objeto que les recuerde acerca de la providencia de Dios y entonces dibujar ese objeto como forma de imprimir esa lección en su mente.
Escuchen música religiosa tranquila, pidiéndoles que estén quietos y escuchen. Pregúntales luego qué escucharon y hablen acerca de la forma como ese canto describe a Dios como proveedor y protector.
Lean sencillas historias bíblicas que hacen enfocar la atención en el amor de Dios, conectando el amor de Dios con el de ustedes. Anima entonces a los niños a responder a la historia, al memorizar una corta frase, hacer un dibujo, crear algo con plastilina o dictando o escribiendo una nota de gratitud a Dios.
En la niñez media o intermedia (6 a 12 años)
Continúa con las actividades sugeridas para la niñez temprana, pero añade memorización de versículos de la Biblia. Elige versículos que hablan de temor y ansiedad y ayuda a los niños a pensar en qué forma ese versículo se aplica a lo que están sintiendo. Anímalos entonces a memorizar y escribir ese versículo y a ponerlo en su bolsillo, a fin de que puedan sacarlo y leerlo cuando sienten temor.
En la niñez tardía y adolescencia (13 a más años)
Para la edad de 12 y 13 años, los niños comienzan a pensar en forma diferente acerca de Dios y la espiritualidad. Su tarea en esta etapa de su desarrollo es encontrar a Dios por sí mismos, lo cual significa que necesitan poner a un lado, por un tiempo, lo que sus padres les han enseñado. Lo que necesitan de nosotros, como padres, es que entendamos la jornada por la que están atravesando y que caminemos a su lado, apoyándolos. Necesitan ver que nuestra fe es auténtica, que realmente hace una diferencia en nuestra vida aun en tiempos de temor y estrés y que nos provee significado. También necesitan ver que nuestra fe ofrece respuestas a las difíciles interrogantes de la vida.
¿Qué podemos hacer entonces?
Pasen intencionalmente tiempo juntos. Los preadolescentes y adolescentes anhelan pasar tiempo a solas con un adulto. Salgan a caminar juntos temprano en la mañana o al atardecer, para contemplar el amanecer o las estrellas y escuchar los sonidos, meditando en Dios como el Creador de todas las cosas. Esos momentos de quietud son también una oportunidad para compartir algo acerca del tiempo de devoción de esa mañana.
Lean juntos porciones de las Escrituras, despacio y reflexivamente; y hablen acerca de la forma como se pueden aplicar a la vida de tus hijos. Elige pasajes narrativos que proveen evidencia de la providencia de Dios en tiempos de dificultad, tales como Salmos que describen la soberanía y bondad de Dios y pasajes que hablan directamente de los temores y ansiedades humanos, tales como Filipenses 4:6-7.
Lean juntos historias bíblicas o de ficción. Si nunca les has leído en voz alta a tus hijos, o si dejaste de hacerlo cuando ellos aprendieron a leer por sí mismos, esta época de guardar distancia social podría ser una oportunidad para iniciar una nueva tradición familiar que puede continuar por muchos años todavía. En nuestra familia, nosotros leíamos en voz alta mientras nuestras hijas trabajaban en silencio en sus proyectos de manualidades, dibujo y pintura.
Manifiesta respeto escuchando, en vez de estar continuamente predicándoles y corrigiéndolos. Ten la humildad de reconocer que tú también puedes aprender de ellos, en vez de solamente enseñarles. Y comparte con ellos, en forma apropiada a su edad, algunas de tus propias luchas, de manera que tus hijos puedan ver cómo relacionas tu fe con los desafíos de la vida. Estos tipos de conversaciones pueden tener sobre tus hijos un impacto que dure toda la vida; así que ve este tiempo de confinamiento forzado como una oportunidad para practicar este tipo de conversaciones.
Estructura tu día en torno a rutinas predecibles
Las rutinas les hacen bien a los niños ¡y a los adultos! porque les proveen un sentido de estabilidad y seguridad en tiempos cuando las cosas parecen salirse fuera de control. Aunque no es necesario un programa muy estricto, el tener de alguna manera horas regulares de levantarse, de adoración, comer, hacer el trabajo escolar, jugar afuera, tiempo de escuchar historias y tiempo de acostarse, provee para ellos estructuración, de manera que puedan anticipar qué es lo que sigue ahora y qué se espera de ellos.
Una rutina que encontré especialmente útil, es a la que llamamos “tiempo de descansar”. Cuando nuestras hijas dejaron de tomar una siesta durante el día, las ayudamos a aprender a gozar de un tiempo de calma en sus cuartos. Esto nos permitió descansar y ayudarles a aprender a tener un tiempo de respiro y a jugar solas. Inicialmente tenían juguetes espaciales, rompecabezas y actividades para ese tiempo de descanso; sin embargo, al alcanzar mayor edad, esto ya no fue necesario como lo era cuando escuchaban historias grabadas y anhelaban que llegara ese momento.
Si haces una búsqueda en línea, vas a encontrar muchas sugerencias para mantener a los niños ocupados e interesados en algo, algunas de las cuales puedes disfrutar y otras de las cuales podrías detestar. Me encantaba leerles a mis hijas y disfrutaba de las manualidades sencillas, pero no me gustaban los experimentos científicos, tampoco los juegos de mesa y siempre me perdía en el intento de sr consistente con cualquier cosa que requiriera gráficas y pegatinas o etiquetas adhesivas. Tal vez tú seas exactamente lo opuesto a mí, así que haz aquello para lo que eres bueno o buena y aquello de lo que puedes disfrutar. Pero sin importar qué rutinas elijas seguir, asegúrate de incluir algo de ejercicio al aire libre una o dos veces al día, lo que ayudará a tus hijos a estar más calmados y trata, por lo menos de alguna manera, de mantener tus hábitos predecibles, porque esto les ayudará a tus hijos a sentirse más seguros y protegidos durante los días difíciles.
Recuerda, esto también pasará
Cuando se nos pidió por primera vez que prestáramos nuestros servicios en Fiyi, tenía una actitud ambivalente respecto a ese traslado. Me llenaba de ansiedad el hecho de criar a nuestras hijas en un país diferente, tan lejos de otros miembros de la familia y me sentía de la misma manera respecto a enseñarles en casa. Ahora que nuestras hijas han crecido y que han aumentado mis años, he llegado a considerar esos años pasados en Fiyi como el verano de mi vida y le doy gracias a Dios por el ritmo tranquilo y las muchas horas de tiempo de familia que ultimadamente moldearon la familia que con el tiempo llegamos a ser.
La versión original de este comentario se publicó en Adventist Record.
Traducción – Gloria A. Castrejón