16 de abril 2020 | Miami, Florida, Estados Unidos | Por Gamaliel Flórez, División Interamericana
Según las estadísticas, el mundo se acerca a tener 8.000 millones de habitantes. Es imposible tener un dato absolutamente actualizado porque cada segundo las cifras varían. Muchos nacen, otros mueren; pero, debido a que el número de nacimientos es mayor que el de muertes, la población continúa creciendo. No obstante, en la actualidad, el mundo se siente amenazado como nunca antes en el transcurso de vida de las generaciones que actualmente poblamos la tierra. La razón es un virus llamado Covid-19, al punto que nos hemos encerrado en nuestros hogares por temor a contagiarnos y sufrir las consecuencias, las cuales pueden ser aún fatales. Como consecuencia, el mundo casi se ha paralizado
Cuando miramos detenidamente las estadísticas de los efectos del Covid-19, vemos que la población afectada es una cantidad mínima en relación con la población mundial. Mientras escribo, se informa que los afectados son más de 1.400.000 persona, de las cuales han muerto más de 81.000. Para un observador común, no parecen ser estadísticas impresionantes. Pero hay consideraciones científicas y humanas que hacen que la situación sea alarmante. La muerte de una sola persona es una tragedia. Siempre hay un gran dolor para una familia y, por lo general, una gran pérdida para la sociedad.
En el contexto de la vivencia del cristianismo, las estadísticas señalan que el 70 por ciento de los jóvenes abandonan las iglesias. Entre los adventistas, varios afirman que el porcentaje de los jóvenes que dejan la iglesia sobrepasa el 50 por ciento. No obstante, no se evidencia aparentemente una preocupación que lleve a tomar medidas de emergencia para remediar la situación.
Las estrategias para ganar y mantener a los jóvenes dentro de las iglesias cristianas se denominan evangelismo interno o de retención. La Iglesia Adventista ha desarrollado varias en el transcurso de su historia. Entre ellas se destacan: La Escuela Sabática, la cual contempla una formación bíblica y espiritual al dirigirse a la mentalidad de los participantes, según su edad. El Departamento de Jóvenes con sus clubes, cuya finalidad es formar para servir y canalizar los intereses de los jóvenes hacia actividades altamente formativas. Una iniciativa relativamente reciente en la historia de la iglesia es el Departamento de Ministerio Infantil, que hace un extraordinario trabajo al atender desde diversas perspectivas las necesidades espirituales, físicas y mentales de los niños.
Pero la estrategia por excelencia, es la educación cristiana adventista. Su misión, tal como lo expresa su ideóloga humana Elena G. White: “Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero” -La Educación p. 13.
Efectivamente, la Iglesia Adventista tiene un robusto sistema educativo mundial, considerado por muchos como el más grande sistema educativo perteneciente a una denominación. [1] En Interamérica existen 1.100 instituciones educativas adventistas, de las cuales 15 son instituciones universitarias. En total se educan 170.000 estudiantes por medio del trabajo abnegado de 11.000 docentes.
Estudiar en una institución adventista es una experiencia que marca la vida. A la par de buscar una preparación académica de calidad que le permita al estudiante tener un desempeño profesional sobresaliente, estas instituciones se esfuerzan por prepararlo para ser un ciudadano del Reino de los Cielos, el cual creemos está muy cerca.
Desde esa perspectiva, es apropiado calificar a la educación adventista como una campaña evangelizadora. De hecho, es la más larga campaña evangelizadora que se pueda celebrar en la Iglesia Adventista. Un estudiante que asiste a una institución adventista invierte entre 5 a 9 horas del día aprendiendo del evangelio de Jesús durante 160 a 260 días por año. De 1 a 16 años si concluye sus estudios profesionales de pregrado y, aún más, si estudia algún curso de postgrado. Al sumar las horas bajo la influencia de maestros cristianos, se suman entre 800 a 37.400. [2]
Sin duda alguna es una experiencia que marca la vida de un estudiante. Los testimonios de ellos así lo confirman. En un estudio realizado entre ex alumnos de instituciones adventistas, el 81 por ciento declaró lo siguiente: “El asistir a una escuela adventista es lo que más me ayudó a desarrollar mi fe religiosa”.[3] Un estudio de 10 años sobre jóvenes de 15 a 16 años, con una muestra dividida casi equitativamente entre estudiantes en instituciones adventistas y no adventistas, permitieron obtener los siguientes hallazgos: A mayor número de años estudiando en una institución adventista, aumentaba su compromiso con Jesucristo, los ayudaba a aumentar el estudio personal de la Biblia y la mayoría declaró: “Mi relación con Cristo es más sólida y robusta ahora y la religión es importante en mi vida”.[4]Definitivamente, la educación adventista cumple con su misión evangelizadora y los más eficientes evangelizadores de la Iglesia Adventista son los educadores que trabajan en sus escuelas, colegios y universidades. Pero la gran tragedia para la iglesia es que la mayoría de los estudiantes que asisten a las instituciones educativas adventistas provienen del público externo a la iglesia. Es un privilegio trabajar en favor de esos niños y jóvenes, pero la educación adventista fue inspirada por Dios para preservar a los hijos de la iglesia y muchos no se están beneficiando. Se calcula que en Interamérica, solamente alrededor del 10 por ciento de la población adventista en edad escolar asiste a una institución de la iglesia. El total de los jóvenes de entre 17 a 28[5] años, miembros de iglesia en Interamérica, asciende a 605.450; es decir, están en edad universitaria desde el nivel de pregrado hasta posgrado. Pero la población de las universidades adventistas solamente asciende a casi 18.000 estudiantes. Aun si todos fueran adventistas, representaría solamente el 2.97 por ciento de esa población. Pero lo cierto es que no todos los estudiantes de esas universidades provienen de la iglesia, lo que disminuye el porcentaje.
Estamos perdiendo a nuestros niños y jóvenes y no estamos aprovechando los recursos que tenemos a nuestro alcance para prevenirlo. Aunque nuestra pérdida es mayor que la que causa el coronavirus en la población mundial, no estamos tomando medidas de emergencia.
Elena G. White amonestó a la Iglesia con la siguiente declaración: “Aunque debemos hacer esfuerzos fervientes por las masas que nos rodean, y hacer avanzar la obra en los campos extranjeros, ningún caudal de trabajo en este ramo puede sernos una disculpa por descuidar la educación de nuestros niños y jóvenes.”[6]
La Iglesia Adventista se distingue, entre muchas cosas, por su rápido crecimiento en el mundo. Pero no podemos considerarnos exitosos mientras estemos perdiendo a la niñez y juventud de la iglesia.
El Cielo nos espera con nuestros hijos. Que gozo será para las familias entrar unidas a disfrutar del hogar preparado por Jesús para su pueblo. Pero para que eso sea posible, debemos trabajar por la salvación de nuestros hijos, aprovechando las estrategias de salvación provistas por el Señor entre las que se destaca la educación adventista. Tener a los niños de la Iglesia formándose en un sistema educativo diferente, significará que estarán entre 800 a 37.400 horas de su vida recibiendo una influencia que no contribuirá a su salvación.
Gamaliel Flórez es el director de educación de la División Interamericana de los Adventistas del Séptimo Día.