La Biblia es Palabra del Dios viviente. Sus mensajes son eternos y universales. Habla a nuestra vida y a los desafíos y dificultades que nos confrontan cada día. Las tentaciones que Jesús enfrentó, según se registran en Mateo 4:1-10, son tres grandes tentaciones que nosotros también tenemos que conquistar antes del fin del tiempo de gracia y el regreso de Jesucristo.
Todos enfrentamos tentaciones
Mateo 4:1 expresa: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo”. Santiago 1:13 declara: “Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie”. Dado el testimonio que Dios da de sí mismo, la dinámica New Life Version lo expresa en forma significativa. Dice: “El Espíritu Santo llevó a Jesús a un desierto. Allí fue tentado por el diablo”. Y, para Jesús, las tentaciones fueron reales. Después de ayunar por cuarenta días (v. 2), estaba muerto de hambre, y Satanás pensó que estaba en ventaja. Satanás también conoce nuestros momentos más bajos, cuando nos ataca con toda la artillería y armas de su arsenal para destruirnos (Efe. 6:11, 12).
Las tres grandes tentaciones
1. La supervivencia (Mat. 4:3,4)
Satanás tentó a Jesús usando las Escrituras (véase Deut. 8:1-3). Esta tentación es paralela a la primera traición del Edén (Gén. 3:1-7). El apetito siempre ha sido un punto débil para la raza humana. Y fue auténtico también para Jesús, en especial después de ayunar y orar durante cuarenta días. Satanás tentó a Jesús para que preservara su propia vida. Es como si estuviera diciendo: “Sálvate a ti mismo” — Solo necesitas transformar estas piedras en pan y vivir. Pero Jesús venció al demostrar una fe y confianza inflexibles en el cuidado y la providencia de Dios. Dominaría sus antojos y deseos de alimento físico con una sumisión y dependencia incondicionales a Dios.
Nosotros también sufrimos el peligro de la supervivencia, de depender de nosotros mismos o pensar que podemos hacer esto por nuestra cuenta. Disfrutamos de la vida abundante al controlar el apetito y vivir una vida saludable. Sí, podemos estar exultantes por nuestra victoria sobre los pecados y las tentaciones, pero es allí cuando nuestra salvación sufre mayores riesgos. La vida eterna no se basa en nuestros esfuerzos ni en vivir una vida perfecta. La salvación es completamente nuestra por medio de la fe en el don de Jesucristo, para que no nos jactemos y tengamos una opinión demasiado alta de nosotros mismos (Efe. 2:8, 9). Necesitamos recordar constantemente que la vida eterna depende pura y exclusivamente de nuestra confianza constante en “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4).
2. La autoexaltación (Mat. 4:5-7)
En la segunda tentación, Satanás estaba apelando al ego de Jesús. Tírate desde el pináculo del templo y prueba tu confianza absoluta en Dios, le dijo. Citó Sal. 91:11 y la promesa de que Dios enviaría sus ángeles para rescatarlo. La tentación era a que Jesús se exaltara a sí mismo y mostrara una fe y confianza presuntuosas en la protección benevolente de Dios mientras actuaba a sabiendas de manera temeraria o poniendo su vida en peligro.
El COVID-19 ha tentado a algunos adventistas para que asuman que está mal cerrar las iglesias para contener el brote del coronavirus. Presumen que aun cuando se pongan el peligro ellos mismos o pongan en peligro a otros, Dios seguirá cuidándolos. Jesús nos recuerda que estamos en peligro de caer en el orgullo espiritual y la arrogancia. Ser parte de la iglesia remanente no significa que somos inmunes a los problemas de la vida, las enfermedades o la muerte si actuamos con temeridad con nuestra fe. El COVID-19 no es el cumplimiento de Apocalipsis 13 (cuando se fuerce al mundo a adorar la bestia y su imagen) sino una invitación a obedecer las instrucciones de Levítico 13 (que hablan del aislamiento para contener enfermedades infecciosas). Los que aman sinceramente a Dios no actuarán con presunción, sino que dependerán completamente de la Palabra de Dios (véase Deut. 6:16).
3. La autosuficiencia (Mat. 4:8-10)
La tercera tentación es una muestra del diablo que supera la arrogancia. La criatura, Satanás, si bien poderoso y altamente exaltado en el pasado, señala que es digno de adoración. Él había obtenido el dominio de esta tierra cuando Adán y Eva cayeron en pecado, y estaba ofreciendo a Jesús un atajo para que cumpliera el plan de salvación. No necesitas morir, le dijo, sino tan solo tienes que adorarme (Mat. 4:9).
Quizá una de las tentaciones más difíciles del tiempo del fin es la de mostrarnos autosuficientes, confiando y haciendo las cosas según nos parezca. En ese tiempo, según Apocalipsis 14:6-12, el énfasis estará en la adoración, en hacernos un ídolo en lugar de honrar a aquel que es el único y verdadero Dios.
La gran pregunta es, ¿a quién damos toda nuestra devoción, o a dónde colocamos nuestra lealtad? A menudo afirmamos ser el pueblo remanente de Dios (Apoc. 12:12, 17). A pesar de ello, muchos de entre nosotros levantan su voz en oposición, llaman “Babilonia” al pueblo remanente, o instan activamente a las personas a que salgan de él. Otros critican a los líderes de la iglesia remanente y comienzan ministerios rivales, convenciendo a las personas a que desvíen los diezmos y las ofrendas a sus ministerios. Todo eso hace doler el corazón de Dios. El clamor de autosuficiencia e independencia es rebelión y traición contra el Todopoderoso. Muestra una lealtad y fidelidad equivocadas y revela una infidelidad a Dios, quien se encuentra al timón de la iglesia remanente.
Dios no ha cambiado. Las organizaciones rivales que traicionan al pueblo remanente tendrán su justa recompensa. En último término, Dios tendrá la última palabra. Él nos asegura a nosotros, su pueblo remanente, que los que permanezcan fieles a él serán victoriosos y en último término serán librados de las angustias del tiempo del fin (Dan. 12:1-3).
¿Qué hay en esta historia para mí?
Todos nosotros, como parte de la familia humana, no estamos inmunes a las tentaciones. Aunque las tentaciones no son un pecado en sí mismas, rendirnos a ellas es una traición a la confianza en Dios.
Dios nos está invitando a permanecer fieles a él como reconocimiento a quién es él: El Alfa y la Omega, el principio y el fin (Apoc. 1:8). Él ha levantado un pueblo remanente, y él los guiará hasta la gloria. Fortifiquemos nuestra mente con el “Escrito está”, y venzamos las artimañas del maligno.
Traducción de Marcos Paseggi