23 de junio de 2020 | Papúa, Nueva Guinea | Por: Thomas Ariku Motou, Adventist Record
En diferentes momentos de nuestra vida enfrentaremos desafíos financieros. Algunos de ellos van a ser tan severos, que pueden llegar al nivel de crisis. Tal vez no podamos saber cuándo va a venir la crisis financiera o por cuánto tiempo va a durar; pero va a llegar una y vamos a tener que enfrentarla. Pero, ¡podemos estar listos!
La planificación financiera personal significa simplemente prepararse para enfrentar las incertidumbres futuras. La crisis puede ser causada por la guerra, por desastres naturales tales como erupciones volcánicas, incendios forestales y ciclones; o tal vez por hambrunas, o por enfermedades, tales como el COVID-19. Puede ser también una más personal, como enfermedades, pérdida de empleo o ruptura de unidad familiar.
Como seres humanos, no podemos ver el futuro (ver Eclesiastés 8:7). Aun el escuchar a los expertos en la televisión o el leer artículos al respecto, de varios economistas y periodistas, podría no darnos una percepción confiable. Pero esto no debe impedirnos que nos preparemos para enfrentar las incertidumbres del futuro, para bien de nosotros mismos y de nuestra familia.
Salomón, el rey sabio, declara: “El prudente ve el peligro y lo evita (‘toma precauciones’, en otras versiones); el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. (Proverbios 22:3, NVI.
Como cristianos y, basados en experiencias pasadas y presentes, recibimos también sabiduría especial de Dios acerca de cómo enfrentar las crisis. Sabemos que una crisis financiera podría estar ya a la vuelta de la esquina; por lo tanto, debemos elaborar un plan financiero a fin de poder manejar mejor este asunto.
Principio “Dios Primero”
Génesis 1 declara que, en el principio, Dios creó los cielos y la tierra. Dice también Dios, en Hageo 2:8 que suyos son el oro y la plata. La Biblia señala a Dios como el Creador y Propietario de todo lo que hay en este planeta y, como tal, tiene las llaves de todas las cosas. Por lo tanto, en nuestros planes, debemos poner a Dios antes de todo demás.
Él conoce bien lo que está por delante para cada uno de nosotros y nos anima a no preocuparnos por ninguna cosa del mañana, sino que busquemos el reino de Dios por encima de cualquier otra cosa, que vivamos pía y justamente y él nos dará todo aquello que podamos necesitar (ver Mateo 6:31–33). Por lo tanto, como primer paso en nuestra planificación financiera, buscando a Dios fervientemente en oración, dejemos que él sea nuestro Consejero Financiero, el Administrador de nuestro presupuesto y el Contador y Auditor de todas nuestras transacciones financieras. Él es el dueño de todo; nosotros somos administradores por un periodo temporario. Él es quien tiene todos los derechos de propiedad y nosotros, como mayordomos, solamente tenemos responsabilidades.
Sé honesto contigo mismo
Nadie puede negar el hecho de que la gente sufre las consecuencias de las decisiones que se toman a ciegas. Por consiguiente, el ser honesto contigo mismo es de vital importancia en cada planificación y proceso de toma de decisiones. Sé honesto en admitir cuánto de tu lucha actual se debe a una falta de apropiada planificación y administración financieras. Sé honesto en admitir la probabilidad de sufrimiento futuro y no trates de desconocer la cruda posibilidad, o de restarle la importancia debida.
Considera cómo una crisis financiera afectaría tu vida y la de tu familia. Admite tu debilidad en relación a la forma como gastas tu dinero. Sé honesto contigo mismo si te falta conocimiento y necesitas asistencia en tu planificación. Sé honesto con Dios y confiesa ante él si has sido infiel en el pago de tus diezmos y ofrendas y si no lo has estado consultando en todas tus tomas de decisiones financieras.
El admitir tu debilidad y arrepentirte ante Dios, establece la base apropiada para tu planificación financiera.
Sacrificio
Nuestra tendencia humana es pasarla en grande durante los buenos tiempos. El concepto de sacrificio va en contracorriente a esta tendencia natural.
Preferimos más bien gastar en el presente, que apartar dinero para el futuro. Pero tenemos un buen modelo en el sacrificio de Cristo, que cada cristiano debería adoptar en su planificación financiera. Jesús vino a este mundo y sacrificó su vida para liberar a toda la gente de la carga del pecado. Jesús se sacrificó por el futuro de su pueblo a fin de que todos pudieran tener vida para gozarla por la eternidad.
De la misma manera, si deseamos gozar de libertad financiera en el futuro, debemos sacrificar algunas veces nuestro estilo de vida en el presente. Por ejemplo, si estás viviendo a corta distancia de tu oficina, te puedes sacrificar al no sentarte en tu cómodo vehículo para llegar a ella. En vez de esto, puedes caminar cada mañana y tarde en vez de conducir tu vehículo. Si eres una persona que gasta su dinero en comidas rápidas o alimentos muy procesados a la hora del almuerzo, puedes tratar de encontrar otras alternativas más económicas y saludables. O, si eres alguien que quiere hacerse de buen y popular nombre causando sensación en las grandes fiestas y celebraciones, con tu familia o tribu, debes comenzar a sacrificar tu posición y limitar tus contribuciones, aun cuando eso signifique perder tu estatus en tu tribu, como se practica en algunos países del Pacífico.
Jesús no pensó en su posición en el cielo. Más bien, abandonó esa posición para venir a morir como un pecador en bien del futuro de su pueblo (ver Filipenses 2:5-8). Sufrió incluso las burlas y denuestos en la cruz, pero eligió mantener su enfoque en su misión de salvar a la humanidad. Su experiencia puede ser nuestra experiencia si elegimos sacrificarnos por nuestro futuro.
Cultura del ahorro
Podemos encontrar otro ejemplo bíblico para nuestra planificación financiera en lo ocurrido durante la hambruna sufrida en Egipto. Dirigido por José y su percepción del futuro dada por Dios, se le aconsejó a Egipto que hiciera provisión para el futuro (ver Génesis 41:37–57). Ellos se sacrificaron durante el tiempo de abundancia para salvarse a sí mismos en la futura crisis financiera. José les indicó a los egipcios que guardaran cada año parte de su producción agrícola. Llevaron a cabo esa tarea durante siete años, guardando parte del grano en grandes almacenes.
José no se arriesgó nunca y jamás dejó de juntar el grano. De hecho, la Biblia menciona que José juntó tan enorme cantidad de grano, que ya no pudieron llevar más la cuenta y dejaron de llevar registros de lo recolectado (ver Génesis 41:49). Tenían más que suficiente para satisfacer las necesidades de la gente durante el tiempo de la hambruna. La historia de José puede ser nuestro modelo al apartar el 20 por ciento de nuestros ingresos para enfrentar las incertidumbres del futuro.
Cuando se trata de ahorrar dinero, es sabio mantenerlo en un depósito que gane intereses o en cualquier institución bancaria que ofrezca un buen porcentaje de interés mensual o trimestral. Trata de evitar intereses rápidos ilegales y esquemas estratégicas de lavado de dinero, porque los atajos y métodos apresurados son de muy alto riesgo y frecuentemente ilegales.
Tus ahorros pueden clasificarse en dos sentidos: A largo y a corto plazo. Los ahorros a largo plazo son para alcanzar objetivos a largo plazo. Los ahorros a corto plazo son para enfrentar crisis imprevistas o gastos no presupuestados
Establece un presupuesto
La planificación apropiada y el trabajo laborioso llevan a la prosperidad, pero los atajos apresurados llevan a la pobreza (ver Proverbios 21:5). Este consejo del sabio Salomón demuestra que el hacer un presupuesto es un concepto bíblico. La persona que establece un plan presupuestario razonable, tiene más posibilidades de gozar de ganancias y prosperidad, mientras que la persona que no tiene un plan presupuestario para guiar sus gastos y está buscando atajos para hacerse rico, probablemente se hará pobre y sufrirá consecuencias financieras en el futuro.
Podemos encontrar otro consejo en Lucas 14:28, que pregunta, en una larga interrogación: “Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla?”
Todos hemos visto a personas que sufren financieramente. Tal vez a nosotros mismos nos ha tocado esa situación. Tal vez no hay suficiente dinero para las colegiaturas, han sido impactadas por desastres naturales, han experimentado sufrimiento y muerte por causa de crisis de salud, sin medios económicos para cubrir los gastos médicos y hospitalarios. Independientemente de la causa, las familias suelen sufrir porque no cuentan con dinero extra en sus cuentas de ahorros. Algunas de estas situaciones podrían aliviarse a través de una apropiada planificación de presupuesto.
El establecer un presupuesto y el adherirse fielmente a él te puede ayudar a ahorrar dinero y tal vez a sobrevivir cualquier crisis financiera.
Thomas Ariku Motou es el primer administrador financiero de la Misión Eastern Highlands Simbu, Papúa Nueva Guinea. Parte de la información en este artículo fue adaptada de Ron Blue y Jeremy White, Faith-Based Family Finances (Finanzas familiares de base religiosa) (Tyndale, 2008); Alex Cook, Simple Steps for the Journey to Financial Freedom (Sencillos pasos en la jornada hacia la libertad financiera) (Lulu.com, 2016); Jonathan y Amanda Witt, Effective Stewardship: Participant’s Handbook (Mayordomía eficaz: Manual del participante) (Zondervan, 2009). El consejo provisto en este artículo es de naturaleza general. Para consejos específicos en una situación dada, ponte en contacto con un profesional financiero.
La original version (versión original) de este comentario se publicó en Adventist Record.
Traducción – Gloria A. Castrejón