La primera parte de este artículo fue publicado el 23 de julio en este enlace AQUÍ. A continuación se presenta la continuación de ese artículo.

Cómo adaptarnos a la vida el mundo del COVID-19

26 de julio de 2020 | Loma Linda, California, Estados Unidos | Por: Carlos Fayard, PhD, para Noticias de la División Interamericana

Para qué estamos hechos

Entonces, ¿para qué estamos hechos mientras estamos aquí en este planeta y en medio de la pandemia? Los psiquiatras y los neurocientíficos Bessel van der Kolk y Daniel Siegel ofrecen un número de recomendaciones útiles que adaptaré por medio de una cosmovisión bíblica.

Somos hechos para formar y cultivar relaciones cercanas. Puede que consideremos formar “burbujas sociales” con amigos y familiares conocidos y de confianza que sabemos no tienen el COVID-19. La semana pasada, cenamos con una agradable pareja que nunca antes habíamos visto, pero que conocíamos por medio de familiares en común. Aparecimos a la puerta de ellos con los rostros cubiertos y manteniendo la distancia física. Todos revelamos inmediatamente que habíamos dado “negativo”. Entonces, aunque nos quitamos las máscaras, mantuvimos una distancia saludable, y no nos dimos la mano ni nos abrazamos. Nos esforzamos por mostrarles cuánto disfrutamos de su calidez, y eso fue todo. Las aplicaciones de Face-time y de Zoom no son lo mismo que las relaciones cara a cara, lo sé. Yo uso Zoom todos los días para trabajar. Como psicoterapeuta, no logro ver todos los matices de expresiones emocionales, pero logro captar otras características que la inmediatez ahoga en los confines de mi consultorio. Nuestra pequeña clase de Escuela Sabática comenzó a usar Zoom hace poco. Resulta tentador (y en su mayor parte bueno) observar a los predicadores más articulados en lugar del pastor “lo suficientemente bueno” de nuestra congregación. Pero la familiaridad y la conservación de una rutina nos ayudará de maneras que acaso sean difíciles de discernir inmediatamente.

El doctor van der Kolk nos recuerda que nuestro cerebro es mucho más que el órgano de la razón o la conexión social y emocional. También regula los procesos básicos tales como el hambre y el sueño. Si se mantiene periódicamente, eso se traducirá en un sentido de predictibilidad que nos ayudará a adaptarnos.

Nuestro cerebro también necesita un estímulo saludable y actividad física. Tejer, cocinar, caminar (en especial en la naturaleza) nos dará nuevo vigor. El “subsuelo”, o las zonas subcorticales del cerebro necesitan movimiento, ritmos, sonidos (escuchar música y cantar), dado que la relación visceral con la experiencia propia también se beneficia de estos tipos de actividades. Por ejemplo, mis “nuevos sábados” suelen ser de esta manera: Comienzo leyendo un libro para aprender sobre la historia de la Iglesia Adventista en Sudamérica. Mi atención y concentración se incrementan porque estoy interesado, puedo relacionarme con el contenido y hallar inspiración en la experiencia de nuestros antepasados espirituales. Entonces, mi esposa y yo miramos un sermón y nos sumamos a las alabanzas durante los cultos grabados que pasan en el Hope Channel. Entonces, nos conectamos con nuestra clase de Escuela Sabática por Zoom y, por las tardes, cerca de la puesta de sol, me encanta salir al fondo de mi casa y escuchar música mientras contemplo las diversas tonalidades que adquieren los árboles a medida que el sol se va yendo (es algo que recomiendo decididamente).

Siegel añade unos pocos puntos fundamentales. Tómese un “tiempo interior”, aconseja, que es el tiempo para reflexionar y meditar. Dos prácticas que estoy tratando de seguir cultivando. Meditar en la Palabra, permitirle que me habla en lugar de someterla a mi propio análisis. Estoy leyendo una paráfrasis fascinante del libro de Job. Si usted trabaja en consejería, esta debería ser una lectura requerida para leer, releer y volver a leer. Me ha dejado simplemente atónito. Un breve momento de reflexión requiere buscar la manera de ver a Dios durante el día. ¿He sido consciente de su presencia? ¿He hecho lugar para que el Señor esté presente en mis pensamientos y actividades?

Siegel también añade “tiempo para jugar” y “tiempo físico”, que practico mayormente con Nina, nuestra perra. ¡Le encanta jugar! Realizamos juntos la caminata diaria aun bajo el sol ardiente del sur de California. Cuando “cierro el consultorio”, es decir, cuando desconecto Zoom y la computadora, salimos y caminamos por el vecindario, por el que por lo general no se ve a nadie más.

Para qué estamos hechos realmente: La “normalidad real”

No obstante, ¿es esto para todo lo que hemos sido hechos? San Agustín contestó esta pregunta con hermosas palabras. Dijo: “Nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”. Sí, no fuimos hechos para el temor. No fuimos hechos para el distanciamiento social. No fuimos hechos para vivir en cuarentena. No fuimos hechos para ver a nuestra familia por Zoom. Pero tampoco fuimos hechos para nosotros mismos. Fuimos hechos para Dios. Hemos sido programados para guardar los mandamientos, es decir, para “amar a Dios con toda [nuestra] mente y con toda [nuestra] fuerza”, y para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esos son los puntos fundamentales de que significa nuestra “normalidad real”, por ahora “oscuramente, como un espejo”, y en su plenitud en el cielo, porque así fuimos hechos.

Poco después de inmigrar, nos sentimos atacados por una realidad para la cual no estábamos preparados. Pobres y extrañando nuestro país, estábamos muy mal. Por entonces, mi esposa se estaba preparando para render sus exámenes para ejercer la medicina. Decidimos que si los aprobaba, nos quedaríamos, y que de lo contrario, regresaríamos a nuestro país. Tan solo tomar esa decisión nos dio un sentido de que había un camino a través y más allá de nuestro desánimo. Nos dio un sentido de esperanza. En medio de la pandemia actual, hay un camino posible. No es un camino perfecto, pero es uno que puede darnos esperanza. Sepamos y cultivemos aquello para lo cual hemos sido hechos, y mantengamos la fe. Aun si nos adaptamos razonablemente bien a la pandemia, “no hemos sido hechos para esto”. ¡Hemos sido hechos para la eternidad!

Carlos Fayard, PhD, es profesor asociado y director del Centro de Colaboración de la Organización Mundial de la Salud para la Capacitación y la Salud Mental Comunitaria del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Loma Linda. Es autor de “Christian Principles for the Practice of Counseling and Psychotherapy” [Principios cristianos para la práctica de la consejería y la psicoterapia]

Traducción de Marcos Paseggi

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