16 de julio de 2020 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Por Jemima Klingbeil
16 de julio. La mayoría de las personas no piensan que esta sea una fecha destacada, pero el día 16 de julio es una fecha realmente importante. Hace cincuenta y un años, el 16 de julio de 1969, la NASA lanzó al espacio Apollo 11, llevando consigo a los primeros seres humanos a la luna y abriendo para este planeta una nueva era de exploración del espacio. Al paso del tiempo, muchas personas no recuerdan ya este significativo evento. Yo pienso en algo diferente en relación con el 16 de julio. Es el aniversario de una mujer especial cuya vida y ministerio ha influido en millones de personas. El 16 de julio de 1915, ocurrió el fallecimiento de Elena G. White.
Habiendo crecido dentro de una familia adventista, no recuerdo cuando fue la primera vez que escuché su nombre. Desde que era una niña pequeña recuerdo haber estado escuchando frecuentemente su nombre en relación con sus escritos. Escuché muchas veces que se le citaba desde el púlpito y en torno a la mesa. No digo que esto fuera algo malo, pero durante mi crecimiento, nunca tomé conscientemente la decisión de leer sus escritos o de descubrir quién era esta mujer tan admirable.
Fue hasta llegar a la adolescencia, cuando trataba de descubrir por mí misma qué era exactamente el adventismo, que pude enterarme de quién era ella realmente. Siembre creí en la existencia de Dios, pero como persona joven, quería estar segura de que la iglesia de la que era parte, fuera algo en lo que realmente creía y que conocía bien. Cuando investigué más acerca de Elena G. White, descubrí qué vida tan interesante vivió. Comencé a pensar en ella como una figura histórica genial. Pero, por otra parte, no la vi entonces como una figura demasiado relevante en mi vida.
Siempre me ha gustado la historia, así que cuando mi madre recibió la invitación a trabajar en las oficinas del Patrimonio White, me emocioné mucho, porque eso significaba que yo podía ir y ver la bóveda en donde se guardan los originales de todos los escritos de Elena G. White. El poder tocar, obviamente portando guantes, algunas de las páginas de papel de los escritos originales, fue para mí una experiencia muy emocionante. El examinar los rasgos de su letra manuscrita y leer o intentar descifrar esa letra escrita a mano, fue toda una aventura.
Al ir interesándome cada vez más en Elena G. White, comencé a ofrecerme como voluntaria en el Centro White. En 2015, cuando se renovó el centro para visitantes en las oficinas del Centro White de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, comencé a dirigir, como voluntaria, visitas guiadas en torno al Centro. Me emocionaba aprender muchas historias acerca de Elena G. White y su familia y darlas a conocer a los visitantes.
Cuando les relataba algunas de esas historias a mis amigos, a ellos les parecían interesantes, pero tal vez no demasiado relevantes para la vida actual en el siglo veintiuno. Por un tiempo, yo también pensé que sus escritos fueron de beneficio para las personas de su época, pero tal vez no demasiado útiles para mí y mis amigos.
Sin embargo, esta percepción cambió cuando decidí trabajar como estudiante colportora durante el verano de mi segundo año en la escuela secundaria. Al colportar en los vecindarios de Detroit, Míchigan, comencé a darme cuenta de que sus libros que estaba vendiendo, incluyendo El conflicto de los siglos y Paz en la tormenta, eran algo más que simples libros para leer; estos libros también cambiaban la vida de las personas y le daban a la gente esperanza, consuelo y sanidad. Esos libros estaban alumbrando la oscuridad en el corazón de las personas y guiándolas a una luz más brillante, la de la Biblia.
El observar el efecto de los libros puestos en acción, me hizo sentir curiosidad por comenzar a explorar tales libros por mí misma. El primer libro que leí completamente fue El camino a Cristo. Este libro definitivamente cambió mi vida. Finalmente me di cuenta de que sus escritos eran todavía aplicables a nuestra época y que los consejos y la sabiduría que puedo obtener de ellos son de gran ayuda para mi vida. Y es por lo que hoy, 16 de julio, es un día especial para mí. Es una oportunidad de recordar la vida de esta extraordinaria mujer que fue la mensajera de Dios y es un recordatorio para continuar leyendo y explorando esos mensajes.
Jemima Klingbeil vive con su familia en Maryland, Estados Unidos. En el mes de agosto va a iniciar su último año en la Academia Adventista Great Lakes, en Cedar Lake, Míchigan, Estados Unidos.
Traducción – Gloria A. Castrejón