30 de julio 2020 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Por: Ted N.C. Wilson

¡Saludos amigos! Es bueno estar juntos una vez más mientras analizamos temas importantes de la Biblia.

Hoy analizaremos una pregunta especialmente importante: ¿Cuál es la misión tan importante a la que Dios nos ha llamado, como Su Iglesia, para llevar a cabo durante estos tiempos angustiantes y tumultuosos?

¿Pueden ver?, creo que los Adventistas del Séptimo Día han sido llamados a una obra muy especial: Elevar a Cristo y Su Palabra, Su justicia, Su mensaje del santuario, Su mensaje de salud, Su poder salvador en el evangelio, Sus mensajes de los tres ángeles y Su pronto retorno.

Debemos ayudar en la obra del Espíritu Santo, guiando a las personas a la cruz de Cristo y Su intercesión por nosotros en el Lugar Santísimo en el santuario celestial, ahora mismo.

Y debemos hacer esto de una manera muy práctica y espiritual como lo hizo Jesús, tocando de manera directa la vida de las personas.

En Lucas, capítulo 4, comenzando en el versículo 16, vemos a Jesús adorando en la sinagoga de Nazaret. Se le pide que lea las Escrituras y se le entrega el rollo de Isaías. Al abrir el libro, Él leyó, de Isaías 61, versículos 1 y la primera parte del versículo 2:

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; 2 a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…”

Claramente, Cristo se identifica a sí mismo como el «Ungido», el Mesías, y describe su misión.

Al comentar sobre este pasaje, el Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día declara: «El evangelio de Jesús significa alivio para los pobres, luz para los ignorantes, alivio de la angustia por el sufrimiento y emancipación para los esclavos del pecado».

Pueden ver, el ministerio de Cristo fue un ministerio muy equilibrado que ayudó en un sentido temporal, aliviar el sufrimiento donde Él podía, pero siempre con resultados eternos y espirituales en mente. Él vino para aliviar no a los cautivos literales, sino a los que estaban cautivos de Satanás. Él ofreció liberación espiritual de la esclavitud pecaminosa.

Y amigos, hoy en día, hay tantos cautivos del pecado: la inmoralidad abunda, las drogas, el alcohol y el tabaco mantienen a muchos esclavizados. La pornografía, la ira, el odio, la intolerancia y más, atan a las personas al pecado y al dolor.

Pero, alabado sea Dios, Jesús vino para liberar a las personas de la esclavitud de Satanás, y hoy, Él trabaja a través de nosotros mientras ayudamos amorosamente a otros como lo hizo Jesús.

Cristo vino a abrir los ojos, no solo de aquellos que estaban ciegos físicamente, sino también de aquellos que estaban ciegos espiritualmente.

Llegó a poner en libertad a los oprimidos, a los «heridos» espiritualmente, a los que estaban desanimados, sintiéndose desamparados e indefensos. Dios nos llama hoy a alcanzar a tales individuos, con esperanza y sanación, guiándolos al único Salvador que puede sanar y que puede transformar corazones.

Jesús vino para liberar a las personas de la pesada carga del pecado y las opresivas restricciones rabínicas que a menudo oscurecían la verdadera misión del Mesías. Como puede ver, los líderes judíos buscaban un tipo diferente de Mesías, uno que los salvara de la tiranía Romana y trajera reformas sociales. Pero Cristo declaró claramente: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, Mis servidores pelearían. . . » (Juan 18:36) Sobre esto, El Deseado de Todas las Gentes, página 470 agrega:

“El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrompido y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el corazón.” {DTG 470.3}

Este fue el enfoque de la misión de Cristo, y por el poder del Espíritu Santo debe ser nuestro enfoque también.

Nuestra misión se identifica claramente a través de la inspiración divina, donde se nos dice: “En un sentido especial, los adventistas del séptimo día se han establecido en el mundo como vigilantes y portadores de luz. A ellos se les ha confiado la última advertencia para un mundo que perece. Sobre ellos brilla una luz maravillosa de la Palabra de Dios. Se les ha dado una obra de la más solemne importancia: la proclamación del primer, segundo y tercer mensaje de los ángeles. No hay otro trabajo de tanta importancia. No deben permitir que nada más absorba su atención ”(9T 19).

Estos mensajes, centrados en Jesús, proporcionan lo que el mundo más necesita. Mientras nos acercamos a un mundo herido, atendiendo a las muchas necesidades de hoy, hagamos como hizo Jesús, manteniendo la vista en lo eterno, dándonos cuenta de que solo Él puede regenerar el corazón.

Oremos juntos. Padre celestial, te agradecemos porque tienes el poder no solo para crear, sino para recrear. Te damos gracias por los corazones transformados. Te damos gracias por la habilidad sobrenatural que viene cuando simplemente, nos arrodillamos y permitimos que el Espíritu Santo, nos cambie sobrenaturalmente a una verdadera conexión contigo.

Señor, bendice a cada uno a medida que se cumple la misión de llegar a otros y tocar vidas, tanto física, mental, social como espiritualmente, tal como lo hizo Jesús, aliviando el pecado y la opresión que se produce cuando se es esclavo de Satanás.

Gracias por escucharnos y por la esperanza de que algún día pronto estaremos en el cielo donde no habrá más dificultades y todo será perfecto.

Todo por la sangre, la gracia y el ministerio de Cristo Jesús, Su justicia, redentora y santificadora. Gracias por escucharnos, en el nombre de Cristo lo pedimos Amén.

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