2 de octubre 2020 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Por Ted N.C. Wilson, presidente de la Iglesia Mundial de los Adventistas del Séptimo Día
Saludos amigos. Como saben, vivimos tiempos muy extraños e inusuales. Durante estos últimos meses hemos sido testigos de crisis, una tras otra, de una manera sin precedentes.
Desastres globales, incendios, la pandemia, disturbios civiles, explosiones, terremotos y más, nos recuerdan que estos son tiempos inusuales. Y justo esta semana, se produjeron más incendios en la parte occidental de los Estados Unidos, en el norte de California.
Este incendio que arde mientras hablamos, comenzó muy cerca de “Elmshaven”, el último hogar de Elena G. De White.
La casa, ubicada cerca de St. Helena, se encuentra directamente en el camino del incendio, que también está amenazando al Hospital Adventista de St. Helena, ubicado en la colina de Elmshaven.
Ahí cerca, en las Montañas Howell, está ubicado el Colegio de la Unión del Pacífico, una institución educativa adventista establecida en 1882. Todas estas entidades han sido evacuadas, así como el área circundante. Al momento de esta grabación aún no sabemos el avance del incendio, pero les mantendremos informados a través de los diversos canales de comunicación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Les insto a orar por las queridas personas de las comunidades del Valle de Napa, que están experimentando los terribles efectos de este incendio, así como por otras personas de todo el mundo que enfrentan sus propias pruebas.
Por inquietantes que sean los muchos acontecimientos recientes, que suceden uno tras otro, no deberíamos asombrarnos. Los desastres y más han estado sucediendo durante años, pero ahora parecen estar viniendo en sucesión más rápidamente. Mientras estuvo en la tierra, Jesús mismo nos advirtió qué esperar en los últimos días.
En Lucas 21:25-28 leemos,
Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; 26 desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
Observemos por un momento las señales que se dan en este pasaje:
1)»señales en el sol, en la luna y en las estrellas». Es interesante que cada vez que se mencionan estas señales celestiales en el Nuevo Testamento, la secuencia sol-luna-estrellas es la misma. Puedes ver esto en Mateo 24:29 y Apocalipsis 6:12, 13.
Este hecho sugiere un cumplimiento muy específico de esta profecía, y como Adventistas del Séptimo Día creemos que estas señales se cumplieron en el «Día Oscuro» del 19 de mayo de 1780, cuando se necesitaban velas al mediodía y una neblina humeante enrojecía la luna, y la lluvia de meteoritos Leónidas del 13 de noviembre de 1833. Estos eventos siguen siendo inigualables en términos de intensidad, visibilidad e impacto religioso. Y su tiempo señaló el levantamiento por parte de Dios de un movimiento remanente del tiempo del fin para proclamar los mensajes de los tres ángeles y poner fin a la obra del evangelio.
2) “angustia de las naciones, con perplejidad”. Si bien ciertamente ha habido guerras a lo largo de la historia, el momento de esto indica una angustia de naturaleza más global y puede referirse a las guerras mundiales del siglo XX, y otros;
3)»el bramido del mar y las olas». Sin duda, esto podría referirse a la creciente intensidad de la destrucción provocada por desastres naturales en el mar como tsunamis, tifones y huracanes;
4) «el desfallecimiento de los hombres por el temor». Si bien la gente ha tenido miedo a lo largo de la historia de la humanidad, parece haber surgido un nuevo tipo de miedo con el auge del terrorismo, junto con las incertidumbres reales que estamos experimentando en el siglo XXI. Pero, alabado sea Dios, ¡no nos quedamos en un estado de miedo e incertidumbre!
Si continuamos leyendo este pasaje de Lucas 21, el versículo 27:
“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.”
Y luego, en el versículo 28, leemos esta maravillosa promesa:
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.”
Amigos, creo plenamente que Jesús vendrá muy, muy pronto. Es hora, como nunca antes, de animarnos y estar preparados para Su pronto regreso. Se nos dice en
Testimonios para la Iglesia, vol. 9:
“En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con ésta y nada debe desviar nuestra atención de ella.
Las verdades que debemos proclamar al mundo son las más solemnes que jamás hayan sido confiadas a seres mortales. Nuestra tarea consiste en proclamarlas. El mundo debe ser amonestado, y el pueblo de Dios tiene que ser fiel a su cometido… {9TI 17.2}
Ahora es el momento, queridos amigos, de dejar que nuestras luces brillen para Él. Te animo a orar por la guía y dirección de Dios sobre la mejor forma de alcanzar a otros para Él.
Oremos juntos ahora mismo.
Querido Señor. Sabemos que estamos entrando en el final de los tiempos. Sabemos que no podemos encontrar nuestro camino a menos que dependamos completamente de Ti. A menos que entendamos que los mensajes que debemos dar al mundo, los mensajes del primer, segundo y tercer ángel no se dan a través de nuestro poder, sino a través del poder del Espíritu Santo, al apoyarnos en Él.
Mientras enfrentamos tantas catástrofes, tantos desafíos, tanta disensión y dificultad entre las personas, te pedimos Señor que tomes nuestros corazones, que nos hagas verdaderamente tus testigos en estos últimos días. Acércate a nosotros.
Ahora Señor, nos sometemos completamente a ti y te damos gracias por la esperanza que tenemos en el pronto retorno de Jesús. En el nombre de Cristo, lo pedimos. Amén.