Para los adventistas, el Día de la Tierra debería ser un momento para reflexionar y valorar ‘el segundo libro de Dios’.

Salir a caminar los sábados y apreciar la naturaleza —el segundo libro de Dios— son elementos con una rica tradición dentro de la cultura adventista. ¿Debería esta valoración ejercer un impacto en la manera en que los miembros cuidan del medio ambiente? ¿Y puede acercarlos más a Dios?

“El adventismo [en sus primeros años] estaba más orientado al aire libre, porque la cultura de entonces estaba más conectada con la [naturaleza] que la rodeaba”, dice John Henri Rorabeck, que es naturalista y educador. “[Pero] Elena G. White y sus contemporáneos [también] estaban empujando los límites y siendo líderes en este sentido”.

El mensaje adventista de salud, que incluye recibir mucho aire fresco y luz del sol además de pasar tiempo en la naturaleza, fue un mensaje contracultural en un tiempo en que los enfermos y los inválidos eran mantenidos en habitaciones oscuras y húmedas, algo que sería impensable en el presente, dice.

Aunque hay elementos de esta perspectiva que siguen siendo parte de la cultura adventista, Rorabeck lamenta que los diálogos sobre responsabilidad ecológica que tienen lugar en la iglesia están entre cinco a diez años atrasados respecto de la mayoría de los científicos y amantes de la naturaleza.

“Necesitamos ser líderes en la manera de cuidar del resto del planeta y mostrarles de qué manera es posible marcar una diferencia en el área de sustentabilidad y salud al pasar tiempo afuera”, añade Rorabeck, miembro de la iglesia New Hope en Fulton, Maryland Estados Unidos, parte de la Asociación de Chesapeake. Hay muchos estudios que han mostrado que “pasar tiempo en la naturaleza, [en el aire fresco y la luz del sol], aun viendo imágenes de la naturaleza o escuchando sonidos de la naturaleza, puede tener un impacto positivo en la salud de las personas”, dijo.

Esto se extiende aun a la salud espiritual. “Conectarse con la creación que Dios ha hecho nos lleva claramente de regreso a aquel que nos ha creado”, dice Rorabeck. “Cuanto más nos conectamos con lo que Dios ha creado directamente de la fuente, más vamos a poder conocer a Dios”.

Rorabeck, que estudió religión y liderazgo joven basado en aventuras, halla que es importante cultivar aprecio por la creación. “Como educador puedo, por citar a Elena G. White, ‘convencer su espíritu de que si Dios se interesa tanto por los árboles y las flores, mayor cuidado tendrá aún por los seres formados a su imagen’” (El hogar cristiano, p. 199).

Si queremos cuidar de esta tierra, aprendamos cómo vivir en ella con el mínimo impacto, siguió diciendo Rorabeck. Cierre el agua mientras se cepilla los dientes. Apague las luces después de salir de una habitación. No se desvíe de los senderos. No tire basura, y limpie los recipientes para reciclar antes de descartarlos. Estas son todas maneras de cuidar del mundo en que vivimos.

Y añade: “Nuestra manera de tratar la creación muestra lo que pensamos del Creador. Nuestra forma de actuar hacia la naturaleza muestra nuestra verdadera naturaleza”.

Un llamado a ser mayordomos del planeta

Olive Hemmings, profesora del Departamento de Religión de la Universidad Adventista de Washington en Takoma Park, Maryland, cuenta que el Salmo 8 (y el relato de la creación en el Génesis) “ofrece alabanza por crear a la humanidad un poco menor que Dios y entonces darles dominio sobre todas las obras de las manos de Dios. Ser creados a imagen de Dios es amar y cuidar así como Dios ama y cuida de la creación”.

Hemmings añade que el pecado arruinó la creación y que la maldición de Génesis 3:14-19 es una descripción de lo que sucede como resultado de la transgresión humana. “En lugar de ser mayordomos y cuidadores de los demás dentro del orden creado, la humanidad ha recurrido a un modelo de existencia basado en la ‘supervivencia del más apto’. En breve, la actual crisis ambiental es sintomática de la cultura del pecado, que es la cultura de la dominación. Vivimos en competencia entre nosotros y con el resto de la creación, saqueando, expoliando, explotando y oprimiéndonos mutuamente en busca de la dominación, como si no fuéramos mejor que las bestias salvajes”.

No obstante, expresó Hemmings, “la tierra nos ha sido dada para que cuidemos de ella, no para que hagamos desastres y entonces la abandonemos. Si no cuidamos de este maravilloso don que Dios nos ha dado, ¿cómo podremos ser buenos mayordomos en el cielo?”

La versión original de este comentario fue publicado en la revista Columbia Union Visitor.

Traducción de Marcos Paseggi

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