Durante muchos años, creí en el mito de una familia “perfecta”.

23 de junio de 2021 | Berrien Spring, Michigan, Estados Unidos | Por Melissa Ponce-Rodas, para Lake Union Herald

Durante muchos años creí en el mito de una familia “perfecta” como la que se muestra en la televisión y todos los otros medios de comunicación, que consiste en un padre y una madre biológicos, promedio de 2.3 hijos, de 1.5 mascotas y una cerca blanca de madera.

Todo se resuelve en cuestión de unos 30 minutos y todos se van a la cama felices de la vida. Puedo imaginarme a Dios sonriendo ante mi extremada simplificación de su gran designio. Los medios de comunicación presentan una imagen no realista y pueden hacer más daño que bien. No hay una sola familia perfecta.

Romanos 3:23 nos recuerda que “…todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (NVI). Pero un Dios de amor no nos deja sin una buena guía para una familia saludable y con muchos ejemplos bíblicos de los cuales aprender.

Primeramente, la Biblia nos enseña que todos los tipos de estructura familiar; ya sea biológica o combinada, de una o múltiples generaciones, de personas viejas o jóvenes, pueden ser saludables. Jesús mismo procedía de una familia mixta o combinada. No era hijo biológico de José y vivió con los hijos biológicos de José y María. ¡Bellamente mezclados! Aun después de que Rut contrajera nupcias con Booz, Noemí se quedó con ellos. Entonces Noemí ayudó a criar los hijos de Booz. Tres generaciones en un hogar, incluyendo la madre del anterior marido de la esposa. Y nuevamente, hermosamente combinados. Ana y Elcana enfrentaron el problema de la infertilidad y Juan el bautista nunca contrajo matrimonio. Todos ellos son ejemplos que muestran que muchas estructuras familiares fueron saludables por la forma en que funcionaban.

Hay muchas piezas que funcionan juntas dentro de las familias saludables. Una de ellas es el amor incondicional. Cuando el hijo pródigo abandonó el hogar y reclamó su herencia, su padre esperó diariamente su retorno. Cuando vio al hijo aproximarse, no le hizo ninguna pregunta, simplemente abrazó a su hijo y le dio la bienvenida al hogar. ¿Saben los miembros de nuestra familia que los seguiremos amando a través de lo difícil y lo desagradable? Habiendo trabajado con gente joven durante décadas, puedo decir que muchos de ellos temen, o saben, que el cometer errores significa que serán echados fuera de su casa. Tenemos que seguir el ejemplo de nuestro Padre celestial y de cómo perdona nuestros pecados una y otra vez.

Necesitamos también de personas saludables que configuren familias saludables. El concepto de salud incorpora nuestro bienestar físico, mental y espiritual. Cuando descuidamos nuestra persona es mucho más difícil mantener saludables a los demás. Como nos dicen los asistentes de vuelo en los viajes aéreos: “Colócate siempre la mascarilla de oxígeno primero y luego ayuda a los demás”. Eso no significa que no vamos a tener enfermedades o desafíos, sino que vamos a esforzarnos a través de ellos.

Las investigaciones muestran que muchos otros elementos contribuyen al logro de familias saludables. Estos pueden ser reglas y claros papeles a desempeña, con límites realistas. Una comunicación saludable es también parte de ello. Debemos tener la habilidad de expresar nuestras opiniones, acuerdos y desacuerdos al mismo tiempo que nos respetamos a nosotros mismos y unos a otros. Si hay en la familia niños, personas ancianas o cognitivamente diferentes, el elemento de rutina puede ser de beneficio para la salud familiar. La rutina ayuda a las personas a saber qué esperar y a ser más independientes. También el apoyo y la seguridad son elementos esenciales para familias saludables y funcionales.

Y ahora la parte más difícil. No hay una receta perfecta en cuanto a cuánto exactamente de cada uno de estos elementos se necesita al ir desarrollándonos como familia y cuánto de cada elemento necesario va a cambiar. Cada niño, adolescente, adulto y persona anciana, necesita su combinación especial. Esa es la razón por la que tanto como una comunicación saludable como personas saludables, son esenciales en el proceso. Sean amables unos con otros. Colóquense sobre el mismo terreno. No se comparen o juzguen. Pidan a Dios discernimiento, estudien las Escrituras, pidan la ayuda de un consejero si es necesario y entonces progresen en el sano crecimiento para el cual fueron diseñados, al crear y gozar de su trozo de pequeño cielo en esta tierra.

Melissa Ponce-Rodas es profesora asistente de sicología en la Universidad Andrews. Sus investigaciones y respaldo giran en torno a las intersecciones entre religión y violencia doméstica.

La versión original de este comentario se publicó en el Lake Union Herald.

Traducción – Gloria A. Castrejón

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