¿De qué manera los economistas son como los adventistas del séptimo día? Según el economista adventista David Beckworth, en varios aspectos significativos.
“Se les ha dicho a los adventistas que tienen que velar y advertir. Los economistas tienen una tarea similar. También son llamados a velar y advertir”, le dijo a los miembros de la Junta Directiva de la Asociación General (GCEXCOM) reunidos para el Concilio Anual el viernes 8 de octubre de 2021.
Beckworth, destacado investigador, escritor y execonomista internacional del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, compartió una presentación de video en la Conferencia de Desarrollo del Liderazgo y la Educación (LEAD) en la sede de la Iglesia Adventista en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos. Ofreció su perspectiva como consumado economista y miembro de iglesia, respecto de cómo hallar resiliencia en medio de las crisis.
Practicar humildad
Por medio del acrónimo POD, Beckworth analizó principios para la resiliencia. La P, dijo, representa la práctica de la humildad, una cualidad que es importante desarrollar para cultivar la resiliencia.
“Hace que no terminemos atrapados en las últimas tendencias del momento”, dijo. “Los pensamientos que se producen durante una crisis pueden llevarnos a una pobre toma decisiones. También puede llevarnos a perder de vista nuestra misión, a quedar tan atrapados en el momento que perdemos de vista el hecho de que estamos aquí para dar una advertencia al mundo”.
Beckworth recordó a los líderes y miembros que, como adventistas del séptimo día, sabemos dónde estamos dentro de la historia profética. Aun así, necesitamos humildad para comprender cada suceso dentro de la historia humana, en especial durante las crisis. “Como adventistas del séptimo día, somos llamados a velar y advertir. Se nos ha dado la profecía; miramos las señales, y entonces damos advertencias al mundo”, explicó. “Es fundamental encontrar el equilibrio en nuestra manera de hacer esto. Somos llamados a velar y advertir, pero también somos llamados a hacerlo con humildad”.
Citó a Elena G. White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista, que en 1892 escribió: “No hemos de vivir dependiendo de la excitación originada por fechas especiales. No hemos de enfrascarnos en especulaciones en cuanto a los tiempos y las sazones que no ha revelado Dios” 1
Los economistas tienen una tarea muy similar, dijo Beckworth. Usan los pronósticos (“Miramos hacia el futuro; tratamos de ver hacia dónde se dirige la economía”). Usan indicadores para conocer el estado actual de la economía y advertencias o dirección a los que necesitan la información. Sin embargo, “como economistas”, reconoció Beckworth, “no siempre hacemos un gran trabajo”.
Como adventistas, podemos aprender de la experiencia de economistas que se han equivocado, señaló. Como adventistas, “deberíamos practicar la humildad al velar, y no deberíamos olvidar que es fácil quedar atrapado en el momento, y hacer lo que nos distrae de la tarea que tenemos a la mano y, por lo tanto, no mostrarnos resilientes durante las crisis”.
Lecciones de la Gran Depresión
Al analizar un ejemplo de la historia del siglo XX, Beckworth reconoció que practicar la humildad habría sido bueno para los economistas y también para algunos adventistas.
La década de 1920, explicó, fue una década de júbilo, euforia y buenos momentos. “Había muchas innovaciones, automóviles y aparatos nuevos”, contó. “La gente estaba entusiasmada, y se sentía muy optimista”. El mercado de valores seguía subiendo, y el desempleo no llegaba al uno por ciento.
“¿Qué estaban pensando los economistas durante la década de 1920? ¿Estaban velando y advirtiendo a los demás? ¿Veían los peligros que había más adelante? ¿O quedaron atrapados por el momento tanto como las demás personas?”, se preguntó Beckworth.
Dio dos ejemplos. El famoso economista John Maynard Keynes dijo en 1928: “No tendremos más caídas abruptas en nuestros días”. “Fue una declaración osada, y también una declaración errónea”, dijo Beckworth. También el renombrado y muy leído economista Irving Fisher escribió en 1929: “Los precios de las acciones han alcanzado lo que parece ser una meseta elevada permanente”.
Atrapados en el momento
Según Beckworth, “estos economistas no estaban practicando la humildad; también quedaron atrapados en los tiempos y los momentos que los rodeaban”. Muchos sostienen que el colapso financiero y los eventos catastróficos de la siguiente década podrían haberse evitado si los economistas hubieran hecho su trabajo.
“Entonces, ¿cómo les fue a los adventistas durante la Gran Depresión? ¿Actuaron mejor? ¿O ellos también quedaron atrapados en cierto sentido en el momento?”, preguntó.
“Al comienzo de la crisis económica, los adventistas estaban comenzando a preguntarse si este era el fin”, contó Beckworth. “Las publicaciones adventistas estaban sumamente seguras de que había llegado el fin. Tenían la certeza de que se veía el fin de todas las cosas”. Sin embargo, décadas antes, White había advertido que nos dediquemos “a la ejecución de los deberes actuales”, “en vez de consumir las facultades de nuestra mente en especulaciones acerca de los tiempos y las sazones”. 2
Beckworth dio que es fácil quedar atrapado en el momento. “Pero necesitamos tener la humildad de saber que no tenemos todo ya descifrado”, enfatizó. “Necesitamos practicar la humildad en lo que hacemos”.
Ocupados hasta que venga
El segundo principio que mencionó Beckworth fue estar “ocupados hasta que venga”, una noción basada en la parábola bíblica de los talentos que se encuentra en Mateo 25. En esa parábola, el amo se va lejos y deja responsabilidades a sus obreros. Pero uno de ellos está aterrado. “Quizá quedó atrapado en el momento, o quizá no estaba practicando la humildad”, dijo Beckworth. Como resultado, no hizo lo que se le había dicho.
“Cada uno de nosotros ha sido llamado a diferentes ocupaciones, diferentes llamados en la vida”, dijo. “Pero no importa lo que el Señor nos haya llamado a hacer, Dios nos pide que estemos ocupados hasta que vuelva. Él nos ha dado una tarea, y necesitamos cumplirla”.
Según Beckworth, en el ejemplo bíblico de Noé, vemos una ilustración perfecta del equilibrio que podríamos buscar. “Noé estuvo ocupado durante 120 años en un equilibrio perfecto de velar, advertir y trabajar. No permitió que las últimas tendencias o movimientos lo distrajeran de la tarea que tenía a mano”, dijo.
Una entrega diaria
Beckworth señaló que los dos primeros principios no se producen naturalmente. Es algo, expresó, que debería llevarnos al tercer principio, que es la entrega diaria. “Sin una entrega diaria, no podremos practicar la humildad; es más probable que quedemos atrapados en el momento. No podremos estar ocupados; nos distraeremos”.
Sugirió que Daniel representa un gran ejemplo bíblico de alguien que se entregó diariamente a pesar de las crisis por las que pasó en su vida. “Daniel soportó la destrucción de su tierra, Judá. Pasó por cinco reyes babilónicos, y sobrevivió la destrucción de Babilonia. Y sobrevivió a las intrigas del palacio durante el reinado persa”, dijo Beckworth a los líderes y miembros adventistas. “De alguna manera, Daniel perseveró durante todas estas crisis”.
Y preguntó: “¿Cómo lo logró Daniel?
“Daniel se entregó todos los días, tres veces al día”.
Por medio de esa entrega diaria, explicó Beckworth, Daniel pudo practicar la humildad. “Pudo llegar a ser visto como una ayuda sabia y estable para los líderes de los diversos imperios. Al entregarse diariamente, pudo también esperar con paciencia, ocupado en la tarea que Dios le había dado hasta que llegó su tiempo”.
A pesar de ello, el ejemplo más grande todos, enfatizó Beckworth, se encuentra en la vida de Cristo. “Él soportó muchas crisis cuando estuvo aquí en la tierra, pero su crisis más intensa fue la cruz”, expresó. “Enfatizó que, si bien Jesús sabía lo que le sucedería, tuvo la serenidad de enfrentarla con confianza y compostura.
“Yo quiero tener esa fe; yo quiero tener esa resiliencia”, dijo Beckworth. “Quiero vivir mi vida como la vivió Jesús, para que pueda ser resiliente en medio de las crisis. Es mi oración para todos nosotros”.
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1. Elena G. White, Mensajes selectos, t. 1 (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1966), p. 221.
2. Ibíd., p. 218.
Traducción de Marcos Paseggi