Investigador analiza participación individual y colectiva para luchar contra este flagelo global.

“Justicia social significa no tener temor a las zona rojas”, dijo Cristian Dimitrescu en el tema que abrió la primera sesión del Congreso sobre Justicia Social en la Universidad Andrews, en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos, el 14 de octubre. “Necesitamos encontrarnos con las personas allí donde se encuentran”.

En su presentación en línea, Dumitrescu, que es profesor de misión mundial y estudios interculturales e investigador en el Instiuto Adventista Internacional de Estudios Avanzados (AIIAS) en las Filipinas, analizó el flagelo global del tráfico sexual y qué pueden hacer los líderes, pastores y miembros de iglesia adventista para ayudar a los involucrados.

Las estadísticas son abrumadoras. Pensemos, por ejemplo, en los matrimonios forzosos. En 2016, destacó Dumitrescu, 13 millones de mujeres se vieron forzadas a contraer matrimonio a una edad muy joven. Más de una tercera parte tenía menos de 15 años de edad y algunas tenían tan solo 9 años, informó.

La explotación adopta muchas formas, algo que enfatiza la complejidad del tráfico sexual, dijo Dumitrescu. Las personas que de alguna manera han caído en la explotación sexual contra su voluntad son sumamente vulnerables. Se sienten usadas, rechazadas y juzgadas por los demás, explicó. Aun los cristianos a menudo se sienten repelidos por ellas. “La situación de ellas es desesperante porque no tienen voz”, dijo. Aunque la Biblia no se ocupa del tema directamente, añadió Dumitrescu, los cristianos son llamados a hacer frente a las injusticias sociales, lo que incluye la explotación sexual.

David Sedlacek (centro), profesor de ministerios de familia y discipulado en la Universidad Andrews, comenta durante la sesión de preguntas y respuestas, después de la presentación de Cristian Dumitrescu (en la pantalla), en la noche de apertura del Congreso sobre Justicia Social en la Universidad Andrews el 14 de octubre. Dave Gemmell, director asociado de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana (derecha), modera la discusión. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Nuestro más grande ejemplo sobre cómo tratar a los marginados de la sociedad, recordó Dumitrescu a los participantes, es Jesús. “Sus discípulos se sentían incómodos en la presencia de las mujeres y seguían los prejuicios”, dijo, destacando también que Jesús se dedicó a restaurar a otros. Restauró, entre otros, a la adúltera, a la samaritana y la mujer sirofenicia, recordó Dumitrescu a sus oyentes. Deberíamos esforzarnos por hacer lo mismo, enfatizó.

La Iglesia Cristiana primitiva también practicó la justicia por medio de la misericordia y la atención de los necesitados. “Dios nos llama como cristianos a practicar la justicia social al cuidar de los pobres y los oprimidos”, dijo Dumitrescu. Es algo, señaló, que incluye la explotación sexual.

Dumitrescu enfatizó que esta tarea va más allá de predicar un mensaje de restauración. Para mostrar compasión por los que sufren, tenemos que pasar tiempo con ellos. “La justicia social es acción”, expresó. “Actuemos”.

Después de la presentación de Dumitrescu, los participantes tuvieron amplios minutos para intercambiar comentarios y preguntas con él y con David Sedlacek, profesor de ministerios de familia y discipulado en la Universidad Andrews. Dumitrescu dijo que Sedlaceck analizó lo que los miembros de iglesia, los pastores y los líderes pueden hacer para seguir en los pasos de Cristo en lo que respecta a este tema complejo pero en potencia transformador.

¿Predicar tan solo el evangelio?

Varios participantes preguntaron a los panelistas cómo responder a un miembro de iglesia o líder bien intencionado que enfatiza que todo lo que necesitamos hacer es “predicar el evangelio”. “¿Por qué parece haber una falta de conexión entre las creencias de la Biblia y la vida real? ¿Por qué hay tanta apatía al respecto?”, se preguntaron algunos. Sedlacek explicó que a veces, los cristianos creemos que estamos libres de nuestro deber en esta área porque “esa es tarea del gobierno”. Nos sucede a todos. “Cuando estamos satisfechos, nos sentimos bien y no prestamos atención a lo que nos rodea”, dijo Sedlacek. “Y a menudo, vivimos desconectados de esas realidades”.

Otro elemento que a veces interfiere con nuestra respuesta es lo que Sedlacek denominó “nuestra mentalidad escatológica”. Explicó: “Estamos aguardando con ansias el cielo, por lo que estamos desconectados de las realidades de esta tierra”. Pero no debería ser así, enfatizó. “Cuando miro a Jesús, [veo] que él no estaba desconectado de las realidades de su mundo, y también nosotros necesitamos estar conectados y ocuparnos de todos los problemas que están sucediendo hoy en nuestro mundo”.

Dumitrescu concordó con él, destacando que el deseo de obtener resultados rápidos en el evangelismo a veces es nuestro peor enemigo. “Necesitamos cambiar nuestra mentalidad”, dijo. “Tenemos que trabajar con ese tipo de personas. A veces, acaso no bauticemos a nadie, pero el servicio que les brindaremos cambiará sus vidas para siempre”.

También sugirió que los estudiantes de teología y los pastores harían bien en tomarse un descanso de la predicación para pasar algo de tiempo en la calle. “La realidad de este planeta los conmocionará”, dijo. Contó como él ha llevado a sus estudiantes para ministrar en las calles. Después de esa experiencia reveladora, “todos ellos dijeron lo mismo”, contó Dimitrescu. “Dijeron: ‘Recién ahora nos damos cuenta de realidades a las que no habíamos estado prestando atención’”.

La capacitación de líderes, entre ellos, de los pastores de iglesia, es fundamental, concordaron los panelistas. Deberían ser conscientes de los problemas y estar listos para responder según sea necesario y aconsejable.

Qué pueden hacer los miembros de iglesia

“¿Qué puedo hacer como persona, como congregación y como denominación?”, preguntó un participante. Según Dimitrescu, como persona o iglesia local, es fundamental aprender primero para descubrir qué es lo que funciona y qué no. “Miren a su alrededor; abran los ojos y los oídos”, aconsejó. Esto incluye tender puentes con personas u organizaciones que ya están trabajando en el área.

Colette Newer, directora asociada de Servicios Comunitarios Adventistas de la División Norteamericana de la Iglesia Adventista, concordó con él. “Necesitamos sociedades para trabajar juntos con personas que ya lo están haciendo. Cuando actuamos en forma aislada, es fácil ser sesgado”, expresó.

Sedlacek dijo que, si bien no son muchas, algunas congregaciones adventistas han hecho su ministerio la lucha contra los flagelos sociales, lo que incluye el tráfico sexual. “Ese es el tipo de ministerio que me gustaría ver”, expresó. “Más de ese tipo de ministerio práctico allí en la calle”.

Como denominación, dijo Dumitrescu, él no conoce a ningún ministerio o departamento de la Iglesia Adventista que actualmente esté tratando de coordinar organizaciones individuales o personas para luchar contra el tráfico sexual. Está claro, concordaron los participantes, que hay oportunidad de crecimiento en esta área.

Según Sedlacek, podemos comenzar educándonos a nosotros mismos y a la siguiente generación sobre cómo protegerse. “A veces, las jovencitas se enojan con sus familias y huyen de sus hogares”, explicó. “Así se convierten en blancos fáciles [para el tráfico sexual]”.

Añadió que la iglesia también puede levantar la voz contra los lugares seguros para la prostitución —esas ciudades o estados donde la prostitución es legal— lo que por lo general fomenta un incremento del tráfico sexual.

Los adventistas también pueden contactar a organizaciones tales como las sedes regionales de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), aconsejaron los panelistas. Son por lo general una mejor opción para hallar un lugar seguro para las víctimas del tráfico sexual o la violencia doméstica. Ir a la policía no siempre ayuda, dado que la corrupción y la connivencia entre las autoridades significa que algunos proxenetas están protegidos.

Justamente enojados

Sedlacek enfatizó que necesitamos estar justamente enojados. “Si no lo estamos, no vamos a hacer nada al respecto. Necesitamos estar enojados, así como Jesús estaba enojado ante la injusticia”.

Dumitrescu se mostró de acuerdo. “Necesitamos orar para que nuestros ojos sean abiertos”, expresó. “A veces, vemos personas en la calle, y no nos damos cuenta de que pueden ser o bien las víctimas o los responsables”.

Sedlacek añadió que nuestras oraciones deberían ascender al cielo en favor tanto de las víctimas como de los responsables de la situación. Lo que es más, enfatizó, este es un problema sistémico. “Deberíamos orar para que todo el sistema sea destruido”, dijo. “Es todo un sistema que tiene que ser desmantelado por el Espíritu Santo”.

Traducción de Marcos Paseggi

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