22 de noviembre de 2021 | Miami, Florida, Estados Unidos | Por: Marcos Paseggi, para Noticias de la División Interamericana

Como parte del Simposio en Línea de la División Interamericana titulado “Libertad de conciencia y el mandato de vacunación”, Carlos Casiano, profesor de microbiología, genética molecular y medicina en la Universidad de Loma Linda, contó lo que el virus está haciendo en los contagiados y en lo que podemos hacer para prevenir el contagio. Casiano, que nació en Puerto Rico y quien es un reconocido investigador que hace poco tuvo una presentación en Alemania sobre el tema, compartió información y consejos, como parte de la noche de apertura del evento virtual el pasado 19 de noviembre de 2021.

Una pandemia mortal

Casiano reconoció que, triste es decirlo, la pandemia del COVID-19, que hasta el momento ha causado al menos 5.137.000 muertes y complicaciones de salud para muchas más personas, “no está desapareciendo. El virus se está diseminando con rapidez, en particular entre los no vacunados, y en especial en países de clima frío”, expresó.

Al mismo tiempo, los datos muestran que más del 90 por ciento de los casos y más del 95 por ciento de las personas hospitalizadas no está vacunado, dijo, destacando que el COVID-19 es la tercera pandemia más mortal de los últimos cien años, después de la gripe española y el HIV/SIDA.

El doctor Carlos Casiano, profesor de microbiología, genética molecular y medicina de la Universidad de Loma Linda, habla durante el Simposio en Línea sobre Libertad de Conciencia y el Mandato de Vacunación, organizado por la Iglesia Adventista en la División Interamericana, del 19 al 20 de noviembre de 2021. [Fotografía: captura de pantalla de la DIA]

“El denominador común de la pandemia es que incluye virus que mutan rápidamente y evaden el sistema inmunológico”, dijo Casiano.

Explicó que hay varios tipos de coronavirus que causan el resfrío común. El que produce el COVID-19 es el SARS-CoV-2, o síndrome respiratorio agudo severo causado por un coronavirus. “Es muy fácil contagiarse del SARS-CoV-2, en especial en espacios cerrados”, explicó. “Por ello, una persona, aun asintomática, puede transmitir el virus, y otra persona puede contagiarse, en ocasiones aun si está vacunada. Solo se necesita una persona para transmitir el virus al resto”.

Casiano reconoció que las variantes de COVID son resultado de muchos contagios y muy poca vacunación. Los bajos índices de vacunación disparan elevados niveles de contagios, lo que contribuye a la emergencia de variantes.

Qué sucede dentro de nuestro cuerpo

¿Pero qué sucede dentro de nuestro cuerpo cuando nos contagiamos del virus del COVID-19?

Casiano dijo que el virus ingresa a nuestras células. Pero para hacerlo, necesita receptores, algo que no depende de nuestro sistema inmunológico. Depende de nuestros genes, expresó. “Algunas personas tienen un bajo nivel de receptores y otras tienen un algo nivel de receptores. Los que tienen un bajo nivel de receptores tienden a expresar síntomas menos severos de la enfermedad”, expresó.

El doctor Carlos Casiano explica los efectos del coronavirus, en su presentación en línea durante el simposio del pasado 19 de noviembre de 2021. [Fotografía: captura de pantalla de la DIA]

Explicó que, ya sea la gripe o el COVID, las células T y las células B del cuerpo producen una reacción para luchar contra el virus. Las células T también disparan otras dendritas y células fagocíticas para que luchen contra el pico de la proteína del virus. En términos simples, el sistema inmunológico crea anticuerpos que neutralizan al virus. Ellos se ocupan, por así decirlo, de la infección.

Pero existen algunas limitaciones, dijo Casiano. “Este proceso no es instantáneo; lleva de dos a tres semanas la primera vez que la persona se ve expuesta al virus. La segunda vez que la persona es expuesta al virus, el proceso dura mucho menos: de tres días a una semana”, informó.

El papel de la inflamación

Como parte de este proceso, el cuerpo libera lo que los científicos denominan citoquinas inflamatorias, dijo Casiano. “Para luchar contra la infección, el sistema inmunológico tiene que activar la inflamación”, destacó. “Tiene que permitir la inflamación, porque esta permite que los glóbulos blancos trabajen y hagan su tarea”.

Explicó que el virus del COVID-19 promueve una activación más elevada de la inflamación, de manera que el cuerpo desarrolla lo que se denomina “tormenta de citoquinas”, en la que el virus induce al sistema inmunológico a inflamar todo el cuerpo. “Muchas personas están muriéndose por COVID-19 debido a una insuficiencia hormonal, como resultado de un estado elevado de inflamación, o [debido al] daño de otros órganos por esa tormenta de citoquina”, reconoció.

Casiano dijo que, dado que los receptores son regulados por el andrógeno, la reacción está conectada con el nivel de testosterona. Los hombres con elevados niveles de testosterona a veces pierden su cabello antes (lo que se conoce como “alopecia”). Como resultado, se ha establecido una relación entre la alopecia y síntomas más severos de la enfermedad. Las mujeres con elevados niveles de andrógeno y tienden a sufrir de quistes en los ovarios. Esas mujeres también suelen sufrir de síntomas más severos. Lo mismo sucede con las personas obesas, los que tienen problemas de inmunidad o diabetes sin tratar, expresó.

Una vez que el virus está dentro de la célula, libera material genético que es liberado en nuestro cuerpo, dijo Casiano. “Los que no están vacunados portan gran cantidad de partículas virales en el cuerpo, y entonces las transmiten a otras personas que no están vacunadas. Esto crea una incubadora para que el virus cambie constantemente”, expresó. “Cuanto más cuerpos humanos hay a disposición del contagio, más elevada es la probabilidad de que surjan nuevas variantes”.

Cómo controlar el contagio

¿Cómo se puede controlar esto?, preguntó Casiano retóricamente. “Mediante la vacunación. Cuando hay más vacunación, hay menos partículas en circulación, y menos variantes”, dijo.

¿Pero cómo responde nuestro sistema inmunológico a un agente infeccioso extraño?

Casiano contó que cuando nos infectamos de una enfermedad como la del tétanos o COVID-19, el cuerpo puede montar una respuesta inmunológica, pero eso le lleva al cuerpo de entre tres a cuatro semanas. El virus, por otro lado, es mucho más rápido y puede matarnos antes de que el cuerpo esté listo para responder. Es la razón por la que necesitamos la vacunación, para ayudar a que el cuerpo monte una defensa antes del ataque del virus.

“Las vacunas acaso no previenen el ataque de las bacterias o virus, pero sí pueden prevenir la severidad de la enfermedad y la muerte como resultado de la infección”, explicó.

Según Casiano, un gran problema con el COVID-19 es que comienza a destruir los órganos internos si nos contagiamos. Comienza a destruir los pulmones, el hígado, los riñones, los ojos y la nariz, entre otros órganos. “Quizá usted diga: ‘Bueno, yo tuve COVID-19 y solo sufrí síntomas leves’. Sí, puede que usted tenga un bajo nivel de receptores y un buen sistema inmunológico. Pero también puede que tenga un buen sistema inmunológico y el virus use eso como ventaja para incrementar la inflamación, lo que puede llevar a una falla múltiple de los órganos”, dijo Casiano.

Explicó que puede que el COVID-19 nos provoque la muerte, pero aun si sobrevivimos a una versión moderada o severa de la enfermedad, podemos tener consecuencias durante mucho tiempo. Enumeró algunas de esas consecuencias, que incluyen trastornos respiratorios agudos, deficiencia pulmonar, fatiga crónica, afecciones autoinmunes, niebla cerebral, enfermedades vasculares, trombosis y problemas de corazón, entre otros.

El papel de la vacuna

Casiano destacó que la vacuna del COVID-19 fortalece el sistema inmunológico sin que se produzca la tormenta de citoquina. “Los estudios siguen mostrando que las vacunas son significativamente efectivas para prevenir las enfermedades severas, las hospitalizaciones y la muerte”, expresó.

Por supuesto, todas las vacunas tienen efectos secundarios, y la vacuna del COVID-19 no es la excepción, dijo Casiano. “Los efectos secundarios de la vacuna del COVID-19 incluyen mareos, escalofríos y dolor”, dijo. Explicó que los efectos secundarios más severos que se han documentado son, entre otros, la anafilaxis (una reacción alérgica; de 2 a 5 por millón) y la trombosis (de 3 a 4 por millón). Pero, por otro lado, dijo, las posibilidades de morir de COVID-19 son de dos en cien (un 2 por ciento), y más del 50 por ciento sufre de efectos secundarios prolongados.

Casiano mencionó algunos de los mitos ya desmentidos en relación con las vacunas del COVID. “Como científico, puedo asegurarles que no contienen microchips, imanes, ADN extraño que pueda alterar el de otra persona, virus vivos que pueden contagiarlo, micropartículas que puedan causar autismo o afecciones autoinmunes, metales pesados como por ejemplo el mercurio o el aluminio, carcinógenos tales como por ejemplo el formalehído, huevo u otros productos animales”, dijo. Destacó que la Universidad de Loma Linda apoya firmemente la vacunación contra el COVID. AdventHealth, una organización de atención a la salud con sede en Florida, también lo hace. Y lo mismo se aplica a Adventist Health, con sede en California, y a Adventist HealthCare, con sede en Maryland. También es apoyada firmemente por la organización de la Iglesia Adventista.

Preguntas del público

En la última parte de la presentación de Casiano, algunos de los que siguieron el programa enviaron preguntas que Casiano y Peter Landless, director de ministerios de salud de la Iglesia Adventista mundial, respondió y compartió con el resto de las miles de personas que siguieron el evento en línea.

Algunos preguntaron: “Si ya tuve COVID, ¿necesito todavía vacunarme?”

A manera de respuesta, Casiano explicó que depende de cuándo se contagió la persona de COVID. “Si usted tuvo COVID en los últimos meses, acaso tenga inmunidad. Aún no se ha determinado por cuánto tiempo dura la inmunidad”. Reconoció que hay informes de personas que han tenido COVID hace seis o siete meses, y que ahora están viendo una disminución de sus niveles de anticuerpos.

“¿Y qué decir de los mandatos de vacunación?”, preguntó otra persona que miró el programa.

Landless dejó en claro que los mandatos no son creados por la iglesia. Son dados por los gobiernos y las diversas jurisdicciones. Destacó: “Cuando el mandato está a favor de la salud pública, el documento expresa que la iglesia puede apoyar los mandatos que se relacionen con medidas de salud pública para mejorar y beneficiar la salud de la gente. Al mismo tiempo, si las personas se rehúsan a vacunarse, esto no debería ser visto como una razón religiosa”.

En sus declaraciones de cierre, Casiano animó a los líderes y a los miembros de iglesia a que sigan informándose sobre el tema y tomen decisiones que no solo los beneficien personalmente, sino que protejan a otros. “Juntos, podemos detener el sufrimiento y las muertes!” dijo Casiano. “¡Sigamos salvando vidas!”

Para ver el segmento de apertura del Simposio en Línea de Interamérica sobre Libertad de Conciencia y el Mandato de Vacunación, entre AQUÍ

Para informes adicionales sobre el simposio en línea y varias de sus presentaciones, ingrese a interamerica.org

Traducción de Marcos Paseggi

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