En el Congreso sobre Justicia Social, Roy Gane explica por qué el plan de Dios para Israel era el mejor sistema social.

En los primeros cinco libros de la Biblia, las así llamadas leyes del Pentateuco fueron relevantes para el poder social y la distribución de los recursos, dijo Roy Gane, profesor de Biblia Hebrea e Lenguas del Antiguo Cercano Oriente (ACO) en la Universidad Andrews. Gane habló en el Congreso sobre Justicia Social en la Universidad Andrews el 15 de octubre de 2021. Explicó las leyes que Dios dio a Israel durante su peregrinaje por el desierto, qué significaban, y por qué el modelo divino no ha sido superado. También analizó el potencial de aplicar los principios de estas leyes dentro de nuestro mundo moderno.1

La justicia social en la Biblia

La justicia social incluye la equidad de las relaciones entre individuos y su sociedad, en áreas tales como la distribución de recursos, el estatus y los privilegios sociales, y las oportunidades de actividades, recordó Gane a los asistentes a la conferencia.

Aunque el sistema bíblico “podía ser considerado como una forma importante de prestaciones sociales, preservaba el incentivo al trabajo, la dignidad que lo acompaña, y las relaciones saludables entre los proveedores y los beneficiarios de la asistencia económica”, dijo Roy Gane, profesor de Biblia Hebrea e Lenguas del Antiguo Cercano Oriente (ACO) en la Universidad Andrews. Gane habló en el Congreso sobre Justicia Social en la Universidad Andrews el 15 de octubre de 2021. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

“Diversos textos del Antiguo Cercano Oriente mostraban preocupación por los marginados sociales desde tiempos antiguos”, dijo. “Pero de manera única en esa era, los israelitas tenían que ayudar de manera bondadosa y proteger a los desamparados”.

Gane explicó que, en tiempos bíblicos, la justicia social no tenía que ver con la lucha de clases, o con poner fin a la discriminación étnica, o con mujeres que procuraran traspasar barreras laborales, o con los derechos a la riqueza pública. “Tenía que ver con proteger económicamente a los israelitas vulnerables y con aliviar parte de sus penurias”, dijo.

Una aparente contradicción

En referencia a Deuteronomio 15, Gane explicó que Dios les dijo a los israelitas “que no habría pobre” entre ellos porque él los bendeciría si le obedecían. Por otro lado, el mismo capítulo de la Biblia reconoce que siempre habría pobres en la tierra que necesitarían la ayuda de los demás.

¿Cómo podemos conciliar estos dos lados de la misma moneda?

Según Gane, las leyes bíblicas relacionadas con el tratamiento de los pobres reconocen que “los israelitas experimentarían diferencias en su éxito económico. Pero llaman a una prevención de las penurias innecesarias al prohibir las prácticas injustas, como mover los hitos que delimitaban tierras ancestrales, usar pesos y medidas engañosos, o cobrar intereses”.

Asimismo, un jornalero pobre, fuera israelita o inmigrante, tenía que cobrar por su trabajo en el mismo día.

“Las leyes bíblicas buscan aliviar las penurias al alentar la generosidad y la compasión, en especial por los que carecen de tierra con la cual autosustentarse”, explicó Gane. “Los pobres y marginados sociales tienen derecho a recoger de las cosechas de otros y a comer de la producción natural de la tierra sin cultivar durante los años sabáticos y de jubileo”.

Al mismo tiempo, solo los diezmos, que le pertenecían a Dios, podían ser comidos sin trabajar. “No había limosnas a partir del trabajo de otras personas”, dijo Gane.

Explicó que las medidas “no alcanzaban a calificar como un programa abarcador de bienestar social para apoyar plenamente a las personas a lo largo del año”. Esas medidas, sin embargo, “aliviaban parcialmente las privaciones, incluían a los marginados sociales en la comunidad, y podían servir para recordar a los demás ciudadanos que debían ayudarlos en otras instancias”.

Potencial de aplicación moderna

Gane advirtió que, en principio, deberíamos ser cuidadosos de no forzar los intereses modernos en los textos bíblicos. Lo mismo se aplica a los principios bíblicos sobre justicia social.

Hay, sin embargo, algunos principios transferibles, que él compartió en la última parte de su presentación.

En primer lugar, dijo Gane, las relaciones humanas deberían ser vistas en términos morales. En segundo lugar, los miembros de la sociedad “deberían brindar cuidado, apoyo y protección especiales a los que carecen de los beneficios de pertenecer a familias o al grupo social que ejerce el control”.

También mencionó que según los principios bíblicos, los empleadores deberían tratar a sus obreros con bondad en lugar de aprovecharse de ellos. Un cuarto punto se basa en el principio del jubileo, según el cual las deudas de los pobres eran amortizadas y la tierra que estos se habían visto forzados a vender durante tiempos difíciles les era restaurada. Citó a Walter Houston, quien escribió: “Los seres humanos no tienen derecho a la posesión absoluta de la tierra o a cualquier parte de ella para hacer lo que les plazca: esta pertenece a un propósito más elevado”.2

La sociedad, enfatizó Gane, “debería poner los recursos a disposición de tantas personas como sea posible, para que ellas puedan al menos tener una oportunidad justa de progresar en forma independiente”.

Hizo referencia a un ejemplo de la historia de los Estados Unidos. Hacia fines de la Guerra Civil (1861-1865), el general del norte William Sherman ordenó que se asignaran 16 hectáreas de tierra a cada familia de esclavos liberados, para que eso les permitiera sustentarse de manera independiente mediante la agricultura. Algunos esclavos liberados aprovecharon la orden, pero el sucesor de Abraham Lincoln como presidente, Andrew Jackson, revirtió la orden de Sherman, y los terratenientes anteriores terminaron recuperando la mayor parte de las tierras. “¡Qué diferencia habría marcado en la historia de los Estados Unidos si cada familia de esclavos liberados hubiera recibido 16 hectáreas y una mula!”, dijo Gane.

Por último, Gane señaló que otro principio que puede desprenderse de las leyes bíblicas sobre justicia social es que “los necesitados tienen que trabajar para su sustento si pueden hacerlo así, en lugar de vivir del trabajo de los demás”. Y resumió: “El plan de Levítico ofrece la solución más acabada del Antiguo Testamento a la pobreza durante tiempos difíciles temporarios”. Al mismo tiempo, “no impone gravamen sobre los frutos del trabajo de los que los poseen para distribuirlos en cambio a los necesitados, tendiendo así a reducir el incentivo de ambas partes”. Y añadió: “Por el contrario, los carentes tienen que ser sustentados por los pudientes como obreros en una relación mutuamente beneficiosa, por más que no sea lo ideal, hasta que los pobres puedan recuperar el recurso esencial, la tierra, mediante la cual obtener los frutos de su trabajo en una mejor situación”.

Al mismo tiempo, recordó Gane a los asistentes a la conferencia, “el recurso de la tierra que era distribuida en forma equitativa ofrecía oportunidad, [pero] no era el resultado del éxito de otras personas, ni garantizaba el éxito”. De esa manera, expresó, “aunque el sistema bíblico podía ser considerado como una forma importante de prestaciones sociales, preservaba el incentivo al trabajo, la dignidad que lo acompaña, y las relaciones saludables entre los proveedores y los beneficiarios de la asistencia económica”.

Una transformación superadora

Gane explicó que el modelo bíblico basado en el cuidado de los demás sin dejar de enfatizar la dignidad del trabajo duro no ha sido superado. Citó a Jonathan Burnside, quien observó que “en contraste tanto con el capitalismo como con el marxismo, la ley bíblica presenta una tercera vía: el acceso a los medios de producción e incentivos al trabajo duro”. Añadió Burside: “A diferencia de los enfoques occidentales de bienestar social que favorecen un sistema de impuestos redistributivos después del proceso de creación de riquezas, el derecho bíblico brinda una distribución aproximadamente equitativa de los bienes de producción que pueden ser mantenidos durante toda la vida. Para expresarlo de otro modo, las leyes bíblicas se ocupan de la cuestión del bienestar social al dar a tantas personas como sea posible la capacidad de producir y, en consecuencia de sustentarse por sí mismos”.3

En general, resumió Gane, la justicia social es una alta prioridad dentro del derecho bíblico, pero no existe una ingeniería social revolucionaria. “Por el contrario”, expresó, “delinea un modelo en el que la sociedad pasa por una transformación moral al trasladar a las personas por el camino de la justicia social, a un ritmo que ellos pueden seguir si son fieles al Señor y ejercen fe en él.
“El derecho bíblico reconoce que la justicia social, que no se distingue del bienestar social, se basa en valores morales y éticos que incluyen el compromiso individual con la preocupación justa y generosa por los demás. Son valores que hay que enseñar, alentar y aceptar como una parte importante de la cosmovisión colectiva, como ‘un carácter de la sociedad’; no alcanza con legislar y con implementarlos a la fuerza”.
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1. Esta presentación se basa en Roy E. Gane, “Social Justice”, en The Oxford Handbook of Biblical Law, ed. Pamela Barmash (New York: Oxford University Press, 2019), 19-34; y Roy E. Gane, Old Testament Law for Christians: Original Context and Enduring Application (Grand Rapids, Mich.: Baker Academic, 2017).

2. Walter J. Houston, Contending for Justice: Ideologies and Theologies of Social Justice in the Old Testament, Library of Hebrew Bible/Old Testament Studies 428 (London: T&T Clark, 2006).

3. Jonathan Burnside, God, Justice, and Society: Aspects of Law and Legality in the Bible (New York: Oxford University Press, 2011).

Traducción de Marcos Paseggi

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