Dado que es un proyecto para luchar contra el hambre, podría asumirse que el principal objetivo sería llenar estómagos vacíos. Pero el objetivo último del trabajo relacionado con la salud alimentaria que lleva a cabo la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) en la región es desarrollar la resiliencia de las comunidades a las que sirve. Un proyecto ha brindado éxito como nunca antes en 16 países del África, informaron hace poco los líderes de ADRA.
A medida que la devastación potencial de la pandemia global del COVID-19 se tornó evidente por primera vez, la Oficina Regional de ADRA en África se asoció con los ministerios de la mujer y los departamentos de jóvenes de 16 países para tratar de garantizar que las comunidades no pasaran hambre durante la crisis.
Los conocimientos de ADRA y los recursos de la iglesia se unieron para capacitar a mujeres y a jóvenes, para que planten huertas sustentables en sus hogares y comunidades. A su vez, esos voluntarios capacitaron a otras personas de sus comunidades y distribuyeron semillas y herramientas de labranza, dieron clases de cocina y crearon conciencia sobre cómo prevenir el COVID-19 y reducir los riesgos de catástrofe.Una y otra vez, los resultados mostraron que las personas pudieron alimentarse a sí mismas y a sus familias a partir de esas huertas. También pudieron ganar dinero al vender las frutas y verduras que les sobraban a sus vecinos. Las técnicas que aprendieron garantizaron que las huertas que plantaron fueran seguras para el clima y sustentables. Además, la capacitación adicional que recibieron les enseñó cómo sacar el mejor provecho de sus cosechas.
El equipo de ADRA en Zambia se refirió a su participación en el proyecto como “evangelismo de las huertas”, dado que establecieron conexiones con las personas de sus comunidades y pusieron la compasión en acción del servicio. Solo en Zambia, ADRA capacitó a noventa jóvenes y mujeres en las zonas más afectadas por la pandemia, y esas noventa personas esparcieron la palabra y capacitaron a más de otras seiscientas personas de sus comunidades.
“En este proyecto, no se terminará aquí. Oramos para que Dios siga dándonos conocimiento y sabiduría para que podamos ayudarnos mutuamente”, dijo Yorantha, una de las líderes jóvenes de Zambia. “E incluso animamos a los que están por ahí, a esos capacitados por ADRA, para que no vayan simplemente a sus hogares y se queden sentados sobre el don que se nos ha dado. Trabajemos en ellos. Si no tienen tierra, les enseñamos también a sembrar en bolsas, en botellas usadas que también podemos usar. Nadie puede poner excusas diciendo que no tiene tierra. Estamos capacitados en todo. Por ello, agradecemos a ADRA. Que ese espíritu continue, y que Dios siga proveyéndoles, para que sigan capacitando a más personas”.Este éxito en cascada fue el mismo que se produjo en cada país, excediendo los objetivos en más de 950 por ciento en algunas zonas. Las familias y comunidades lograron brindar para ellos mismos y ser verdaderamente resilientes en medio de una crisis global.
El proyecto llego a ser un éxito por muchas razones, pero aquí hay algunos puntos destacados, según los líderes de la iniciativa.
En primer lugar, la sociedad con la iglesia fue importante. Esas relaciones estrechas entre ADRA y los departamentos de jóvenes y de ministerios de la mujer llevó a combinar recursos, conocimientos, energía, y a tener un impacto mayor.
En segundo lugar, fue dirigido por la comunidad. “Nos gusta decir que ADRA planta las semillas del éxito, pero en este caso, solo brindamos las semillas”, explicaron los líderes de ADRA. “Una vez que llevamos a cabo la capacitación inicial, los miembros de la comunidad no solo pudieron proveer para ellos sino que también se vieron facultados para compartir esos conocimientos y desarrollar la resiliencia de sus comunidades”.Entonces, se hicieron evidentes múltiples resultados. El principal objetivo fue asegurarse que las personas siguieran alimentadas y sanas durante la pandemia, pero las huertas también brindaron ingresos para los que vendieron el exceso de sus cosechas. Asimismo, los miembros de la comunidad participaron de clases de cocina para maximizar sus cosechas de artículos saludables y recibieron capacitación en la reducción de riesgos de catástrofe.
Por último, el proyecto mostró la importancia de amar al prójimo. “Nos gustó saber de las personas recién capacitadas que compartieron sus cosechas con otros miembros de la comunidad, que no podían proveer para así o se habían enfermado”, dijeron los líderes de ADRA. “Muchos también hicieron esfuerzos especiales para capacitar a otros que querían aprender a hacer huerta, y trazaron estrategias con sus vecinos para cultivar cosechas complementarias”.
La versión original de esta noticia fue publicada por la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales.
Traducción de Marcos Paseggi