La Parte 1 de este artículo se publicó AQUÍ el 21 de enero. Lo siguiente es la continuación de ese primer artículo.
28 de enero de 2022 | Loma Linda, California, Estados Unidos | por Carlos Fayard, PhD, para Noticias de la División Interamericana
Aquello que creemos, es determinante en cuanto a cómo enfrentamos esta “plaga”. Sería tanto una excesiva simplificación como sencillamente incorrecto, declarar que la fe de John Donne (ver la parte 1 de este artículo) lo mantuvo incólume durante la plaga. Sus Devociones pueden rivalizar con las Lamentaciones de Jeremías. Él también cuestionó el cuidado y la presencia de Dios, luchó para encontrar sentido y significado a través de los síntomas debilitantes de la fiebre bubónica y rozó las puertas de la muerte con un corazón atribulado. Tuvo sus luchas, pero no la desesperanza en el sentido que la define Viktor Frankl, un sobreviviente de un campo de concentración, quien entiende la desesperanza como sufrimiento carente de significado. Estos celebrados versos compuestos por Donne revelan su profunda creencia:
“Muerte, no te enorgullezcas, aunque algunos
te hayan llamado poderosa y terrible, no lo eres…
Después de un breve sueño,
despertaremos eternamente
y la muerte ya no existirá. ¡Muerte, tú morirás! (1)
¿Cómo podemos llegar a esta convicción mientras la plaga sigue todavía azotando? ¿Cómo podemos alinear nuestras creencias con aquellas que dan vida e inspiran esperanza? Como se describe en la Parte 1, el tener el fruto del Espíritu es equivalente a tener una mente resiliente. Y para gozar del fruto del Espíritu, el fruto debe estar conectado firmemente a la Vid (Juan 15:1). ¿Podemos “cultivar” amor, gozo, paz, paciencia, bondad, gentileza y dominio propio (Gálatas 5:22-25) mientras permanecemos en Cristo?
Si eres como yo y la mayor parte de las personas que conozco, queremos gozar del fruto del Espíritu aun cuando no estemos enfrentando serias condiciones como las que el poeta tuvo que encarar. Describir como “cultivar” cada virtud o fruto del Espíritu está más allá de la esfera de esta breve nota; pero permíteme compartir cómo puedes “cultivar” en tu vida una de ellas: el amor.
Jesús provee las bases fundamentales para el cultivo del amor, en Mateo 22: 37-39: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento. 39 Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo“.
Permítanme siempre en forma modesta y tentativa, compartir con ustedes mi limitada comprensión al respecto (3). En primer lugar, un apropiado amor por sí mismos solamente puede tener lugar en el contexto de la verdadera humildad y de asombro reverente por el amor que Dios tiene por nosotros. En segundo lugar, la Biblia no enseña que debemos insultarnos a nosotros mismos a fin de poder morir al yo. De hecho, el apóstol Pablo nos dice, en Romanos 12:3: “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación”. En otras palabras, ser “razonable”, no practicar la tendencia hacia el engrandecimiento propio, pero tampoco denigrarse a sí mismo. Más aun, en Hebreos 2, el apóstol cita al salmista que revela la perspectiva de Dios acerca de quiénes somos: un “poco menor que los ángeles”, llevando una “corona de honor y gloria” (8: 5).
Aquellas personas en el extremo opuesto del engrandecimiento propio, luchan con una percepción de sí mismos que está muy lejos de la forma como Dios realmente las ve. Aunque todos necesitamos amarnos a nosotros mismos en forma similar a la forma en que amamos a nuestro prójimo, aquellos que luchan para tener una percepción “razonable” de sí mismos, tal vez deseen cultivar un verdadero sentido de amor y compasión y verse a sí mismos en la forma como Dios los ve. Si tú te encuentras en ese grupo, considera en qué forma 1 Corintios 13 se podría aplicar a ti.
Tal vez desees cultivar un diálogo interior que reflexione en lo que sería un apropiado amor a sí mismo. ¿Cómo respondes a las siguientes preguntas?: ¿Eres “bondadoso” (vers. 4) contigo mismo? ¿Eres “paciente” (vers. 4) contigo mismo? ¿Te enojas “fácilmente” contigo mismo (vers. 5)? ¿Guardas rencor hacia ti mismo (vers. 5)? Si por algún tiempo no has cultivado un apropiado amor por ti mismo, es muy probable que tu diálogo interior pueda ser denigrante y dolorosamente negativo. El apóstol Pablo aclara que el amor no implica jactancia ni orgullo (v. 4). No es egoísta, no pierde tiempo comparándose a sí mismo con otros (vers. 5). Más bien, “se regocija con la verdad” (vers. 6). Y la verdad es que eres un poco menor que un ángel del cielo y estás coronado con la gloria de Dios. Tal vez desees cultivar un diálogo contigo mismo que refleje los principios encontrados en 1 Corintios 13.
Finalmente y, para cultivar la resiliencia en tiempos de “plaga”, lo que crees y pienses es de suma importancia. Permanece conectado a la Vid (Juan 15) a fin de producir el fruto del Espíritu (Gálatas 5), cultivando el amor de Dios, el amor por tu prójimo y el apropiado amor por ti mismo (Mateo 23).
Yancey, Philip (2021) A Companion in Crisis; A Modern Paraphrase of John Donne’s Devotions. Littleton: Illumify Medial Global.
White, E.G. (1893) El Deseado de todas las Gentes. Mountain View: Pacific Press Publishing Association. p. 63
Para una descripción detallada, ver Fayard, Carlos (2021) Un Corazón Tranquilo. Doral: Inter-American Division Publishing Association. https://iadpa.org/products/un-corazon-tranquilo?_pos=1&_sid=c26f81c98&_ss=r
Carlos Fayard, PhD es profesor asociado de Psiquiatría y director del Centro de Colaboración de la Organización Mundial de la Salud de la Escuela de Medicina de la Universidad Loma Linda. Es autor de “Christian Principles for the Practice of Counseling and Psychotherapy” y “Un Corazón Tranquilo.