20 de enero 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Hola amigos. Hoy consideraremos una pregunta muy profunda: “¿Quién es Dios?”
Para aquellos que confían únicamente en la sabiduría humana, Dios es un misterio, simplemente una idea contra la que argumentan. Sin embargo, Dios, en Su amor y compasión, se revela en su gracia a aquellos que, a través de los ojos de la fe, están dispuestos a ver.
Hay dos formas principales en las que Dios se revela a sí mismo. La primera es a través de la Creación. En el Salmo 19:1-4, David declara: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras.»
Para aquellos que están dispuestos a ver, la mano del Creador es visible en toda la naturaleza: Desde las estrellas en los cielos hasta las criaturas de las profundidades del mar, Su diseño asombroso puede verse claramente.
La segunda forma en que Él se revela es a través de las Escrituras, y es a través de las Escrituras donde se ve la suprema revelación de Dios a través de la vida y muerte de Cristo Jesús. A través de Jesús podemos conocer al Padre. leemos en
1 Juan 5:20—»Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero. Y Jesús mismo dijo, «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3).
Cuando buscamos conocer a Dios en la Biblia, no podemos colocarnos por encima de Dios y tratarlo como un objeto para ser estudiado, analizado y cuantificado. Debemos someternos a la autoridad de Su autorrevelación: La Biblia. Y la Biblia es su propio intérprete, cuando comparamos Escritura con Escritura.
Es importante tener en cuenta que la Biblia no prueba la existencia de Dios, sino que la asume, como se indica en su apertura: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1:1).
Una de las formas en que la Biblia revela a Dios es a través de sus nombres registrados allí. «Santo y temible es su nombre.»
Leemos en Salmos 111:9. En el Antiguo Testamento, escrito en Hebreo, leemos muchos nombres que nos ayudan a entender quién es Él. El y Elohim, significan «Dios» y revelan Su poder divino. El Elyon significa «Dios Altísimo”, y Adonai significa «Señor» o «Maestro». El nombre El Shaddai significa «Dios Todopoderoso» y el nombre Yahweh enfatiza la naturaleza autoexistente de Dios y Su fidelidad. En el Nuevo Testamento, Jesús usa el nombre Padre para llevarnos a una relación más cercana y personal con Dios.
Las actividades de Dios también nos dan una idea de quién es Él. En Hebreos 1:3, Podemos verle «sustentando todas las cosas con la palabra de su poder,» y en muchos pasajes podemos verlo como nuestro Redentor. Isaías 46:11 y Jeremías 29:11 nos recuerdan que Dios hace planes, y de acuerdo a Isaías 46:10, Él declara «el fin desde el princio.» Él bendice a Su pueblo, como lo revela Deuteronomio 15:6, y es fiel y justo para perdonar los pecados cuando se los confesamos, como prometió en 1 Juan 1:9.
Quizá uno de los textos más reveladores en la Escritura, se encuentra en Éxodo 34:6-10 — «Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado…” Nuestro Dios es un Dios de misericordia y máxima justicia.
Dios existe por sí mismo, porque tiene «vida en sí mismo», como leemos en Juan 5:26. Él es todopoderoso y omnisciente, conoce el fin desde el principio como el «Alfa y Omega», registrado en Apocalipsis 1:8.
Dios es omnipresente, trasciende el espacio y el tiempo y, sin embargo, está completamente presente en todas partes y en todo momento, como se indica en Salmos
139:7 y en Hebreos 4:13.
Dios es todo poderoso y no hay nada imposble para Él. Él no cambia y es perfecto. «Porque yo Jehová no cambio,» Él dijo en Malaquías 3:6. Las Escrituras revelan que si bien hay un solo Dios, hay una pluralidad dentro de la Deidad. De hecho, nuestra segunda Creencia Fundamental Adventista del Séptimo Día, afirma: «Hay un solo Dios:
Padre, Hijo, y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternales. Dios es
inmortal, todopoderoso, omnisciente, sobre todo, y omnipresente. Es infinito y
más allá de la comprensión humana, pero conocido a través de su auto-revelación. Dios, que es amor, es por siempre digno de adoración y servicio por parte de toda la creación.» (adventist.org/beliefs).
Demos una mirada a lo que dice la Escritura acerca de la Deidad. En el libro de Génesis, escuchamos a Dios refiriéndose a sí mismo en plural varias veces. En Génesis 1:26 Dios declara: «Hagamos al hombre a nuestra imagen.» En Génesis 3:22 Él dice, «He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal… Y en Génesis 11:7 escuchamos a Dios decir, «Ahora, descendamos.»
Algunas referencias se refieren específicamente al Espíritu Santo, como en la historia de la Creación donde leemos en Génesis 1:2, «el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.» Y en Isaías 48:16 vemos las tres personas de la Deidad donde leemos, «allí estaba yo (El Hijo de Dios); y ahora me envió Jehová el Señor (El Padre), y su Espíritu (El Espíritu Santo).»
La Encarnación de Jesucristo es un hermoso ejemplo de cómo los tres miembros de la Deidad trabajan en estrecha colaboración: el Padre entregó a Su Hijo (Juan 3:16); Cristo se dio a si mismo (Gálatas 1:4), y fue concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1:18, 20). Cada miembro de la Deidad estuvo presente en el bautismo de Jesús, con el Padre declarando, » Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.» (Mateo 3:17); Cristo dándose a sí mismo para ser bautizado, como nuestro ejemplo (Mateo 3:13-15); y el Espíritu empoderando a Jesús cuando descendió sobre Él en forma de paloma (Lucas 3:21, 22).
Poco antes de Su muerte, Jesús prometió enviar al Espíritu Santo como consolador (Juan 14:16), y encomendó a Su iglesia para bautizar «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28.19).
Hoy el Padre y el Hijo se acercan a nosotros por medio del Espíritu Santo. Jesus dijo, «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.» (Juan 15:26). Y en 2 Corintios 13:14 encontramos la hermosa promesa—» La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.»
Saben, amigos, el agua es una sustancia interesante: puede caer como un salto de agua por cascadas estruendosas, llenando lagos y ríos que desembocan en el poderoso mar. Puede congelarse y convertirse en hielo que cubre los polos de la tierra, y puede elevarse como vapor, frío como el hielo o caliente como el vapor. Tres formas —líquido, sólido y gaseoso— y, sin embargo, todas son una sustancia, el agua.
Tal vez Dios sea un poco así: un Dios, pero tres Personas distintas con características y roles únicos, todos trabajando juntos para salvar a tantos como sea posible para la eternidad.
Elena de White nos dice, «Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes—el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo.» (Evangelismo, p. 446).
¡Qué maravillosa promesa es esta!
Si deseas aprender más acerca de quién es Dios, encontrarás muchos recursos útiles en adventist.org/beliefs.
Qué consuelo es saber que verdaderamente hay un Dios en el cielo que nos ama, que murió por nosotros, que nos consuela y nos guía, y que un día muy pronto vendrá de nuevo para llevarnos a vivir para siempre con Él.
Démosle gracias ahora mismo.
Padre que estás en los cielos, gracias por la forma maravillosa en que trabajas tan cercano, con Jesús, el Hijo y el Espíritu Santo, como una deidad, tres en uno, algo que no podemos entender, está más allá de nuestra comprensión, pero lo aceptamos por fe y te agradecemos por esta maravillosa oportunidad de permitirte vivir en nuestros corazones. Ayudarnos a compartir con los demás la magnífica noticia de que tú diste una vía de escape para cada uno de nosotros, y que este maravilloso plan de la salvación, fue provisto por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, aun antes de la creación de este mundo. Gracias por ser nuestro Dios. Todo esto te lo pedimos en el nombre poderoso y maravilloso de nuestro Salvador Jesucristo, amén.