Marcelo Cunha usa su talento para dar un testimonio diferente, pintando con su boca.
A la edad de 21 años, Marcelo Cunha era atleta y diseñador, hasta que sufrió un accidente durante una zambullida, que lo dejó paralizado. Sin embargo, aun con limitaciones físicas, nada le impidió que siguiera haciendo realidad sus sueños y sirviera a Dios con su testimonio.
A pesar de la adversidad, comenzó a pintar con la boca y se dedicó a pintar por diez años. Motivado por un deseo de cambio, buscó comunicarse mediante esta manera alternativa de qué manera el arte puede transformar vidas.
Cunha, que trabaja con frecuencia y asiduamente, es director del Departamento de Mayordomía y Escuela Sabática de la Iglesia Adventista de Jardim Paulista, en Campo Grande, Río de Janeiro. En años recientes, ha llevado a cabo talleres en congregaciones adventistas en la parte sur del estado, en eventos tales como campamentos y diversas actividades para animar a los jóvenes y adolescentes para que testifiquen y continúen sirviendo a Dios aun en medio de las dificultades.
«Sumergirme en el universo artístico marcó un cambio como jamás había imaginado. Como resultado de un [error] en [el] agua, me estrellé y terminé cuadripléjico. Incapaz de cumplir sueños que dependían de la Libertad física, me cuestioné muchas cosas. Y fue en ese contexto que comencé a pintar con la boca. Y, más que un talento, surgió un ministerio e incontables posibilidades. Ahora tengo autonomía”, detalla Cunha.
Para él, con cada cuadro que completa y cuelga de las paredes, surge una nueva oportunidad de compartir con otras personas los milagros que Cristo puede hacer. “Era feliz al ser activo. Por ello, surgió en deseo en mí de tener un estudio definitivo para exponer los cuadros de manera permanente en lugar de almacenarlos en estantes”, dice.
Los detalles y la peculiaridad de cada obra son los elementos para construir una mirada optimista a los desafíos, dice. El compromiso marcó el significado de la libertad perdida, marcando senderos y grandes cambios junto a Cristo.
«La producción de mis obras se ha tornado más intensa, y varias de ellas han sido seleccionadas y reproducidas en tarjetas y calendarios, vendidos en más de setenta países. Y encima de ello, fui promovido como miembro asociado de la Asociación de Pintores de Boca y Pies, y ahora he conquistado un rincón en la región oeste de Río de Janeiro, un lugar de rica vegetación nativa y bellezas naturales, donde se construyó una casa grande y accesible para llegar al estudio soñado por tanto tiempo”, enfatiza Cunha.Este artículo fue publicado originalmente en el sitio de noticias de la División Sudamericana
Traducción de Marcos Paseggi