3 de marzo 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Saludos amigos. En el Salmo 8, encontramos un hermoso canto que glorifica al Creador, y en medio de ese Salmo, leemos estos fascinantes versos, «Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra.» (Salmos 8:3-5).
En este hermoso pasaje de alabanza vemos el valor que Dios ha puesto en el ser humano: Que Dios está atento, y se acuerda de nosotros. Él quiere conectarse y tener comunión con nosotros. Nos ha hecho “un poco inferiores a los ángeles» y nos ha coronado de gloria y de honra. Verdaderamente le pertenecemos a Él.
Como sabemos, cuando Dios creó a los seres humanos, eran perfectos. La Biblia nos permite escuchar la conversación de la Deidad, como está registrado en Génesis 1:26, cuando ellos acordaron, «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra..»
Entonces, como nos dice el registro sagrado, «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» (Gén. 1:27).
A diferencia del resto de la creación, a la que Él habló, los seres humanos eran tan especiales, tan queridos por Dios, que Él se inclinó y los formó con Sus propias manos, las mismas manos que un día serían clavadas en una cruel cruz para salvar a los que Él creó.
Arrodillándose en el suelo, el Creador amorosamente formó al primer hombre del polvo de la tierra. Por fin, la escultura era perfecta, por dentro y por fuera. Entonces, inclinándose sobre esta magnífica forma, el Creador «sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. » (Gén. 2:7).
Hagamos una pausa y notemos algo por un momento. Cuando Dios formó los elementos de la tierra en un cuerpo, Él «sopló» el aliento de vida» en las fosas nasales del cuerpo sin vida de Adán, y sólo entonces el hombre se convirtió en un «ser viviente». Este «aliento de vida es «el aliento de el Todopoderoso» según Job 33:4, donde leemos: «El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida.»
Esto nos muestra que un ser humano está hecho de un cuerpo y del aliento de vida de Dios. Cuando los dos están juntos, hay vida. Cuando se separan, no hay vida.
Dándose cuenta de la necesidad de compañía del hombre, Dios declaró, como leemos en Génesis 2:18, «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.»
La Biblia nos dice que Dios hizo que «un sueño profundo» cayera sobre Adán, y mientras Adán dormía, Dios extrajo una de las costillas de Adán y la convirtió en una mujer. Luego despertó a Adán y le presentó a Eva. ¡Imagina qué reunión debe haber sido!
Entonces Dios los bendijo y les dijo: » Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.» (Gén. 1:28).
Los colocó en su hermoso hogar, el Jardín del Edén, donde vivirían para siempre en suprema felicidad. Sin embargo, lamentablemente, aunque fueron creados perfectos y a la imagen de Dios, y colocados en un ambiente perfecto, Adán y Eva se convirtieron en transgresores y cayeron en el pecado, y en todo el dolor, la miseria y la muerte que eso conlleva.
Sin embargo, Dios en Su infinita sabiduría, tenía un plan para salvar a la raza humana de la ruina eterna, y compartió esa esperanza con Adán y Eva después de la caída. Hablando a Satanás, Dios dijo, «Y pondré enemistad entre ti (Satanás) y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.» (Gén. 3:15).
El mensaje de Dios trajo ánimo porque anunció que aunque Satanás había puesto a la humanidad bajo su hechizo maligno, finalmente sería derrotado y se abriría una vía de escape para todas las personas que eligieran ese camino a través de nuestro Salvador, Jesucristo.
Este pacto de gracia se desarrolló incluso antes de la Caída. Las Escrituras señalan que antes de la Creación, los miembros de la Deidad habían hecho pacto entre Ellos para rescatar a la raza si cayera en pecado. Leemos en Efesios 1:4-7 — “habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.”
Y hablando del sacrificio expiatorio de Cristo, el apóstol Pedro escribió: «ya destinado desde antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:20).
Sí, mis amigos, somos preciosos a los ojos de Dios. Somos la obra de Su creación, y de Su re-creación por medio de Su salvación.
Como dice nuestra Creencia Fundamental Adventista del Séptimo Día #7:
«El hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios con individualidad, el poder y la libertad de pensar y hacer. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de Él y cayeron de su alta posición. La imagen de Dios en ellos fue desfigurada y se sometieron a la muerte. Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias al mal. Pero Dios en Cristo reconcilió al mundo consigo mismo y por su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Creador. Creados para la gloria de Dios, están llamados a amarlo a Él y a los demás, y a cuidar de su entorno.»
Pueden leer más sobre esta hermosa creencia bíblica visitando el enlace a continuación: [https://www.adventist.org/nature-of-humanity/]
Amigos, el amor de Dios por nosotros es real. Él nos creó, nos redimió y promete un día restaurarnos por completo. En ese maravilloso libro, El Camino a Cristo, leemos este maravilloso pensamiento:
“Por la transgresión, los hijos de los hombres son hechos súbditos de Satanás. Por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, los hijos de Adán pueden llegar a ser hijos de Dios. Al revestirse de la naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad. Al vincularse con Cristo, los hombres caídos son colocados donde pueden llegar a ser en verdad dignos del título de “hijos de Dios.” (El Camino a Cristo, p. 15).
¡Qué maravilloso Creador, Salvador, Redentor y Amigo! Oremos a Él ahora mismo. Padre que estás en los cielos, gracias por el plan de salvación. Qué manera tan maravillosa y amorosa de hacer provisión para las personas que sabías que caerían de un estado perfecto, gracias por enviar a Jesús, gracias por permitirnos participar y ser beneficiarios de esta maravillosa gracia y amor de parte de nuestro Salvador Jesucristo, por eso nos ponemos ahora, en tus manos y te pedimos que continúes recreándonos a la imagen de Dios. En el nombre de Jesús te lo pedimos, amén.