27 de mayo de 2022 | Kansas, Estados Unidos | Alejandro Dovald, Unión Asociación de los Estados Medios de Estados Unidos
Refugiado. La palabra representa a personas que vienen de sus países huyendo de las guerras, las hambrunas, las catástrofes naturales o situaciones políticas que ponen sus vidas en riesgo. Refugiados. La palabra nos asusta. Muchos piensan en grandes grupos de personas que invaden nuestro rincón del planeta como langostas. No sabemos si por egoísmo o sentido de autoprotección, cuando alguien de otro color, otra raza, con otro idioma llega al vecindario, altera de alguna manera nuestra paz. Ellos, los refugiados, ya se han acostumbrado a esas miradas hostiles que dicen: “Tú no eres de aquí, vete de aquí; tú no perteneces a nuestro grupo”.
Hace muchos años, Dios llamó a Abram de Ur de los Caldeos para que saliera y habitara en la tierra de Canaán. Él obedeció. Ur de los Caldeos era un buen lugar para vivir; era la tierra a la que pertenecía tanto él como su familia. Dios quería que viviera, sin embargo, como extranjero, y esa fue su experiencia por el resto de su vida: la de ser extranjero.
Lo interesante de esta historia es que él no llegó a una tierra deshabitada, sino más bien a una tierra que ya tenía dueño: “Abram atravesó toda esa región hasta llegar a Siquén, donde se encuentra la encina sagrada de Moré. En aquella época, los cananeos vivían en esa región” (Gén. 12:6, NVI). Abram no llegó solo. Fue una larga caravana de los que salieron con él de Ur —además de los que había comprado y adquirido en Harán— y es muy probable que los cananeos estaban afuera de sus casas o al costado del camino, guardando sus posesiones y tierras, porque tenían miedo de ese gran grupo de extranjeros que llegó para vivir en el país.
El aspecto social, cómo fueron recibidos, es un aspecto secundario, y es algo que no podemos cambiar. Pero el aspecto más importante de esta historia es lo que sucedió a continuación: “Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: ‘A tu descendencia daré esta tierra’. Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido” (Gén. 12:7, RV1995). Abram no construyó un altar a Dios en Ur, como así tampoco lo construyó en Harán; construyó el altar en Canaán.
Como iglesia y como pueblo de Dios, somos llamados a construir altares, o lugares de adoración a Dios. Y es lo que estamos haciendo. El Departamento Multilingüe de la Asociación de Kansas-Nebraska coordina la supervisión y ayuda de los menos afortunados, los extranjeros, y los refugiados que llegan a estas tierras, y los invitamos a dar gloria a Dios y a construir lugares de adoración.
Ya contamos escuchado de muchos refugiados de Birmania que han llegado a nuestro territorio y ya tienen una iglesia hermosa en Omaha, Nebraska, donde se reúnen cada sábado. Pero quiero contarles de un nuevo grupo de Haití, que han llegado a la tierra de Garden City, en Kansas. Debido a diversas circunstancias, un sábado por la mañana, una familia que hablaba criollo, algo de español y muy poco inglés llegó a la Iglesia Hispana para adorar a Dios. Fueron bien recibidos.
Junto con los miembros de iglesia, el pastor local David Meza estableció un programa para ayudar a la familia y brindarle un lugar donde adorar a Dios. El grupo creció, llegaron otros, y la necesidad de contar con más espacio se hizo evidente. Juntos, los hispanos y los haitianos comenzaron a orar a Dios, y el Señor respondió. Encontraron finalmente un gran edificio, un restaurante que había estado abandonado y en venta por mucho tiempo. Lo compraron por mucho menos de lo que cuesta normalmente, y comenzaron las tareas de reparación y remodelación. Los hermanos de la Iglesia Hispana cubrieron los costos y la deuda para lograr el objetivo: tener un templo, un edificio con dos lugares de adoración, uno para ellos y otro para los hermanos haitianos.
En el presente, un grupo de más de treinta haitianos se reúnen a adorar a Dios en Garden City.
Es maravilloso visitarlos y ver de qué manera, a solo unos metros de distancia, esos grupos, hijos de Abraham, adoran al Creador.
La versión original de este comentario fue publicado en la revista Outlook de la Unión Asociación de los Estados Medios de Estados Unidos. Alejandro Dovald es director ministerial asociado y coordinador de Ministerios Hispanos de la Asociación de Kansas-Nebraska de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Traducción de Marcos Paseggi