11 de mayo de 2022 | Miami, Florida, Estados Unidos | Por Leonard Johnson, secretario ejecutivo de la División Interamericana
La historia de la División Interamericana registra el maravilloso poder de la providencia divina, en especial en las áreas del evangelismo por impresos, la educación y los emprendimientos médicos. Sin duda alguna, la colorida expansión de la División Interamericana fue un movimiento ordenado por Dios, cuando el obró en la vida de hombres y mujeres de sólidas convicciones y destacada fe. Esos individuos se vieron inspirados a aventurarse desde la comodidad de sus familias a nuevas áreas con grandes sacrificios y, en algunos casos, arriesgaron sus vidas para establecer el evangelio. En efecto, es una historia apasionante e intrigante. Sin embargo, dada la naturaleza de esta perspectiva histórica, el énfasis primordial estará dado en el papel del ministerio del evangelismo por impresos y su impacto definido en el desarrollo y crecimiento iniciales de la División Interamericana. Asimismo, se dará tributo a algunos de los líderes a quienes Dios ha colocado al mando de la organización desde sus inicios.
La traza de los comienzos de la División Interamericana puede comprenderse mejor si analizamos los inicios de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en general. Al hacerlo, es difícil pasar por alto el Gran Chasco de 1844 que fue experimentado por un grupo de milleritas que esperaban que Jesús regresara ese año. Cuando no fue así, ese grupo, ese desalentado y decepcionado grupo, después de estudios adicionales, se daría cuenta en dónde se habían equivocado. Entonces, inspirados por Apocalipsis 10:11: “Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”, resolvieron proclamar el mensaje del santuario a los habitantes de todo el mundo.
La organización de la División Interamericana en California, Estados Unidos, en 1922. [Imagen: Fotografía de Archivo de la División Interamericana]
Motivados por esta directiva, los primeros creyentes y líderes llevaron el mensaje adventista a prácticamente todas partes. En efecto, fue como “raudales de luz” que rodearon el planeta (Ibíd). ¿Quién se habría imaginado que tales esfuerzos darían lugar a la División Interamericana en 1922?
En 1868, Jaime White realizó un llamado especial por medio de la Review and Herald pidiendo mil dólares para patrocinar a dos hombres, D. T. Bordeau y J. N. Loughborough, para que viajaran a Panamá y otras partes de América Central. Quince años después, en 1883, W. J. Boynton, uno de los obreros de la Sociedad Internacional de Tratados, tomó un conjunto de revistas a un barco que tenía que viajar de Nueva York a la Guyana Británica. Le preguntó al capitán si sería tan amable de distribuir las revistas y folletos cuando llegara allí. Un tanto reacio, el capitán finalmente aceptó. Cuando el barco llegó al puerto, el capitán descendió. Tomó las revistas y folletos, y los distribuyó en el muelle, diciendo mientras lo hacía: “He cumplido con mi promesa”. Como lo deseaban los que los enviaron, numerosas personas leyeron y compartieron los folletos, haciendo así que surgiera interés en “la verdad”. (The Advent Message in Inter-America, pp.78, 79)
La sede de la División Interamericana en La Habana, Cuba, de 1922-1945. [Fotografía: Archivos de la División Interamericana]
Otro colportor, William Arnold, le siguió, y vendió más de 8000 dólares en la Guyana Británica. No es de asombrar que la primera iglesia adventista de Interamérica fue establecida en la Guyana Británica en 1887 (Ibíd., p. 81)
Entusiasmados por esparcir el mensaje, en 1882, se llevó a cabo un intento de enviar folletos y otras publicaciones a Cuba. En 1885, una señora E. Gauterau de Honduras aceptó la verdad mientras estaba en Californnia, y cuando regresó a su hogar en América Central (en Honduras) distribuyó folletos y otros impresos a amigos y vecinos. En consecuencia, en 1887, la Asociación General envió al colportor T. H. Gibbs a Honduras y la Islas de la Bahía (Ibíd., pp. 81, 82).
La sede de la División Interamericana en Coral Gables, Florida, Estados Unidos, desde 1955 to 2001. [Fotografía: Archivos de la División Interamericana]
Dado lo mencionado, no hay duda de que los comienzos del adventismo en Interamérica precedieron en unos 35-40 años al establecimiento de su sede. En términos simples, ha habido adventistas del séptimo día presentes en el territorio de Interamérica por más de cien años.
Con el voto de la Asociación General de establecer la División Interamericana, se pensó en ubicar la sede del territorio en Nueva York, aunque también se pensó en Nueva Órleans. Sin embargo, la ubicación de las oficinas en Nueva York solo sería por un breve período, dado que unos meses después, la sede fue reubicada en Panamá. Operó allí hasta 1942, y entonces se trasladó a Cuba hasta 1945. En 1946, la sede fue reubicada a Coconut Grove, Florida, y entonces, en 1955, al número 760 del Boulevard Ponce de León en Coral Gables, una zona residencial muy estimada cerca de Miami, Florida. En 2001, las oficinas de la división fueron reubicadas al sitio actual en Kendall, Florida.
Bender L. Archbold (izquierda) llegó a ser el primer presidente nativo de la División Interamericana en 1970, junto con José Figueroa, oriundo de Puerto Rico, como secretario ejecutivo, y A. R. Norcliffe como tesorero. [Fotografía: captura de pantalla de la División Interamericana]
Antes y después de 1950, líderes tales como E. Andross, Grant Roberts (1936-1941); y Glenn Calkins (1941-1947 y 1951-1954) pensaron de manera similar. Durante el breve período entre los dos períodos de Calkins, Earl F. Hackman (1948–1950) fue presidente antes de fallecer por una enfermedad. En su funeral, su esposa destacó: “Su gran amor por ustedes, y por la obra que tanto llenó su vida, pesó mucho en su corazón hasta el mismo fin. Luchó con valor por su vida, para que pudiera regresar al campo, pero cuando vio que no estaba en la providencia divina que fuera sanado, dijo, como Job en la antigüedad, “Aunque él me mate, en él esperaré”. (Inter-American Division Messenger, 1951 Marzo N0.3, p.4).
La sede de la División Interamericana en Kendall, Miami, Florida, inagurada en 2001. [Fotografía: Keila Trejo/División Interamericana]
El período de 1980-1993 también se destacaría porque otro hijo del territorio, George Brown, de la República Dominicana, fue elegido presidente. Su equipo administrativo incluyó a todos nativos como José Figueroa, Ramón Maury de Colombia, y Agustín Galicia de México. Se produjo un crecimiento en diversas áreas, en especial en el número de miembros, que llegó y superó el millón. Después del pastor George Brown, vino el período del presidente con más años de servicio en Interamérica, el pastor Israel Leito, oriundo de Curazao, quien prestó servicios de 1994-2018. Una vez más, vemos un equipo de líderes nativos, que incluyó a Juan Perla de El Salvador, Filiberto Verduzco de México, y Elie Henry de Haití. La feligresía llegaría a casi 4 millones de miembros, las uniones pasaron de 11 a 24, y los campos locales de 60 a 150. En efecto, fue un período de crecimiento y desarrollo significativos.
En 2018, Elie Henry, un líder talentoso y con mucha educación, que había trabajado en todos los niveles de la iglesia y había sido profesor universitario, fue elegido presidente. Leonard Johnson de Bahamas se convirtió en el nuevo secretario ejecutivo, y Filiberto Verduzco continuó prestando servicios como tesorero. Esta administración, desde el comienzo, adoptó y lanzó tres énfasis estratégicos, a saber: evangelismo, educación y servicio a la comunidad, con el propósito de avanzar en la misión.
Líderes y personal de la División Interamericana en abril de 2022. [Fotografía: División Interamericana]
Traducción de Marcos Paseggi