Equipo de ciclistas que viaja de Washington, D.C. a San Luis tienen una historia que contar.

5 de junio de 2022 | San Luis, Missouri, Estados Unidos | Marcos Paseggi, Adventist Review

Cuando un equipo de ciclistas adventistas decidió que viajaría en bicicleta desde Washington, D.C. a San Luis, Missouri, Estados Unidos, en espera del comienzo del Congreso de la Asociación General 2022, cada uno de los ocho ciclistas supo que tenía que entrenarse duro para estar preparado.

“Sentí que tenía que mejorar mi entrenamiento y ponerme más en forma si quería participar en semejante proyecto”, dijo Torben Bergland, director asociado de ministerios de salud de la Asociación General y uno de los participantes. “Necesita enfocarme en mi salud”.

Pero lo que Bergland y varios otros del equipo no sabían es que a medida que el día de comenzar se aproximaba, algo más los llenó de preocupación. “Jamás había colportado, jamás había salido a hablar con la gente por las calles acerca de mi fe”, dijo Bergland en un programa especial de sábado en la iglesia adventista de Thompsonville, en Thompsonville, Illinois, tan solo un día antes de la finalización de la carrera planificada para el 5 de junio.

Los comentarios de Bergland se hicieron eco de lo que sintieron otros participantes de la travesía “I Will Go”. Varios de ellos, que se definen como “tímidos” e “introvertidos”, se mostraron preocupados por el componente de testificación del viaje más que por sobre el desafío físico de la iniciativa. “Pero terminó siendo una experiencia maravillosa”, dijo Bergland durante el programa. “Sigo siendo tímido al momento de acercarme a otras personas, pero he hallado que hay tantas personas que necesitan algo, que aprecian no solo los libros que les damos sino también las interacciones”, dijo.

Anthony Kent, director asociado de la Asociación Ministerial, muestra el ejemplar del libro El conflicto de los siglos, que ayudó a uno de sus tatarabuelos a aceptar la verdad de la Biblia y unirse a la Iglesia Adventista en la década de 1890. [Fotografía: Marcos Paseggi]

El participante Rob Hansford, un contador proveniente de Australia, se mostró de acuerdo. “La parte que más me atemorizó fue compartir mi fe con las personas. Tenía miedo. Pero esta experiencia realmente me cambió la vida. Aprendí que puedo ir y contarle la historia de mi familia a cualquier persona”, dijo Hansford.

Una actividad misionera

Desde el mismo comienzo, reconocieron los participantes, el viaje fue planificado no solo como una iniciativa para ponerse en forma sino como una manera de testificar a otras personas a lo largo del camino. Los vehículos de apoyo a lo largo del viaje de 2000 kilómetros en dirección oeste por rutas de campo llevaron cajas con publicaciones adventistas, que los ciclistas compartieron al encontrarse con extraños, contarles del proyecto y ofrecerles orar por ellos.

Todo comenzó cuando Anthony Kent, el secretario asociado de la asociación ministerial de la Asociación General, Kent y sus amigos buscaron recrear la iniciativa misionera de Philip Reekie, un inmigrante de Escocia a Australia en el siglo XIX, que anduvo miles de kilómetros en su bicicleta, compartiendo impresos adventistas con las personas que encontraba por el camino. Uno de los que se benefició de leer el libro El conflicto de los siglos, de Elena G. White, fue Thomas Kent, el tatarabuelo de Anthony. Después de que Thomas aceptó finalmente el mensaje adventista, y esto llevó a la formación de una iglesia local y varias generaciones de pastores adventistas y miembros laicos comprometidos. Kent estima que más de veinte mil personas han hallado esperanza en Cristo a lo largo de los años, gracias a un hombre en bicicleta.

Para salvar dedos y extremidades

El viaje también tuvo otros objetivos, dijo Glenn Townend, presidente de la División del Pacífico Sur y miembro del equipo de ciclismo durante el programa del 4 de junio. “En el Pacífico Sur, alguien pierde un dedo o una extremidad por la diabetes cada veinte minutos”, dijo. “[Mi esposa y yo] hemos vivido en Fiyi, y yo tuve colegas que perdieron extremidades y otros que fallecieron como resultado de la diabetes”.

Exhibición de los impresos adventistas que el equipo de ciclistas distribuyó cuando se encontraron con gente a lo largo del camino desde Washington D.C. hasta San Luis, Missouri, Estados Unidos. [Fotografía: Marcos Paseggi]

Según Townend, esta es la razón por la que la Iglesia Adventista se ha asociado con otras organizaciones para la iniciativa 10,000 Toes (Diez mil dedos), que busca apoyar los esfuerzos de disminuir la incidencia de la diabetes a lo largo de la región. La Iglesia Adventista está transformando a las iglesias en centros de bienestar, y enseñando a las personas cómo cambiar sus hábitos de estilo de vida para evitar esa enfermedad no transmisible.

La iniciativa no ha sido ignorada, dijo Townend.

“Una universidad australiana realizó un estudio sobre todas las iniciativas de salud en el Pacífico Sur”, informó Townend. “10,000 Toes obtuvo un premio como la mejor iniciativa durante dos años consecutivos”. Este año, el programa también obtuvo una beca de 37 mil dólares australianos, que serán usados para extender el alcance de la iniciativa, dijo.

La misión es el centro de todo

El punto destacado del viaje, según los participantes, fue el elemento misionero de la travesía.

Pham Nguyen To Phuong, de Vietnam, que es directora de salud y publicaciones de la Unión Misión del Sudeste Asiático, es la única participante mujer del grupo. Comenzó a practicar el ciclismo hace cinco años, y nunca dejó de hacerlo. “Mi oración solía ser: ‘Por favor, Señor, usa mi pasión para tu gloria’, contó To Phuong. “Mediante este viaje, Dios respondió mi oración”.

Las esposas de tres de los ciclistas del equipo comparten sus experiencias. Ellas se alternaron para conducir adelante o detrás de los ciclistas, ocupándose de parte de los aspectos logísticos del viaje. [Fotografía: Marcos Paseggi, Adventist Review]

Michael Worker, secretario de la Unión Asociación Australiana, dijo que al pasar por pueblos y caseríos en su camino hasta San Luis, tuvieron muchas oportunidades de dar su testimonio. “Tan solo compartir lo que estábamos haciendo era una gran manera de iniciar el diálogo”, contó. “Las personas nos saludaban, nos daban la bienvenida, y contarles nuestra historia abrió la puerta para la testificación. Y al compartir e interactuar con otros cristianos, sucedió muchas veces que ellos quisieron orar por nosotros. Vinimos para dar, pero fuimos los que recibimos”, dijo Worker.

Russ Willcocks, especialista en sistemas de la División del Pacífico Sur, se mostró de acuerdo, y añadió que sintió que Dios iba delante de ellos preparando el camino y los corazones de las personas para que interactuaran con ellos. “Sucedió a menudo que cuando llegábamos a encontrarnos con la gente, descubríamos que Jesús ya había llegado antes”, dijo. “Estaban listos y abiertos para recibirnos”.

La clave, dijo Willcocks, es estar dispuestos a seguir la conducción divina. “No pregunten: ‘¿Debería ir?’, o ‘¿Puedo ir?’, dijo. “Digan tan solo: ‘Sí, iré’, y Jesús estará allí esperándolos”.

Responder al llamado

Durante el programa, Bill Knott, editor ejecutivo de Adventist Review Ministries, recordó a la audiencia presencial y a los que seguían la transmisión por Internet que el llamado a practicar la misión no se origina en nosotros sino en Dios. “No nos ponemor a servir a la iglesia porque creemos que tenemos algo para ofrecer”, dijo Knott. “Es el llamado de Jesús. Sin ese llamado, la misión no existiría”.

Pham Nguyen To Phuong, de Vietnam, es directora de salud y publicaciones de la Unión Misión del Sudeste Asiático y única mujer del grupo de ciclistas. [Fotografía: Marcos Paseggi]

John Lomacang, pastor de la iglesia adventista de Thompsonville, concordó con él. En su reflexión de cierre, Lomacang enfatizó que el viaje estuvo por fuera de lo que a los participantes les resultaba cómodo. “Pero aprendí que Dios puede hacer cualquier cosa con un corazón que esté bien dispuesto”, dijo.

Lomacang añadió que estos ciclistas acaso nunca sepan todo el impacto de su travesía hasta que lleguen al cielo. Pero una vez más, enfatizó, la clave es que aceptemos el llamado de Dios de alcanzar a otros. “Dios puede hacer cualquier cosa por nuestro medio si tan solo decimos las palabras: ‘Sí, iré,’” expresó.

Traducción de Marcos Paseggi

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