11 de junio de 2022 | San Luis, Missouri, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson

Alrededor de este mundo, los adventistas tenemos la gran expectativa de que “¡Jesús viene pronto!” ¡Qué maravilloso espíritu de dedicación espiritual y entusiasmo evangelista en nuestra familia mundial! Con tantos países y culturas que tiene la familia de la iglesia mundial, alabamos a Dios de que hay una cultura en Cristo que nos une y nos hace a todos nosotros ciudadanos del cielo.

“¡Jesús viene pronto!” y la Biblia nos dice: “¡Retén firmemente lo que tienes!” Jamás renunciemos a la verdad bíblica pura ahora que vemos que las señales de la segunda venida aumentan a nuestro alrededor. Muchas señales apuntan hacia el fin del tiempo, y es imperativo que retengamos con firmeza lo que tenemos. Jamás renunciemos a la verdad pura de la Biblia. Las Sagradas Escrituras dicen: “He aquí, vengo pronto. Retén lo que tienes, para que ninguna tome tu corona” (Apoc. 3:11).

A pesar del caos imperante a nuestro alrededor, podemos plantar nuestros pies directamente y creer completamente en la inmutable Santa Palabra de Dios: ¡la Biblia! Satanás ha atacado la Palabra de Dios a lo largo de las edades desde que fue expulsado del cielo, pero Dios siempre ha protegido su Santa Palabra, y siempre lo hará. Él nos pide que estemos de parte de la verdad y que retengamos firmemente lo que hemos creído. Los adventistas del séptimo día aceptamos la Biblia tal cual está escrita, y como el fundamento de todas nuestras creencias religiosas. A partir de la Santa Palabra, entendemos que los adventistas somos la iglesia remanente llamada por Dios y que posee una identidad profética. Es un movimiento singular con un mensaje singular en una misión celestial singular.

Como pueblo remanente de Dios identificado en Apocalipsis 12:17 como “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”, tenemos un mensaje especial de advertencia, gracia y esperanza. “Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como pueblo especial, separado del mundo […]. Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase de la obra de salvación”.1

Más allá de los muchos obstáculos que enfrentamos, aferrémonos a nuestra creencia en la Palabra de Dios y su amor por la iglesia. Su iglesia no fracasará. Continuará hasta el fin bajo el poder del Espíritu Santo. En estos últimos días de la historia de la tierra y en respuesta a nuestras sinceras oraciones, Dios derramará su Espíritu sobre todos los que se humillan a sí mismos y conforman sus vidas a su voluntad según se expresa en su Santa Palabra y sus instrucciones del espíritu de profecía, mostrando su amor infinito por la raza humana.

Repasemos las muchas verdades vitales de la Palabra de Dios a las que él quiere que nos aferremos con firmeza (véase recuadro).

Mis hermanos y hermanas, permanezcan firmes en la maravillosa verdad bíblica de Dios para este tiempo. No se distraigan; por el contrario, enfóquense plenamente en la Palabra de Dios y los consejos del espíritu de profecía que nos dan conexión con Dios, esperanza para el futuro y nuestra razón de ser adventistas.

Enfoquémonos en nuestro llamado específico de Dios como su iglesia remanente para estos, los últimos días de la historia de la tierra: para proclamar en todo el mundo los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 y el correspondiente cuarto ángel de Apocalipsis 18.

Permitamos que el Espíritu Santo revitalice espiritualmente nuestra vida, familia, actividades, trabajo por el Señor y la iglesia local. Oremos sinceramente por el derramamiento del Espíritu Santo para que cumpla con esa obra en nuestra vida.

Se nos dice: “En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con ésta y nada debe desviar nuestra atención de ella”.2

Dado que estos mensajes son tan centrales para nuestra misión como adventistas, repasemos algunos de los puntos vitalmente importantes de estos mensajes, recordándonos cuál es realmente la misión que Dios nos ha encomendado.

Leemos en Apocalipsis 14:6: “En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”. El centro de los mensajes de los tres ángeles es la justicia de Jesucristo, que nos justifica y santifica. Como seguidores de Cristo, lo proclamamos porque estamos tan conectados con él y su justicia.

Según el versículo 7, la voz de este primer ángel es fuerte, para que todos los oigan y den gloria y alabanza a Dios. El ángel indica que “la hora de su juicio ha llegado”. Tenemos que adorar a aquel que hizo el cielo y tierra y el mar, lo que nos conecta con el mensaje del tercer ángel, que significa que Dios es el Creador todopoderoso. Tenemos que adorarlo en el sábado como día de reposo, que es una señal distintiva de su autoridad. Llegará el tiempo de tomar la decisión última de a quién adorar, indicando dónde se encuentran nuestras lealtades: con Dios, al adorar en su santo sábado como día de reposo y más allá de las consecuencias; o al seguir a la bestia, que ha establecido su falso día de adoración en domingo. Es en ese momento que los que escojan guardar el domingo recibirán la marca de la bestia.3

El segundo ángel de Apocalipsis 14:8 expresa: “Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación”. Esta es la iglesia durante la Edad Media, que continúa hoy, liderada por el papado. Se unirá, según lo afirma la profecía bíblica, con el protestantismo apóstata y el espiritismo para formar los poderes de triunvirato que procurarán forzar la sumisión de todos los que sigan fielmente la Palabra de Dios.

Babilonia, un símbolo de completa confusión, caos y la combinación de la verdad y el error, ha caído porque representa las influencias del mal y satánicas que confunden a las personas.4 Se nos dice que “merced a los dos errores capitales, el de la inmortalidad del alma y el de la santidad del domingo, Satanás prenderá a los hombres en sus redes”.5

Seguimos leyendo: “Los protestantes de los Estados Unidos serán los primeros en tender las manos a través de un doble abismo al espiritismo y al poder romano; y bajo la influencia de esta triple alianza ese país”, en referencia a los Estados Unidos, “marchará en las huellas de Roma, pisoteando los derechos de la conciencia”.6 Esta no es una profecía condicional; confirma a Apocalipsis 13 y 14.

El tercer ángel le sigue, diciendo a gran voz: “Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero. El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre”.

Recibir esta marca en la frente representa una aceptación y una creencia conscientes en las instrucciones de la bestia. Recibir la marca en la mano representa que aun si no creemos en sus instrucciones, sacrificaremos nuestra vida eterna simplemente por salvar temporariamente nuestra vida física.7

Hermanos y hermanas: Apoyémonos en Cristo, su Santa Palabra y su espíritu de profecía mientras nos preparamos para que lo pronto vendrá. Recordemos que los mensajes de los tres ángeles terminan con el maravilloso versículo 12: “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Por la gracia y el poder de Dios, guardemos todos los mandamientos de Dios y tengamos completa fe en Jesús.

Cuando se proclamen los mensajes de los tres ángeles, el Espíritu Santo nos guiará para que estemos unificados. “Su gracia transformadora en los corazones humanos conducirá a la unidad, una unidad que todavía no ha sido lograda, pues todos los que son asimilados por Cristo estarán en armonía los unos con los otros. El Espíritu Santo creará unidad […]. Se me ha instruido que diga a los adventistas de todo el mundo que Dios nos ha llamado como un pueblo que ha de constituir un tesoro especial para él. Él ha dispuesto que su iglesia en la tierra permanezca perfectamente unida en el Espíritu y el consejo del Señor de los ejércitos hasta el fin del tiempo”.8

Tenemos que compartir estos preciosos mensajes de los tres ángeles con bondad celestial y amor cristiano. Ellos no solo contienen una fuerte advertencia, sino que comparten gran esperanza mediante la justicia de Cristo según se revela en el evangelio eterno.

Mientras el pueblo de Dios —tanto en forma individual como también como cuerpo unido— mantenga sus ojos fijos en Cristo y no comprometa su fe, estarán seguros. Jesucristo es el Verdadero Líder de su iglesia, y él es el Único que puede guiarnos con seguridad a nuestro hogar celestial mientras cada día nos fijamos solo en él.

Un día, muy pronto, miraremos hacia el oriente y veremos que aparecerá una pequeña nube. Nos daremos cuenta de que es la segunda venida de Cristo. Esa nube se hará más y más brillante y más y más grande. Todo el cielo se abrirá para este evento climático y, en el medio de esa nube, veremos a Jesús. Diremos: “Este es nuestro Dios que hemos esperado, y él nos salvará”. Jesús nos mirará y dirá: “Bien hecho, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”, y ascenderemos juntos al cielo.

Hoy, Jesús nos pide que vayamos por él y preparemos al mundo para contemplarlo: nuestro Salvador y Rey. ¡Qué día será ese cuando podamos contemplarlo!

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1Elena G. White, Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 135.

2Elena G. White, Testimonios, t. 9, p. 17.

3Esto es explicado con más profundidad en El conflicto de los siglos, pp. 590-591.

4Véase Elena G. White, El conflicto de los siglos, p. 574.

5White, El conflicto de los siglos, p. 574.

6Ibíd.

7Véase Elena G. White, Eventos de los últimos días, pp. 228, 229.

8Elena G. White, Principles for Christian Leaders, p. 306.

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Traducción de Marcos Paseggi

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