1ro de septiembre de 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Saludos amigos. Hoy concluimos nuestra serie de tres partes sobre lo que Jesús está haciendo en el cielo en este momento, mientras consideramos el «Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial». Esta es nuestra Creencia Fundamental de los Adventistas del Séptimo Día #24, como se describe en el sitio web adventist.org que se muestra en la parte inferior de la pantalla.
En videos anteriores, analizamos cómo el santuario terrenal y todos sus servicios apuntaban a Jesús, el Cordero de Dios. Pero una vez que Jesús vino a la tierra y tomó las consecuencias del pecado por nosotros al morir en la cruz, terminó con la necesidad de los sacrificios de animales. Jesús es el único Sacrificio Verdadero que puede proveer para nuestra salvación.
Después de Su resurrección y ascensión, Cristo comenzó Su ministerio en el Santuario celestial, donde sirve como nuestro Abogado e Intercesor. «Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros,» leemos en Romanos 8:34. Él se interpone entre nosotros y Satanás, y también nos conecta directamente con el Padre.
El ministerio de intercesión de Jesús nos da la oportunidad de experimentar la salvación. Cuando pedimos perdón, Él aplica Su sangre para cubrir nuestros pecados. También sirve como nuestro Sumo Sacerdote en el santuario celestial.
Algunos pueden preguntarse, sin embargo, si el sacrificio de Cristo fue suficiente, ¿qué queda por hacer en el santuario celestial?
Es útil recordar que en el tabernáculo terrenal, después de que se inmolaba el cordero, su sangre se rociaba dentro del santuario, transfiriendo simbólicamente el pecado al santuario. El pecador era perdonado, pero su pecado permanecía en el santuario. Y así como el servicio terrenal tenía un Día de Expiación anual para limpiar el pecado del santuario, el Santuario celestial también debe ser limpiado.
Pero, ¿qué significa «purificar el Santuario»? En el Cielo, se lleva un registro de la vida de cada persona, registrando todo lo que hemos dicho o hecho. Estos registros son los que se estudiarán durante el juicio. La Biblia nos dice: “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” (Ecl. 12:14).
Cuando pedimos perdón, Jesús “es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Y aunque se complace en perdonar nuestros pecados, también tiene la responsabilidad de librarnos de ellos.
Al profeta Daniel se le mostró el Santuario celestial y su purificación en una visión de Dios. Durante esta visión, vio una visión general de los futuros eventos mundiales. Entonces escuchó una discusión interesante.
«¿Hasta Cuándo durará la visión?» pregunta un «santo» en Daniel 8:13. Otro «santo» responde: «Durante dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado» (Daniel 8:14).
Al estudiar esta profecía, los eruditos de la Biblia encontraron que este período de tiempo representa dos mil trescientos años. Daniel 9:25 explica que el comienzo de esta profecía ocurriría cuando se diera «la orden de restaurar y edificar Jerusalén». Esta orden la dio el rey Artajerjes en el año 457 a.C. A partir de esta fecha, el final de la profecía sería en el año 1844 d.C.
En los años 1800, un grupo de creyentes que leyeron estas profecías creían que la tierra era el santuario y que la purificación del santuario sería en la Segunda Venida de Jesús. Así como el santuario terrenal fue purificado en el Día de la Expiación, ellos creían que Jesús regresaría en el Día de la Expiación en 1844, que cayó el 22 de octubre de ese año. ¡Imaginen el gran chasco que se llevaron cuando Jesús no vino cuando esperaban!
Sin embargo, a través de más oración y estudio de la Biblia, se descubrió que la Biblia no enseñaba que la tierra era el santuario. Vieron que Dios tenía un Santuario celestial. Así como los sacrificios de animales eran un tipo del antitipo del sacrificio de Jesús, el Día de la Expiación terrenal era el tipo, mientras que la purificación del Santuario Celestial era el antitipo. En lugar de regresar a la tierra en el Día de la Expiación, Dios el Padre y Jesús, Dios el Hijo, comenzaron el proceso de purificación del santuario celestial en el Lugar Santísimo.
La sangre de Jesús es suficiente para cubrir los pecados de toda persona que haya vivido. Sin embargo, debe haber un tiempo de investigación: ¿De quién son los pecados que Él necesita cubrir? ¿Quién ha tomado la decisión de aceptar Su regalo del perdón? ¿Quién ha entregado su vida a Él?
Daniel, al ver el juicio en visión escribió, “Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días… Su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente… millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.» (Daniel 7:9, 10).
A medida que se revisan los libros de registro, se decide el caso de cada persona.
El profeta Zacarías también habla de esta escena del tribunal y la describe de esta manera:
Josué, un sumo sacerdote, » estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.» (Zacarías 3:1).
Josué se da cuenta que él está “vestido de vestiduras viles” (Zac. 3:3) y se queda allí, avergonzado, mientras Satanás lo acusa. Sus pecados pasados surgen como una razón por la cual Dios no debería aceptarlo.
Entonces resuena una voz: «¡Jehová te reprenda, oh Satanás!» (Zacarías 3:2). El Señor, el Juez justo, mira a Josué. “Quitadle esas vestiduras viles” (Zacarías 3:4), Él ordena.
Entonces el Señor le dice a Josué, «Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. » (Zac. 3:4).
Amigos, al igual que Josué, venimos al juicio con ropas viles. El profeta Isaías escribe, “Todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Pero, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Jesús nos limpia y nos da Su propio manto de justicia. Cuando nos rendimos a Él, Él guiará nuestro caso a través del juicio. ¡Él está de nuestro lado! el promete, “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.” (Apoc. 3:5).
Nuestra parte es confesar nuestros pecados, aceptar Su regalo de perdón y comprometer nuestra vida a Su dirección. ¡Él se regocija en salvarnos! Con Jesús a nuestro lado, no necesitamos temer el juicio. Pronto se pronunciarán las palabras: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.” (Apocalipsis 22:11). Una vez pronunciadas estas palabras, se habrá decidido el caso de cada persona: los que están a favor y los que están en contra de Dios. Por mucho que el corazón de amor de Dios quiera salvar a cada persona, Él respeta las elecciones que cada persona ha hecho. Jesús habrá terminado Su obra de intercesión. El último pecado ha sido borrado. El santuario celestial ha sido limpiado de pecado. Después de la purificación del Santuario celestial, Jesús regresará a la tierra y todos los que hayan elegido aceptar Su regalo de salvación se unirán a Él y a Sus ángeles en el aire, listos para ir al cielo.
En este momento, Jesús permanece en el santuario celestial. Él está listo para perdonar nuestros pecados tan pronto como estemos listos para confesarlos. Él está listo para acreditar el precio que pagó a nuestra cuenta. ¿Has aceptado Su regalo de perdón y limpieza? Si no, te invito a que lo hagas ahora mientras oramos juntos.
Padre en el cielo. Gracias por enviar a Jesús para pagar el precio de nuestros pecados, para darnos su manto de justicia, para darnos Su poder santificador en nuestras vidas, para ser cada vez más como Cristo. Gracias por este regalo de salvación. Señor, ahora nos encomendamos a tus manos, pidiendo que nos guíes a través del juicio, pues, ¿Cómo podemos perder si confesamos nuestros pecados y nos ponemos del lado de Jesús? Él nos llevará adelante. Gracias por escucharnos en esta oración y por el poderoso y maravilloso privilegio de la salvación a través de Jesucristo en cuyo nombre lo pedimos. Amén.