Un legado de fe, compromiso y servicio
11 de septiembre de 2022 | Inglaterra | David Neal y Vanesa Pizzuto, Noticias de la División Transeuropea
En 1953, la joven princesa Elizabeth fue consagrada para el servicio como monarca del Reino Unidos de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Durante el servicio de coronación, la reina prometió “conservar las Leyes de Dios y la profesión verdadera del Evangelio. El arzobispo de Canterbury respondió con las palabras siguientes:
Nuestra gentil Reina:
Para mantener a su majestad consciente siempre de la ley y el evangelio de Dios
como la Norma para la vida entera y el gobierno de príncipes cristianos,
presentamos ante usted este Libro,
el objeto más valioso que pueda estar al alcance de este mundo.1
Como monarca constitucional, se requería que Elizabeth II fuera políticamente neutral. Cuando se trataba de su fe, ella no era neutral y se mantuvo fiel a la promesa hecha en 1953. Casi medio siglo después, en ocasión del Milenio, reconoció abiertamente ante la nación entera: Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad ante Dios proveen el marco de referencia por el cual trato de dirigir mi vida”.2
Una fe personal, pero viviente
Aunque Isabel II poseía una profunda fe personal y privada, no estaba en su naturaleza ser “ferviente entusiasta” en cuanto a sus creencias. Aunque recibió cálidamente a Billy Graham en Londres, en 1956, se dice que le inspiraba viva curiosidad el que él predicara sus firmes convicciones fundamentalistas. Ella no podía asistir a sus reuniones, pero se dio a conocer que se reunieron en varias ocasiones para conversaciones privadas, estudio y oración. Sería un error interpretar su falta de actividad “evangelizadora” llegando a la conclusión de que la suya no era una fe viviente, porque ese es muy frecuentemente el caso con la gente inglesa, particularmente la de su generación, cuya preferencia es demostrar su creencia en Cristo más con hechos que con palabras.
Una vez al año, el día de Navidad, se dirigiría a la nación y a los 56 estados de la Mancomunidad de Naciones Independientes, con palabras cálidas y alentadoras acerca del mensaje y significado del Adviento. Los observadores de esas transmisiones hacen notar que en sus últimos años, mientras el Reino Unido se volvía cada vez más secular, sus mensajes navideños se hicieron a su vez más abiertamente cristianos. Entre más difícil fuera el año, más profundamente su mensaje estaba enclavado en Cristo.
Constancia
En la introducción de un libro recientemente publicado por la Sociedad Bíblica, la monarca escribió: “He estado y continúo estando muy agradecida por sus oraciones y a Dios por su inalterable amor”. La palabra ”inalterable” o firme, durante sus 96 años, era más que significativa, pues no obstante de haber acumulado una fortuna de 370 millones de euros (unos US$ 427 millones aproximadamente, de acuerdo con la lista de millonarios 2022, del Sunday Times), su vida estaba muy lejos de estar libre de problemas.3 Si fuéramos a hacer una lista de sus “luchas y problemas, nos daríamos cuenta de que muchos de ellos son comunes a todos nosotros. Y sin embargo, su fe y confianza en Dios se mantuvieron constantes. En ese mismo mensaje del Milenio, continuó diciendo: “Como muchos de ustedes, he recibido gran consuelo en tiempos difíciles a través de las palabras y el ejemplo de Cristo”. 4
Uno de esos problemas se presentó durante un tiempo conocido como “Los Problemas” en Irlanda del Norte. En 1979, su primo segundo, lord Louis Mountbatten, fue asesinado por el Ejército Republicano Irlandés (IRA). En ese tiempo se vio como un profundo ataque al establecimiento británico. Louis Mountbatten era muy querido y un miembro muy cercano de Isabel y Felipe; y en particular, un mentor del entonces joven príncipe Carlos. Fue una pérdida que la familia lamentó y sintió profundamente.
Paz y reconciliación
Treinta y dos años más tarde, en el Banquete de Estado Irlandés de 2011, la reina Isabel abrió su discurso dirigido al pueblo de Inglaterra e Irlanda del Norte con las palabras en gaélico: “A Uachtaráin agus a chaired” (“Presidente y amigos”), ante el asombro de muchos invitados presentes. Fue un momento clave para la reconstrucción de las relaciones entre los dos países y un momento vital en el proceso de paz en Irlanda del Norte. La reina Isabel continuó diciendo: “Con el beneficio de una mirada histórica retrospectiva, todos podemos ver cosas que habríamos deseado que se hubieran hecho diferente o que no se hubieran hecho del todo”.5 Esas eran palabras que ella pudo decir con suma convicción, el fundamento de las cuales se remonta a su fe religiosa.
En un reciente mensaje de Navidad, dijo: “Para mí, la vida de Jesucristo, el Príncipe de Paz … es una inspiración y un ancla en mi vida. Como modelo a seguir de reconciliación y perdón, extendió sus manos en amor, aceptación y acción sanadora. El ejemplo de Cristo me ha enseñado a respetar y valorar a las personas de cualquier fe religiosa o de ninguna”.6
Daniel Duda, presidente de la División Transeuropea (TED), expresó sus condolencias “a los miembros de la Familia Real que han perdido una madre, abuela y bisabuela. Estamos de duelo juntamente con una nación, con los ciudadanos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Al orar en favor de todos los miembros de la Familia Real, recordamos en forma particular al rey Carlos III”.
La directora de ministerio de vida familiar de la División Transeuropea, Karen Holford, reconoció la firme fe en Dios de la reina Isabel y su deseo de servir a su país como “una inspiración, particularmente a través de su bondadoso, humilde y generoso espíritu frente a muchos y profundos desafíos personales”. Para el secretario ministerial de la mencionada división, Patrick Johnson, la reina era “la personificación de la estabilidad y la calma, especialmente durante tiempos de incertidumbre y agitación”. Para la recepcionista en las oficinas de la misma división, Geraldine Hankin, “la reina era una mujer increíble y temerosa de Dios, a la cual admiré por su fortaleza, inteligencia y conocimientos. Su partida es como perder a un miembro de mi propia familia y estoy muy triste”.
Audrey Andersson, un vicepresidente general de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día y ex secretario ejecutivo de la División Transeuropea, señaló que la reina Isabel II fue una mujer “cuya vida de servicio se fundamentaba en su profunda fe personal. Su sentido del deber hacia Dios, el país y la Mancomunidad de Naciones fue una fuente de estabilidad y esperanza en tiempos difíciles y una inspiración para muchos. Al llorar su fallecimiento, reconocemos que su legado de humilde servicio continuará en la vida de muchas de las personas con quien tuvo contacto”.
Gracias sean dadas a Dios por su vida y su testimonio..
Viva el rey Carlos III. Que Dios bendiga tanto a él como su reinado.
La versión original de esta noticia se publicó en el sitio de noticias de la División Transeuropea.
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Traducción – Gloria A. Castrejón