28 de octubre de 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Hola amigos. ¿Alguna vez has experimentado mucha hambre o sed? Tal vez las circunstancias fueron tales que tuviste que pasar uno o más días sin comer, llegando a sentir un dolor punzante en el estómago y un deseo creciente de comer. A medida que pasó el tiempo, ese deseo se hizo más fuerte y tus pensamientos se enfocaron cada vez más en obtener algo para comer. O tal vez hayas conocido el poder de la sed, cuando, acalorado y sediento anhelabas un vaso de agua fresca, pero no había ninguno disponible. Luego, por fin, llegó el alivio cuando finalmente pudiste beber un poco de agua o comer algo. ¡Qué maravilloso, qué satisfactorio, finalmente cumplir esos anhelos!
Jesús nos dice en la cuarta bienaventuranza: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
No está hablando aquí de comida y bebida física, sino que está hablando de un alimento espiritual aún más importante. Es un anhelo de justicia. Pero, ¿qué es la justicia?
“La justicia es santidad, semejanza a Dios; y “Dios es amor”. Escribe Elena G. de White en El Discurso Maestro de Jesucristo, (p.20), Es conformidad a la ley de Dios, porque “todos tus mandamientos son justicia.” (Sal. 119:172), y “el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom. 13:10).
La justicia es amor, y el amor es la luz y la vida de Dios. Este amor está corporificado en Cristo, por lo que recibimos justicia al recibirlo. ¡Esta justicia no es algo que podamos ganar jamás! Es un regalo gratuito de Dios.
“No se obtiene la justicia por conflictos penosos, ni por rudo trabajo, ni aun por dones o sacrificios,” escribió Elena de White, ”es concedida gratuitamente a toda alma que tiene hambre y sed de recibirla. (El Discurso Maestro de Jesucristo, p.20).
Se ha dicho que en cada ser humano hay un «agujero en forma de Dios», un lugar dentro de nuestros corazones que solo Dios puede llenar. Y Eclesiastés 3:11 parece verificar ese pensamiento cuando afirma que Dios ha «puesto eternidad» en nuestros corazones.
Aunque muchas personas tratan de llenar ese lugar especial con otras cosas, como filosofía, materialismo, secularismo y más, nada más que Dios mismo puede satisfacer verdaderamente el hambre y la sed del alma. Jesús nos dice hoy: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35).
Así como necesitamos alimentos para sostener nuestra fuerza física, también necesitamos a Cristo, el Pan del cielo, para sostener la vida espiritual e impartir la fuerza para seguir a donde Él nos guíe. Y cuanto más conocemos a Dios, más anhelamos reflejar quién es Él.
“Un elemento divino se une con lo humano cuando el alma busca a Dios,” escribe Elena de White, Si en nuestra alma sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed de justicia, ello es una indicación de que Cristo influyó en nuestro corazón para que le pidamos que haga, por intermedio del Espíritu Santo, lo que nos es imposible a nosotros. (DMJ, p.21).
Luego viene esta magnífica promesa:
“Las palabras de Dios son las fuentes de la vida. Mientras buscamos estas fuentes vivas, el Espíritu Santo nos pondrá en comunión con Cristo. Verdades ya conocidas se presentarán a nuestra mente con nuevo aspecto; ciertos pasajes de las Escrituras revestirán nuevo significado, como iluminados por un relámpago; comprenderemos la relación entre otras verdades y la obra de redención, y sabremos que Cristo nos está guiando, que un Instructor divino está a nuestro lado” (DMJ, 22).
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mateo 5:6) es una preciosa promesa que podemos reclamar hoy.
Amigos, estamos repasando algunos de los aspectos más destacados del maravilloso libro El Discurso Maestro de Jesucristo, de Elena G. de White. Si desean leer más sobre este tema y aún no han descargado su copia gratuita de este maravilloso libro, los animo a visitar egwwritings.org [Insertar: egwwritings.org] donde puede descargar una copia en su propio idioma hoy.
Tomemos un momento ahora para agradecer al Señor por Su maravillosa promesa de satisfacer los anhelos más profundos de nuestro corazón cuando nos volvamos a Él.
Padre que estás en los cielos, venimos a ti para pedirte que nos ayudes a ser los que buscan la justicia, los que tienen hambre y sed de la justicia de Cristo. Y que viniendo a ti, seremos llenos. Gracias por la Palabra de Dios. Gracias por el espíritu de profecía. Gracias por la forma en que obras en nosotros para ayudarnos a ser completamente llenos de tu justicia. Gracias por escucharnos en esta oración. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.