13 de octubre de 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Hoy comenzamos nuestro viaje para analizar las dos primeras bendiciones dadas por Jesús en Su hermoso Sermón del Monte. Y nuevamente quiero invitarte, si aún no lo has hecho, a descargar una copia gratuita del maravilloso libro, El Discurso Maestro de Jesucristo, disponible en muchos idiomas, en egwwritings.org [Insertar: egwwritings. org].

Comencemos leyendo Mateo 5:1-4: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.  Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.“

A primera vista, esta enseñanza puede parecer muy extraña: ¿cómo puede alguien ser bendecido cuando es «pobre de espíritu» o está de duelo?

En el libro, El Discurso Maestro de Jesucristo, se nos da esta idea: “El que se cree sano, el que se considera razonablemente bueno y está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo. El orgullo no siente necesidad y cierra la puerta del corazón para no recibir a Cristo ni las bendiciones infinitas que él vino a dar. Jesús no encuentra albergue en el corazón de tal persona… Se creen saciados, y por eso se retiran vacíos. Los que comprenden bien que les es imposible salvarse y que por sí mismos no pueden hacer ningún acto justo son los que aprecian la ayuda que les ofrece Cristo. Estos son los pobres en espíritu, a quienes él llama bienaventurados.» (p. 11).

Ella continúa diciendo: «Primeramente, Cristo produce contrición en quien perdona, y es obra del Espíritu Santo convencer de pecado.» (p. 7).

Entonces, cuando Jesús se refiere a aquellos que son «pobres de espíritu», se refiere a aquellos que sienten su necesidad de Él, aquellos que entienden que no hay nada bueno en sí mismos. Esto está en marcado contraste con aquellos descritos en el libro de Apocalipsis que dicen: «Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. (Apocalipsis 3:17).

¿Cuál es el consejo de Jesús para estas personas ensimismadas y autosuficientes? “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.» (Apocalipsis 3:18).

Es por esto, amigos, que los «pobres de espíritu» son bendecidos. Es porque cuando nos damos cuenta de nuestra necesidad de Dios y le confesamos esa necesidad, entonces Él puede derramar Sus bendiciones sobre nosotros y el reino de los cielos será nuestro.

¿Y qué hay de «los que lloran»? Elena G. de White nos dice en El Discurso Maestro de Jesucristo que «El llanto al que se alude aquí es la verdadera tristeza de corazón por haber pecado… A medida que una persona se siente persuadida a mirar a Cristo levantado en la cruz, percibe la pecaminosidad del ser humano. Comprende que es el pecado lo que azotó y crucificó al Señor de la gloria. Reconoce que, aunque se lo amó con cariño indecible, su vida ha sido un espectáculo continuo de ingratitud y rebelión… Lo separa de Dios un abismo ancho, negro y hondo, y llora con corazón quebrantado. (pág. 14).

Como pueden ver, Dios nos revela nuestra culpa para que huyamos a Cristo, le confesemos nuestros pecados y dejemos nuestras cargas al pie de la cruz. Aquellos que hacen esto ciertamente serán consolados.

Las tiernas palabras de Cristo también tienen significado para aquellos que están sufriendo aflicción o duelo. “A todos los afligidos viene Jesús con el ministerio de curación.” escribe Elena G. de White. “El duelo, el dolor y la aflicción pueden iluminarse con revelaciones preciosas de su presencia. Dios no desea que quedemos abrumados de tristeza, con el corazón angustiado y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos guíe. Su corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas… Podemos apoyar el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz.”  (pág. 12).

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” (Mateo 5:4).

Permítanme orar con ustedes ahora mismo.

Querido Señor, puede haber algunos en este momento que estén presionados por dificultades, desafíos, desánimo. Tal vez estén de luto por la pérdida de alguien y el dolor embarga sus corazones. De alguna manera, Señor, a través de tu poder, ayuda a esas personas a mirar hacia arriba, a mirar tu rostro y darse cuenta de que tienen una bendita esperanza al fijar sus ojos en el objetivo eterno de conocerte plena y completamente. Al hacerlo, sus corazones se llenarán de paz y gozo celestiales. Gracias por esta disposición. En el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.

 

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