18 de noviembre 2022 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Continuamos nuestro viaje a través de ese maravilloso libro, El Discurso Maestro de Jesucristo, y hoy consideraremos dos metáforas muy interesantes que Cristo usó para describir a sus seguidores: La sal y la luz.

“Vosotros sois la sal de la tierra” Dijo, Él, “pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres…» (Mateo 5:13).       

Mientras Jesús hablaba, la gente podía ver la sal blanca reluciendo en los caminos donde había sido arrojada porque había perdido su sabor, una ilustración muy clara de lo que decía el Maestro de maestros.

La sal no solo aporta sabor; también sirve como conservante. Cuando Jesús nos llama a ser como la sal, nos está invitando a convertirnos en agentes para salvar a otros. “Así también los cristianos que son purificados por la verdad poseerán  virtudes salvadoras que preservarán al mundo de la completa corrupción moral.” (TMJ 33.2).          

Pero para ser efectivos, debemos mezclarnos con los demás, a través del contacto personal y afectuoso. Cuando otros vean el amor de Jesús en nuestros corazones y Su justicia impregnando nuestras vidas, sus corazones serán reconfortados por nuestro interés y amor desinteresados ​​por ellos. Esto no viene a través de nuestro propio poder; es el poder del Espíritu Santo que produce transformación en nuestras propias vidas y en las vidas de aquellos a quienes tocamos.

La consagración personal al Señor es vital. Leemos, “Sin una fe viva en Cristo como Salvador personal, nos es imposible ejercer influencia eficaz sobre un mundo escéptico. No podemos dar a nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos. La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres humanos se mide por la  devoción y la consagración a Cristo que nosotros mismos tenemos.” (TMJ, 34.5).

Jesús también comparó a sus seguidores con la luz. “Vosotros sois la luz del mundo.” dijo Él, ”Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Entonces instruyó, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:13-16).

Por supuesto, no tenemos luz de nosotros mismos, pero cuando la «luz del mundo» entra en nuestras vidas, tenemos Su promesa de que ”El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12).

Y al darnos Su luz, nos pide que compartamos la luz de Su verdad con todos, en todas partes. Se nos dice que Jesús “Nos enseña a considerar a cada alma necesitada como nuestro prójimo y al mundo como nuestro campo.” La autora continua dando este consejo puntual, “Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito del Señor, se derramaría luz sobre todos los  que moran en las tinieblas… En vez de agruparse y rehuir la responsabilidad y el peso de la cruz, los miembros de la iglesia deberían dispersarse por todos los países para irradiar la luz de Cristo y trabajar como él por la salvación de las almas. Así este “Evangelio del reino” sería pronto llevado a todo el mundo.» (DMJ 38.3)

Amigo, ¿estás dispuesto a decir: «Yo Iré» y dejaré que la luz de Dios brille a través de mí hacia mi familia, mis amigos, vecinos, compañeros de trabajo y todos aquellos con los que entres en contacto? ¿Estás dispuesto a ir, si Él te llama a una tierra extranjera o a algún lugar al que no estás acostumbrado? ¿Estás dispuesto a dejar que la luz del amor y la verdad de Dios brille a través de ti dondequiera que Él te envíe?   Si es así, te invito a decirle al Señor: «Sí, Señor, lléname de tu Espíritu Santo. Ayúdame a ser como la sal, preservando a otros para tu reino. Lléname de la luz que me has prometido y ayúdame a brillar para Ti dondequiera que me envíes. Sí, Señor, estoy dispuesto a ir. Aquí estoy, envíame”.

Oremos juntos ahora mismo. Padre en el cielo. Gracias porque nos ayudas a ser como la sal, trayendo el maravilloso sabor de la verdad a la vida de las personas. Gracias por ayudarnos a ser como la luz. Arrojando luz sobre las páginas de la verdad eterna en la Palabra de Dios.

Señor, ayúdanos a ser prácticos en todo lo que hacemos. Ayudar a las personas a ver que eres nuestro Dios magnífico que nos ama mucho y tiene un propósito para cada una de nuestras vidas. Señor, úsanos, tómanos mientras nos consagramos a ti. Que seamos testigos poderosos y luces para ti en este mundo de tinieblas, pues sabemos que Jesús viene pronto, cuando todo será luz por toda la eternidad. En el nombre de Cristo, te lo pedimos. Amén.

Top news

Junta de la Universidad de Montemorelos reafirma su compromiso y planes de crecimiento
Dirigentes adventistas se unen para luchar contra infestación de niguas en el occidente de Kenia
Universidad de Montemorelos inaugura primera fase de Centro de Innovación para el Aprendizaje