6 de abril del 2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Hola amigos. Hoy continuaremos considerando la vida del reformador suizo, Ulrico Zuinglio, a medida que avanzamos en nuestro estudio del maravilloso libro El Conflicto de los siglos, de Elena G. de White.

Zuinglio era un firme partidario de la Palabra de Dios y, aunque él y Martín Lutero nunca tuvieron contacto, habían llegado a las mismas conclusiones bíblicas y predicaban el mismo evangelio.

En el año 1516, Zuinglio se convirtió en predicador, en Einsiedeln (pronunciado Eyn-see-DELN), un lugar conocido por su santuario a la Virgen María. Todos los años acudían peregrinos al santuario, con la promesa de recibir la remisión total de sus pecados.

Zuinglio predicó enérgicamente contra esta práctica, afirmando: “Sea la que fuere la comarca que vosotros habitáis, Dios os rodea y os oye” (CS 160.3). Para muchos este mensaje no fue bien recibido, pero otros estaban encantados de escuchar acerca de la redención a través de Cristo solamente. La verdad corrió de boca en boca por todo el país y pronto disminuyó mucho el número de peregrinos, y con ello sus ofrendas monetarias. Las autoridades de la iglesia estaban consternadas, pero aun así esperaban ganar completamente para su causa al elocuente Zuinglio.

Después de tres años, Zuinglio fue invitado a predicar en la catedral de Zúrich, que en ese momento era la ciudad más importante de la confederación suiza. Era un lugar donde tendría una gran influencia.

Comenzó su ministerio allí abriendo los Evangelios, leyendo y explicando la vida, las enseñanzas y la muerte de Cristo. Se nos dice que “presentó la Palabra de Dios como la única autoridad infalible, y expuso la muerte de Cristo como el solo sacrificio completo” (CS 162.3). Mucha gente de todas las clases acudió a escucharlo, pero los monjes se propusieron entorpecer su trabajo y condenar sus enseñanzas.

A medida que las enseñanzas de Lutero avanzaban en Alemania y más allá, y las enseñanzas de Zuinglio en Suiza, en Roma se promovía la venta de indulgencias. “Cada pecado tenía su precio, y se otorgaba a los hombres licencia para cometer crímenes, con tal que abundase el dinero en la tesorería de la iglesia. De modo que seguían adelante dos movimientos: uno que ofrecía el perdón de los pecados por dinero, y el otro que lo ofrecía por medio de Cristo.” (CS 163.4).

Zuinglio predicó celosamente contra la venta de indulgencias, y pronto los frailes que intentaban venderlas tuvieron que abandonar Suiza. Tal fue el efecto de la prédica de Zuinglio.

En el año 1519, una terrible plaga, conocida como la «Gran Muerte», se extendía por Europa, incluida Suiza. Zuinglio enfermó gravemente, pero el Señor lo levantó y de nuevo debía predicar con poder. Continuó estudiando la Palabra de Dios y “había alcanzado ya un conocimiento más claro de las verdades de este y experimentaba mejor en sí mismo su poder regenerador. La caída del hombre y el plan de redención eran los temas en los cuales se espaciaba… Y explicaba que el hombre no podía disfrutar de la gracia de Cristo, si seguía en el pecado. “Donde se cree en Dios, allí está Dios; y donde está Dios, existe un celo que induce a obrar bien”  (CS 165.1). 

La Iglesia establecida atacó repetidamente a Zuinglio y, sin embargo, sus esfuerzos solo promovieron la causa de la verdad.

Finalmente, las autoridades de la Iglesia decidieron celebrar un concilio en la ciudad de Baden, donde Zuinglio presentaría sus puntos de vista y algunos de los eruditos más capaces de la Iglesia lo refutarían. Las autoridades estaban seguras de que ganarían, ya que no solo eligieron el lugar del combate, sino los jueces que decidirían entre ambos. Creían que si alguna vez podían poner a Zuinglio en su poder, tendrían cuidado de no permitirle escapar, como hizo Lutero.

Conociendo la historia de lo que se había intentado contra Lutero y temiendo por la seguridad de su pastor, el Concilio de Zúrich prohibió a Zuinglio asistir personalmente a esta reunión. En cambio, dos hombres piadosos, “Ecolampadio y Haller fueron elegidos para representar a los reformadores, en tanto que el famoso doctor Eck, sostenido por un ejército de sabios doctores y prelados, era el campeón de Roma” (CS 167.1).

Aunque Zuinglio no estaba allí en persona, un estudiante que estaba presente tomó notas muy cuidadosas de los argumentos presentados y cada noche estas notas se le llevaban en secreto a Zuinglio, quien podía revisarlas y brindar consejos y sugerencias por escrito. Estas cartas fueron llevadas en secreto a los dos hombres que lo representaban, quienes al día siguiente pudieron presentar las respuestas bíblicas a los argumentos presentados en su contra.

En El Conflicto de los Siglos, la escena de la conferencia se describe muy claramente: “Eck subía orgullosamente a un púlpito soberbiamente decorado, en tanto que el humilde Ecolampadio, pobremente vestido, estaba obligado a sentarse frente a su adversario en tosca plataforma” ” (CS 168.1).

El contraste entre los dos era sorprendente: Eck hablaba con voz orgullosa, exponiendo las tradiciones de la Iglesia, mientras que Ecolampadio afirmaba: «No reconozco otra norma de juicio que la palabra de Dios» (CS 168.1).

La discusión continuó durante dieciocho días. Al final, los papistas con gran confianza reclamaron la victoria. Sin embargo, los frutos mostraron los resultados reales. La contienda se convirtió en un fuerte impulso para la Reforma, y no mucho después las importantes ciudades de Berna y Basilea declararon que estaban del lado de la Reforma.

Amigos, al final, la verdad de Dios siempre gana. No importa cómo se presenten las circunstancias presentes, podemos estar seguros de que la Palabra de Dios es confiable y verdadera; nos revela la Verdad acerca de Dios y Su camino de salvación.

Les invito a orar conmigo ahora mismo.

Gracias, Padre, por la fidelidad de tu palabra, de tus instrucciones, de tu guía. Podemos contar con ellas por completo y sin reservas. Te agradecemos que hayas ayudado en este gran debate que tuvo lugar para resaltar la verdad bíblica, de modo que la gente pudiera ver claramente lo que simplemente fue instigado humanamente en lugar de lo inspirado celestialmente. Ayúdanos a leer tu palabra, a meditar en tu palabra, a compartir tu palabra y a proclamar tu palabra con el poder del Espíritu Santo. 

Así como lo hicieron los reformadores en el nombre de Jesús, te lo pedimos. Amén.

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