Miembros de una banda marcial creada por un pastor jubilado y su esposa, durante una actuación reciente por las calles de Yare, en Venezuela. La banda marcial actúa en ciudades y comunidades e invita a que los niños y adolescentes aprendan a tocar el redoblante y sobre valores. [Fotografía: Unión Venezolana Oriental]
Una banda marcial creada por un experimentado pastor adventista y su esposa en Venezuela celebró doce años de alabar a Dios e involucrar a jóvenes y adultos en una iglesia y comunidad locales. La Banda Marcial Sinaí fue lanzada en 2011 en Valles del Tuy, Miranda, al sur de Caracas, la capital de Venezuela, por el ahora jubilado pastor Pedro Gil y su esposa Rut, su director musical.
“Cuando mi esposo y yo estábamos cerca de la jubilación, visitamos Valles del Tuy y vimos la necesidad de brindar orientación a la juventud local”, dijo Rut. “Es así como nación la idea de crear una banda musical, para ayudar a que los jóvenes se mantengan lejos de las drogas y el delito”.
Los líderes de la banda enseñan durante una práctica en Valles del Tuy, Miranda, Venezuela. [Fotografía: Unión Venezolana Oriental]
Crecimiento sostenido
Rut Gil contó cómo a partir de esos comienzos humildes con un grupo de adventistas jóvenes y adultos, la banda ha crecido y ahora incluye a 26 jóvenes de la comunidad. Los jóvenes actuales fueron contactados gracias a la iniciativa “Dale vosotros de comer” por el pastor Edgar Mongua y su equipo de voluntarios, dijo.
“La banda marcial ha sido una hermosa experiencia musical para mí, pero mi logro más grande ha sido trabajar con los niños de la comunidad”, dijo Rut. “Cuando veo sus rostros felices, cuando les ofrezco una comida, me siento agradecido a Dios”.
Los niños hacen file antes de probar de tocar el redoblante. [Fotografía: Unión Venezolana Oriental]
La composición actual de la banda incluye un director general, un director musical, un tesorero y un capellán, informó Rut Gil.
Una herramienta comunitaria y misionera
A lo largo de los años, la banda marcial Sinaí ha participado en diversos programas y eventos en varias comunidades de la región Valles del Tuy, incluidas Charallave, Santa Teresa, Ocumare, San Antonio, La Esperanza y Yare. Sus miembros jóvenes han actuado en eventos de evangelismo público, celebraciones especiales tales el Día del Padre y el Día de la Madre, y el Día Sin Fumar, por nombrar unos pocos.
Los niños participan de ejercicios de estiramiento antes de participar de la práctica de redoblante. [Fotografía: Unión Venezolana Oriental]
“El proyecto actual incluye ofrecer estudios bíblicos a los 26 niños de la comunidad”, dijo Rut. “No solo darles lecciones de música, sino clases bíblicas y también alimentarlos todos los sábados”.
Para mejorar las de los jóvenes
Rency, un niño de 11 años que sufre de autismo y es integrante de la banda marcial, dijo que se siente feliz de pertenecer al conjunto musical. “Estoy tan feliz. He aprendido a tocar la lira y el redoblante con diversos ritmos”, contó.
Los niños muestran el helado que recibieron después de la práctica. La iniciativa es parte de un ministerio de impacto comunitario a cargo del pastor Edgar Mongua llamado “Dadle vosotros de comer”, en el que personas necesitadas reciben alimentos y publicaciones misioneras en la región Venezolana Oriental todos los meses. [Fotografía: Unión Venezolana Oriental]
La subregión de Valles del Tuy es parte de lo que se conoce como la región del Gran Caracas. Según un estudio de noviembre de 2022, al menos el cincuenta por ciento de los 28 millones de habitantes de Venezuela vive en la pobreza. Desde 2014, más de siete millones de residentes han huido a los países vecinos y a otros países también. Desde el comienzo de la pandemia del COVID-19, sin embargo, unos ciento cincuenta mil venezolanos han regresado a sus casas, a menudo después de perder su trabajo en los países que los habían albergado.
La Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) en Venezuela, Colombia, Brasil y otros países ha estado trabajando para cubrir las necesidades básicas de los residentes, migrantes y refugiados.
Traducción de Marcos Paseggi