10 de agosto del 2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Saludos, amigos. Hoy, mientras continuamos a través de El Conflicto de los Siglos, nos encontraremos con un agricultor de corazón honesto que había sido llevado a dudar de la autoridad divina de las Escrituras, pero sinceramente deseaba conocer la verdad. Su nombre era Guillermo Miller, y fue especialmente elegido por Dios para liderar la proclamación de la Segunda Venida de Cristo.
Guillermo Miller nació el 15 de febrero de 1782, en el Estado de Massachusetts, en los Estados Unidos. Cuando tenía cuatro años de edad, su familia se mudó a la zona rural de Low Hampton, en el estado de Nueva York. Incluso cuando era pequeño, Guillermo mostró signos de ser brillante.
Leemos en El Conflicto de los Siglos: «Aunque no gozara de las ventajas de una instrucción académica, su amor al estudio y el hábito de reflexionar cuidadosamente, junto con su agudo criterio, hacían de él un hombre de sano juicio y de vasta comprensión. Su carácter moral era irreprochable, y gozaba de envidiable reputación, siendo generalmente estimado por su integridad, su frugalidad y su benevolencia » (p. 318.1).
Mientras crecía en un hogar con influencias cristianas, Guillermo Miller decidió cuando era joven que las Escrituras eran demasiado difíciles de entender, por lo que decidió seguir la influencia de sus amigos y se convirtió en un «deísta». El deísmo era un movimiento filosófico popular en ese momento, basado únicamente en el pensamiento racional sin depender de la revelación de Dios contenida en la Biblia. Si bien los deístas afirmaron creer en la existencia de Dios, rechazaron la idea de que Él tuviera alguna participación en el universo después de crearlo.
Guillermo Miller siguió siendo deísta durante unos doce años, pero a la edad de 34 años, el Espíritu Santo tocó su corazón. Al darse cuenta de que no tenía ninguna garantía de felicidad más allá de la tumba, Miller luchó con sus propios pensamientos durante varios meses. Más tarde escribió: “Cuanto más discurría, tanto más lejos estaba de la demostración. Cuanto más pensaba, tanto más divergentes eran las conclusiones a que llegaba. Traté de no pensar más; pero ya no era dueño de mis pensamientos… Sabía que algo andaba mal, pero no sabía ni dónde ni cómo encontrar lo correcto y justo. Gemía, pero lo hacía sin esperanza” (CS 318.3).
El pobre Guillermo continó en este estado terribe, hasta que “de pronto”, escribió: “El carácter de un Salvador se grabó hondamente en mi espíritu. Me pareció que bien podía existir un ser tan bueno y compasivo que expiara nuestras transgresiones… Sentí inmediatamente cuán amable había de ser este alguien, y me imaginé que podría yo echarme en sus brazos y confiar en su misericordia” (CS 319).
Miller anheló encontrar un Ser así, y decidió recurrir a la Biblia, aun cuando anteriormente la había visto como un libro sin inspiración.
“Discerní que la Biblia presentaba precisamente a un Salvador como el que yo necesitaba,” escribió, “Me vi obligado a admitir que las Sagradas Escrituras debían ser una revelación de Dios. Llegaron a ser mi deleite; y encontré en Jesús un amigo” (CS 319.3).
“Las Escrituras,” escribió Miller, “que antes eran oscuras y contradictorias, se volvieron entonces antorcha a mis pies y luz a mi senda. Mi espíritu obtuvo calma y satisfacción. Encontré que el Señor Dios era una Roca en medio del océano de la vida (CS 319.3).
Mientras Miller profesó públicamente su fe en la religión que una vez había despreciado, sus antiguos amigos se volvieron rápidamente hacia él, utilizando los mismos argumentos que había declarado para refutar la autoridad divina de las Escrituras.
Aunque Miller no estaba preparado para responderles de inmediato, «dijo que si la Biblia es una revelación de Dios, debía ser consecuente consigo misma; y que habiendo sido dada para instrucción del hombre, debía estar adaptada a su inteligencia. Resolvió estudiar las Sagradas Escrituras por su cuenta, y averiguar si toda contradicción aparente no podía armonizarse (CS 319.4).
Guillermo Miller decidió estudiar la biblia en serio. Permitir que las Escrituras hablaran por sí mismas, dejó de lado todas sus opiniones preconcebidas y no usó ningún comentario. En su lugar, decidió estudiar la Palabra de Dios comparando la Escritura con la Escritura con la ayuda de referencias marginales en su Biblia y una concordancia.
Adelantó de manera regular y metódica, comenzando con Génesis, leyendo verso a verso. No fue más rápido de lo que pudo entender. Cuando se encontró con un texto que no parecía claro, usando su concordancia, lo comparó con cualquier otro pasaje de las Escrituras que trataba el tema hasta que el mensaje entró en plena armonía. Luego pasó al siguiente verso.
Dios bendijo a Guillermo Miller. Leemos que “A medida que estudiaba y oraba fervorosamente para que Dios le alumbrara, lo que antes le había parecido oscuro se le aclaraba. Experimentaba la verdad de las palabras del salmista: “El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples”. Salmos 119:130 (CS 320.1).
En nuestro próximo vídeo, continuaremos siguiendo a Guillermo Miller en su estudio y veremos qué cosas increíbles Dios reveló a este humilde hombre a través de las Escrituras, y cómo usó a Miller para proclamar al mundo que Su venida estaba cerca.
Les invito a orar conmigo ahora mismo.
Padre en el Cielo. Gracias por las Escrituras. Gracias porque nos guiarás a cada uno mientras estudiamos las Escrituras, al igual que lo hiciste con Guillermo Miller y muchos otros, personas que en dedicación buscaban aprender la verdad y entender de qué se trataba Tu Palabra, de una manera práctica.
Bendice a cada uno de nosotros mientras estudiamos la Palabra de Dios, mientras la leemos, mientras tomamos en nuestras vidas lo que luego podemos compartir con los demás, proclamando que Jesús nos ama con un amor eterno y que Jesús vendrá pronto. En el nombre de Cristo lo pedimos. Amén.