31 de agosto del  2023 | Silver Spring, Maryland, Estados Unidos | Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Saludos amigos. En nuestro video anterior, vimos la asombrosa profecía de los 2300 días/años dada en Daniel 8:14 y vimos cómo a través de un estudio bíblico cuidadoso, Guillermo Miller encontró que gran parte de la profecía ya se había cumplido. Siguiendo la línea de tiempo profética, se dio cuenta de que los 2300 años terminarían en 1844.

«Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado,» leyó una y otra vez en Daniel 8:14. Creyendo, como muchos en ese momento, que el santuario aquí descrito debía ser la tierra, Guillermo Miller estaba seguro de que la profecía predecía la Segunda Venida de Cristo.

Había dedicado dos años al estudio de la Biblia cuando llegó a la conclusión de que la venida de Jesús era inminente. Más tarde dijo: “Solemnemente convencido de que las Santas Escrituras anunciaban el cumplimiento de tan importantes acontecimientos en tan corto espacio de tiempo, surgió con fuerza en mi alma la cuestión de saber cuál era mi deber para con el mundo, en vista de la evidencia que había conmovido mi propio espíritu” (CS 330.1).

Sin embargo, dudó en compartir sus convicciones con el mundo, temiendo que si de alguna manera había cometido un error, desviaría a muchas personas. Nuevamente, estudió diligentemente los textos bíblicos que lo habían guiado a través de las profecías de tiempo, y después de cinco años de estudio continuo, estaba convencido de que la profecía señalaba el año 1844 como el fin, y que Jesús vendría.

     Volvió a tener la convicción, más fuerte que al principio, de que debía compartir esta buena nueva con los demás. Las palabras de Ezequiel 33:8 parecieron resonar en su mente:

“…si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano”.

Por fin, se convenció de que debía compartir públicamente lo que había aprendido. Comenzó de a poco y compartió con grupos pequeños, pero a petición de ellos, comenzó a compartir más ampliamente. El mensaje se difundió rápidamente y lo que empezó siendo pequeño creció hasta convertirse en un segundo movimiento Adventista, basado en la profecía bíblica.

Elena de White escribe que, “En 1833 Miller recibió de la iglesia bautista, de la cual era miembro, una licencia que le autorizaba para predicar. Además, buen

número de los ministros de su denominación aprobaban su obra, y le dieron su

sanción formal mientras proseguía sus trabajos (CS332.1). Si bien tenía licencia de la Iglesia Bautista para predicar, Miller solventó personalmente sus numerosos viajes que lo llevaron a muchos lugares del este de los Estados Unidos.

Durante este tiempo, en 1833, mientras Miller presentaba públicamente las evidencias de la próxima venida de Cristo, tuvo lugar la última de las señales que Jesús mencionó a sus discípulos según lo registrado en Mateo 24:29. Jesús les dijo: “las estrellas caerán del cielo.” Y en Apocalipsis 6:13 leemos: “y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento”.

Esta profecía se cumplió de la manera más notable en la gran lluvia de meteoritos del 13 de noviembre de 1833: Fue la exhibición de estrellas fugaces más extensa e increíble jamás registrada.

En el libro El Conflicto de los Siglos, leemos varias descripciones del evento por parte de testigos presenciales. Éstos son sólo algunos:

“Jamás cayó lluvia más tupida que ésa en que cayeron los meteoros hacia la tierra; al este, al oeste, al norte y al sur era lo mismo. En una palabra, todo el cielo parecía en conmoción…”

“Desde las dos de la madrugada hasta la plena claridad del día, en un firmamento perfectamente sereno y sin nubes, todo el cielo estuvo constantemente surcado por una lluvia incesante de cuerpos que brillaban de modo deslumbrador”.

“En verdad, ninguna lengua podría describir el esplendor de tan hermoso espectáculo; […] nadie que no lo haya presenciado puede formarse exacta idea de su esplendor. Parecía que todas las estrellas del cielo se hubiesen reunido en un punto cerca del cénit, y que fuesen lanzadas de allí, con la velocidad del rayo, en todas las direcciones del horizonte; y sin embargo no se agotaban: con toda rapidez seguíanse por miles unas tras otras, como si hubiesen sido creadas para el caso…” “Es imposible contemplar una imagen más exacta de la higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida por un gran viento” (CS 333.1).

Seguramente el Señor estaba tratando de llamar la atención de la gente, animándolas a estudiar las profecías y escuchar el mensaje de Advenimiento que se estaba proclamando.

Muchos escucharon y aceptaron el mensaje de todo corazón. Otros, sin embargo, no sólo rechazaron el mensaje, sino que ridiculizaron al mensajero. Como ocurrió con los reformadores anteriores, las verdades que presentó Guillermo Miller no fueron recibidas con el favor de los maestros religiosos populares. Y como no podían sustentar su posición en las Escrituras, se apoyaron, como en tiempos pasados, en las tradiciones de la Iglesia. Sin embargo, Guillermo Miller y sus seguidores se mantuvieron fieles a la Palabra de Dios.

En nuestro próximo video, profundizaremos en lo que realmente sucedió en 1844 y cómo eso afecta nuestras vidas hoy. Pero podemos estar agradecidos por Guillermo Miller y por cómo su profundo estudio bíblico sentó las bases para comprender las profecías de Daniel y el Apocalipsis.

Los invito a orar conmigo ahora mismo.

Padre Celestial, muchas gracias por revelarnos tantos maravillosos entendimientos proféticos en las Escrituras. Gracias por inspirar y animar a Guillermo Miller a profundizar verdaderamente en las Escrituras, comparando línea tras línea, versículo tras versículo, precepto tras precepto, para que pudiera comprender el principio de día-año con respecto a los 2300 años. Ahora, Señor, bendícenos mientras continuamos enfocándonos en estos eventos cruciales a medida que llegamos al fin de los tiempos y al pronto regreso de Jesús. Gracias por escucharnos y gracias por la Palabra de Dios y Sus profecías. En el nombre de Jesús, lo pedimos. Amén.

 

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